A punto de cumplir 29 años, Lionel Messi ha conseguido ser el máximo goleador en la historia de la selección argentina. Es el mismo galardón que ostenta en la Liga de España en la cual es el mayor artillero de su historia, al igual que de Barcelona y ante los clásicos con Real Madrid. Además, es el único futbolista cinco veces Balón de Oro.
Juega como un extraterrestre y es tratado como un Dios, pero se comporta con un humano. Ante desopilantes episodios de fanáticos que muestran reverencia y delirio, Leo les cumple su sueño.
El gol de tiro libre que marcó ante Estados Unidos aquí en Houston fue el súmmum. Justo en la cuidad donde se encuentra el centro espacial de la NASA. ¿Será Messi un nuevo objeto de estudio para los astronautas?
Es que ensayó un remate desafiando los límites, ofreciéndole ventajas al portero norteamericano por disparar hacia su palo, pero sus esfuerzos serán en vano. El misil teledirigido de Leo impactó en el ángulo de la red, donde las arañas tejen su nido.
A veces pienso que si un concierto underground de Roger Waters no es para muchos por qué cualquier mortal merece sentir el placer de verlo jugar. Pero reflexiono y tal vez sea justo que el deleite que provoca ver su zurda y la pelota sea de entrada libre y gratuita a nuestros ojos. Leo nos hace amar la vida con goles como estos, y todos tenemos derecho a sentirnos felices.
Con esta obra de arte consiguió ser el máximo goleador en la historia de la selección argentina.
Esto ocurre cuando un artesano del soccer (así le llaman al juego más lindo de todos en este país), se calza los botines y se pone la diez.
La diez de Diego, a 30 años del más maravilloso gol que alguien haya marcado en una Copa del Mundo. Y de la mano de Dios. Si se eriza tu piel es porque te está cayendo la ficha de que los dos son argentinos.
Y a los que pretendan enfrentarlos y compararlos, recuerden que Diego a Messi lo ha llamado de Leíto. Son los dos nuestros. Y ésta Copa está a un paso de ir a la Argentina de la mano del Dios de hoy, Messi.
Porque en la intimidad de la selección sobrevuela una idea que tácitamente se juramentaron: ésta vez, no se escapa.