Hay cosas cuya existencia es siempre relativa. Nunca absoluta. Entre ellas están la verdad y la justicia. La verdad no existe, aseguran muchos pensadores. Existe la mentira que permite suponer cuál puede ser la verdad. De todas maneras, eso nos llevaría a pensar que nunca sabremos cuál es la realidad.
Sobre la justicia, los mismos jueces se han cansado de repetir que es una aproximación a ella, con un riesgo alto de ‘iniquidad’ siempre implícito. No en vano la misma justicia ha creado apelaciones que buscan tener una “justicia” menos injusta.
Entre los objetivos del deporte está el de hacer docencia jurídica en la comunidad que lo practica o lo consume. Pero, a diferencia de lo que pasa en Tribunales, el deporte tiene otros tiempos, otras urgencias. Nadie podría parar un partido para que una cámara judicial considerara validar o no una acción.
El deporte planteó sus propias leyes y por eso siempre se vio mal que alguien no se sometiera a los tribunales deportivos. Bienvenido el error humano y fuera la política, era el mensaje claro que cualquier amante de los deportes sabía casi como un ‘preámbulo’.
A ojo de buen cubero
Durante años, muchas disciplinas se sustentaron en la inapelabilidad de los fallos de los árbitros, a los que se les daba rango de jueces, y hasta advertían que esos hombres eran dueños de la verdad hasta cuando se equivocaban.
Lo interesante es que con esa forma de impartir justicia de una sola instancia, el fútbol lo que hacía era legitimar la duda sobre la buena fe y el juego limpio... haciendo lícito también exonerar al sospechoso. Otra justicia casi injusta. Pero vivimos en una era signada por los cambios y -esta semana- ellos llegaron al fútbol de manera directa.
La implementación del VAR (Video de asistencia al referí) en el partido entre River y Lanús fue una de las noticias de la semana que acaparó la atención. El fútbol le dio ingreso a la tecnología, como antes lo habían hecho el tenis, el rugby (dos actividades en los que los valores son estandartes, incluso por sobre el resultado) y el hockey sobre césped.
Se acabaron entonces las injusticias. Es lo que creen muchos, y se basan en hechos concretos para defender a este nuevo actor que debutó en el fútbol internacional.
-El gol de la final del Mundial ’66 con el que Alemania ganó el título y que aún hoy no hay un ojo humano que pueda decir si la pelota entró o no.
-Más cercano en el tiempo, se habla de aquel penal que le dieron a Boca en la final de la Copa Argentina en la que se vio perjudicado Rosario Central.
Los que están en contra aseguran que se pierde la esencia. El fútbol estuvo siempre asociado a la picardía y esto atentaría contra esa manera de manejarse en el campo de juego. Con VAR, Maradona no podría haberle hecho el gol con la mano a los ingleses y posiblemente Argentina no hubiera sido campeona del mundo en 1986, como ejemplo.
La “realidad” es que, por ahora, la supuesta solución es más polémica que reveladora. Claro que tampoco debemos olvidarnos que un mandoble que tendrá el fútbol espectáculo tiene que ver con la decisión de Cataluña de declarar su independencia de España, con lo cual sus equipos deportivos, principalmente el Barcelona Fútbol Club, entrarían en un limbo casi definitivo.
En Cataluña hay 146.000 futbolistas registrados en las distintas categorías que quedarían en una situación de indefinición y casi desocupados. Se espera entonces un éxodo masivo, aunque es obvio que el mercado no está preparado para recibir semejante “mano de obra”. La política se metió así, aunque por la ventana, en el mundo futbolístico y la FI FA mira con preocupación cómo resolver este problema.
Mientras tanto, en Bruselas, un Tribunal está decidiendo si es legal que “terceros” sean propietarios de los derechos federativos de los jugadores, lo que hasta ahora está prohibido. La FIFA asegura que sólo las instituciones pueden ser quienes tengan la “propiedad” del pase de los futbolistas, pero una denuncia realizada por el club Seraing haría cambiar el panorama. Los argumentos para el pedido radican en “un buen funcionamiento de la economía capitalista, cualquier persona o entidad debería poder invertir en la propiedad de un futbolista”. Sería casi una esclavitud siglo 21.
Situaciones complicadas en una sociedad que entiende (cada vez más) que la igualdad es fundamental para el crecimiento. Pero, ¡ojo! La igualdad debe darse en todos los ámbitos, y en Mendoza empezamos a ver la punta del iceberg de una situación de inequidad que será difícil de revertir.
La decisión del Club Bowen de retirarse, con todas sus categorías, del torneo de la Liga Alvearense de Fútbol, la que dejó al certamen del Sur con sólo cinco equipos y la posibilidad de ser suspendido, fue un duro golpe para el deporte provincial.
La situación de tener que jugar los miércoles porque la prioridad de los fines de semana la tienen los equipos que juegan en los Torneos Federales (Pacífico y Andes) o porque la Policía no tiene los suficientes efectivos para dar seguridad, fue decisiva.
La misma realidad la viven varios equipos de otras ligas que, por ahora, le ponen el pecho a las balas y siguen remando contra la corriente.
Recordemos que la temporada pasada el Club Empleados de Comercio (CEC) llegó a renunciar al Federal B, siempre pensando en lo mismo: no endeudar a la institución y hacer pagar el plato roto a sus socios, quienes nada tiene que ver con la organización de los torneos.
Demasiados frentes abiertos para un fútbol que sólo mira cómo seguir haciendo grande el negocio y que anuncia con bombos y platillos que repartirá 400 millones de dólares en premios en Rusia 2018. Otra competencia que está siendo amenazada por el terrorismo internacional.
Palos, palos y palos... pero -entre verdades y realidad- la pelota debe seguir rodando.