Andrés Iniesta jamás pierde oportunidad de realzar su admiración por Lionel Messi y Juan Román Riquelme, a quienes el formidable futbolista español destaca como dos referentes que se instalan sin discusión alguna en el podio de su carrera. Con Leo, el autor del gol que le dio la Copa del Mundo 2010 a España sigue compartiendo el vestuario de Barcelona. Con Román, hicieron lo mismo durante 2002 y 2003, cuando el enganche llegó al blaugrana fortalecido por el antecedente cercano de haber brillado con en la Copa Intercontinental 2000 tras el 2-1 a Real Madrid en Tokio. Para el "Cerebro", los dos oriundos de la Argentina representan sendas referencias insoslayables a la hora de definir qué se entiende por fútbol de alta gama.
No es ociosa ni circunstancial la mirada que arroja Iniesta, al cabo un heredero del poder de estratega que representaba #Riquelme y de la excepcionalidad de un #Messi para quien ya no hay adjetivo que lo contenga. Y es el volante creativo de Barça apenas uno entre miles de admiradores que no conciben que el talento expuesto con una pelota dentro de la cancha deba seguir pagando peaje casi metro a metro a la hora de la consideración unánime. En el ojo crítico de quienes los defenestran, la calificación de "pecho frío" se les adosa con naturalidad. Desde el sofá del living se juzga en tono de sentencia y en la mesa de café nunca falta el instigador que invita a sumarse a la cruzada del ninguneo y el desprecio.
El jueves pasado, en Mónaco, Messi recibió por tercera vez el premio al mejor futbolista de Europa. Casi como un acto reflejo naturalizado, Leo se subió al escenario y recibió el troefo por segunda vez consecutiva; en este caso, por la temporada 2014/2015. Los logros fueron contundentes: campeón de la Liga española, la Champions League y la Copa del Rey. En la votación, con 49 votos superó al uruguayo Luis Suárez (3), y al portugués Cristiano Ronaldo (sólo 2). Además, también se quedó con el reconocimiento al mejor gol de la Liga de Campeones pasada cuando dejó en el piso a Jerome Boateng en el 3-0 al Bayern Munich en el juego de ida por las semifinales.
En el viejo continente, la coincidencia es absoluta: el emblema de Barça se quedará con el quinto Balón de Oro en la gala FIFA a realizarse a principios de 2016 en Zurich. Si el pronóstico se concreta, la "Pulga" se volverá a distanciar de Cristiano Ronaldo y se colocará 5 a 3 en la puja por el "World Player". Ésto, porque el argentino ganó el máximo premio en 2009, 2010, 2011 y 2012, siempre con Barcelona, mientras que el portugués lo hizo en 2008 (Manchester United), 2013 y 2014, en sendos casos con Real Madrid.
Riquelme no llegó a la magnitud de las pondersaciones que tuvo, tiene y seguramente tendrá Leo, pero tampoco resultó esquivo para la valoración general a la hora de los reconocimientos tanto en suelo sudamericano como europeo. Entre sus mayores distinciones se encuentran haber integrado el Equipo Ideal de América en 1999, 2000, 2001, 2007, 2008 y 2011; mejor jugador de la final de la Copa Libertadores en 2001 y 2007; Futbolista del año en Sudamérica 2001; jugador con más arte de la Liga española Diario Marca 2005; Premio Don Balón al mejor jugador extranjero de la Liga española 2005; mejor jugador de la Liga española (periodistas del diario y de la radio Marca) 2005; mejor jugador en la historia de Villarreal 2006; Elegido máximo ídolo de la historia de Boca Juniors, en la votación de los hinchas en la página oficial del club; Integrante del equipo ideal de toda la historia de la Copa Libertadores y Jugador con más asistencias en la historia del fútbol 2014.
Aún en actividad, Román -además- arrastraba una percepción generalizada respecto de problemas de convivencia con Messi durante el Mundial 2006, la Copa América 2007 y los juegos olímpicos 2008. Sin embargo, ninguno de los dos involucrados sostuvo el rumor con hechos y, por el contrario, lo negaron cada vez que tuvieron oportunidad. En Alemania, el equipo fue cuartofinalista, en Venezuela finalista y en China ganó la medalla dorada.
Un hecho paradójico se dio durante el juego contra los alemanes, en el Estadio Olímpico de Berlín, por la Copa del Mundo 2006, cuando tanto Riquelme como Messi no tuvieron oportunidad de participar de la tanda de penales para definir qué equipo se clasificaba para las semifinales. Una exclamación de alivio surgió del público germano cuando se observó el cartel indicador que marcaba el reemplazo de Román por Esteban Cambiasso, ya que la Selección se quedaba sin su estratega. Ocho minutos después llegó el empate local. Leo, en cambio, no tuvo minutos en cancha ya que José Pekerman prefirió el ingreso de Julio Cruz. Nunca más volvieron a encontrarse en un Mundial, aunque sí lo hicieron durante los juegos olímpicos de Pekín, cuando Argentina obtuvo su segundo oro consecutivo.
Tanto Messi como Riquelme no llegan a alcanzar en la Argentina el consenso que sí cuentan en otras latitudes, sobre todo a la hora de ser analizadas sus respectivas cualidades desde el punto de visto de la técnica y del aporte al juego de conjunto. Con fiereza, se los ha cuestionado como si aún estuviera vigente el modelo de "jugador que se carga el equipo al hombro". Ése tipo de futbolistas se murió con Maradona. Diego representaba ese prototipo porque además sus compañeros - especialmente en la Selección y el Nápoli - se lo reclamaban. Todo pasaba por él, siempre. Leo y Román, en cambio, son jugadores del siglo XXI, insertos en el conjunto y no generando dependencia del equipo para con ellos.
Si Maradona bajaba casi hasta posición del 3 o del 5 clásico para tomar contacto con el balón y desde allí construir el circuito de salida y ataque, Messi y Riquelme también se mostraban en el espacio vacío como eventuales receptores del balón pero con un sentido de provocar que sus compañeros se asociaran en triangulaciones cortas o largas, priorizando el armado colectivo. De ahí, caminaban más de una vez hacia la pelota en vez de correr y éso no significaba que le estaban quitándole intensidad a su participación o que se escondieran por temor a expuestos al error; su cuerpo se los pedía. Por eso, juzgarlos de "pecho frío" resulta una apreciación por cierto desubicada.
"Compartir el equipo y los entrenamientos con Román fue un placer y con sólo verlo cada día aprendías mucho porque era un fuera de serie" supo definirlo Iniesta. Éste, que consolidó su carrera simultáneamente a la etapa de esplendor que acompañó a Leo, simplemente menciona a Messi con tres palabras: "El número uno". Y lo sostiene un futbolista de excepción, quien suele agradecer a cada momento el contacto con los dos talentos. Al revés de la percepción que parece haberse instalado cuando los argentinos evaluamos a otros argentinos: el canibalismo social.