Por Por Fabián Galdi - fgaldi@losandes.com.ar
Ya no sorprende que Lionel Messi bata récords de continuo y que parezca que sólo él puede superarse a sí mismo. Ahora, que haya marcado 43 goles en la actual temporada con el Barcelona parece hasta una consecuencia normal de quien se acostumbró y acostumbra a que los registros máximos se conviertan en hechos del pasado. Aquello que sí causa sorpresa es que está mutando su modo de inserción en la relación grupal, con un crecimiento de su figura como líder emergente que poco tiene que ver con las características de la personalidad que le eran visibles hasta no hace mucho tiempo: tendencia al ensimismamiento, escasa propensión a la verbalización de sus pensamientos y una imagen que denotaba encorsetamiento en el plano emocional.
Leo supo crecer y consolidarse en un contexto ideal, bajo el influjo de un Josep Guardiola que logró un correlato desde su condición icónica de futbolista a entrenador. No tiene sentido volver a enumerar la excepcional riqueza del período 2008/2012 – 14 títulos, entre éstos dos Mundial de Clubes y dos Champions League -porque se caería en términos recurrentes y poco originales, pero lo cierto es que la referencia más directa en el impacto que producía la relación de partes era que a aquella maravillosa formación multicampeona tranquilamente se la podía denominar como "el Barça de Pep con el aporte rutilante de Messi" y hoy día, en cambio, al actual líder de la liga española se la puede describir masivamente como "el Barça de Messi con la supervisión de Luis Enrique". Un efecto asimilable al imaginario de Leo ya un líder nato, rebelde y con la determinación de un noqueador.
Hay en Messi una cuestión natural maduración en todo sentido, especialmente desde la faz psico emotiva. Es arriesgado elaborar un marco de hipótesis respecto de cuál es la causa de esta variación manifiesta, pero lo cierto es que ya durante la concentración del seleccionado argentino en "Cidade do Galo", Belo Horizonte, en Brasil 2014, hubo rasgos que se emparentaban con la rotura de cascarón en cuanto a que el crack con la pelota en los pies también había pasado a ser una voz clave por lo escuchado dentro del plantel nacional. Se lo recuerda, además, el día posterior al triunfo con victoria 2-1 sobre Bosnia, cuando el diez apareció sorpresivamente frente a la prensa para sostener que era preferible el sistema 4-3-3 que el de características menos ofensivas que había presentado Alejandro Sabella en el comienzo del juego en el Maracaná. Toda una señal de toma de un rol protagónico.
En la transición que devino desde el egreso de Gerardo Martino – de una clara afinidad con Leo – al ingreso de Luis Enrique, paralelamente a la mutación de entrenadores comenzaba a consolidarse una influencia palpable en relación al peso de los sudamericanos en el plantel blaugrana, a la cual metafóricamente se la podría catalogar como "Barçamérica". Lo es, inclusive, en la actualidad: ocho de los habitualmente titulares son nacidos en el cono sur del planeta: los argentinos Messi y Mascherano, los brasileños Neymar, Adriano, Dani Alves y Rafinha, el uruguayo Luis Suárez y el chileno Claudio Bravo. Un contexto a la medida de la "Pulga", hasta en los hábitos y costumbres cercanas como la de haber compartido una parrillada tras un entrenamiento durante la semana pasada.
Consustanciados con imprimir un matiz sudamericano al juego, lo cierto es que empieza a variar el signo de la impronta que dejaba el Barça de Pep: achicar espacios entre las líneas y sostener el ataque con la posesión de la pelota más la presión en campo contrario. En la seguidilla de juegos de resultado favorable – 16 en 17 partidos oficiales – se advierte que el equipo se mueve más cómodo en el uno contra uno que provoca el contraataque a máxima velocidad y precisión, el cual recae de continuo en Messi y Neymar hasta conectarse con la diagonal hacia el centro de Luis Suárez. Como el trío de ataque ya no retrocede tanto para quemar energías en defensa, lo cierto es que el esfuerzo de los mediocampistas es notable en su desdoblamiento y hasta parece haberle quitado brillo a un jugador cerebral, talentoso y determinante como Iniesta, aún no acomodado de completo a su nueva función.
Sin el tacto protocolar que había tenido con "Pachorra" en la pasada Copa del Mundo, Messi produjo un revulsivo apenas iniciado este año en lo que los grandes medios periodísticos deportivos españoles interpretaron como un conflicto liso y llano con Luis Enrique, quien quedó en la mira. Encima, por ese entonces, Real Madrid llegaba en alza tras la conquista del Mundial de Clubes en Marruecos, tras la final ganada 2-0 a San Lorenzo. Desde el contundente título de los madrileños Marca ("El Barça se descompone"), en una tapa que enfrentaba las figuras del DT y del crack hasta el de As ("Messi desquicia al Barça) por la ausencia del jugador a una práctica, hasta los de los catalanes Sport ("¡Crisis total!") y Mundo Deportivo ("Fulminado", tras las idas de los legendarios Andoni Zubizarreta y Carles Puyol), el revuelo por la evidente mala relación entre Leo y el director técnico tuvo características del típico inicio de un fin de ciclo.
De a poco, el horizonte se fue aclarando entre las victorias en fila por el campeonato español pero – sobre todo – el conseguido en el duelo de visitante ante Manchester City, que puso al Barça a un paso de cuartos de final de la Liga de Campeones de Europa, lo cual deberá revalidar el miércoles próximo en el Camp Nou. En todos los casos, un Messi intratable, amplio dominador de su campo visual y periférico, ratificó que no hay discusión alguna con respecto a quien ocupó el lugar más alto de podio en la consideración general, mientras que el entrenador está de dos a tres escalones por debajo. Por algo, en España se habla del duelo próximo entre Barcelona y Real Madrid, el cual puede empezar a definir al próximo campeón de la Liga, y se lo hace a partir de los dos tercetos de ataque: MSN (Messi, Suárez y Neymar) vs BBC (Benzema, Bale y Cristiano Ronaldo) colocando en un segundo plano tanto a Luis Enrique como a Carlo Ancelotti.
No sólo el título de la liga española o el de la Champions ronda en el pensamiento de Messi, ya que a mediados de junio comenzará la Copa América 2015, en Chile, y Leo ha hecho de este torneo la gran posibilidad de sumar su primer título con la Selección, luego del traspié en la final contra Alemania en el Mundial 2014. Ésto, además, puede servirle de trampolín hacia su otro máximo objetivo: la conquista del quinto Balón de Oro a expensas de un CR7 que hoy aparece en un amesetamiento al igual que el resto de sus compañeros. Y Leo, ya líder nato, percibe que nuevamente el único que puede superarlo…es él mismo.