Al aspirar a un cuarto mandato, Angela Merkel aborda como favorita “la campaña electoral más difícil” desde hace décadas en Alemania, pero sale debilitada del congreso de su partido, que giró más a la derecha.
A la canciller le favorece que no tiene rival en su partido, la Unión cristiana-demócrata (CDU). Y nadie en la actualidad entre sus rivales socialdemócratas del SPD parece en capacidad de impedir que se mantenga en la cancillería tras las legislativas, que probablemente se lleven a cabo en setiembre de 2017.
Reelegida como jefe de su partido conservador el martes en un congreso en Essen, Angela Merkel reunió 89,5% de los votos. Nunca la dirigente de 62 años, que bate récords de permanencia en el poder entre los líderes occidentales, había registrado un resultado tan bajo desde que se convirtió en canciller en 2005. Hace dos años se acercaba al 97% de los votos en su partido.
Para la mayoría de los analistas, Merkel paga el precio de su política migratoria.
Al abrir las puertas de Alemania en 2015 a unos 900.000 solicitantes de asilo, en su mayoría musulmanes, provocó grandes turbulencias en este partido que durante décadas rechazó considerar a Alemania como una tierra de inmigración.
Al mismo tiempo, la derecha populista de Alternativa para Alemania (AfD) incrementa sus éxitos en las elecciones con sus ataques contra los migrantes y el Islam.
Muestra del descontento de la base de la CDU, los delegados del partido endurecieron durante dos días su discurso global sobre la inmigración.