El Tratado con China, votado esta semana en el Senado argentino, y la decisión de elegir en 2015 los parlamentarios nacionales al Mercosur, que ocuparán esos cargos a partir de 2020, pone en foco las relaciones económicas internacionales de la región. Esto nos lleva a la necesidad de un enfoque continental, considerando las dos alternativas realmente existentes.
Alianza del Pacífico versus Mercosur
América Latina se ha dividido en dos grandes bloques: Mercosur y Alianza del Pacífico. Se trata de dos espacios económicos rivales y antagónicos, que responden a distintas filosofías y principios; dos visiones políticas claramente opuestas. La Alianza del Pacífico la integran México, Colombia, Perú y Chile.
El Mercosur es liderado por Brasil, Argentina y Venezuela. También pertenecen Paraguay y Uruguay, pero cada vez con menos convicción: ambos se han anotado como observadores de la Alianza del Pacífico, cansados del maltrato sufrido por los socios mayores del Mercosur. La Alianza del Pacífico está más cerca de Occidente (sobre todo EEUU y Europa) y el Mercosur muestra mayor inclinación hacia Oriente (particularmente Rusia, China e Irán).
Las políticas macroeconómicas son claramente opuestas: en la Alianza del Pacífico, el Banco Central es autónomo y se focaliza en un objetivo crítico: controlar la inflación. La inflación en estos países es baja (5%). En cambio en el Mercosur, el Banco Central no es autónomo; está intervenido por el gobierno y omite su misión de proteger el valor de la moneda. El resultado está a la vista en la inflación de Venezuela (70%) y Argentina (40%), dos de las tres más altas del mundo.
La Alianza del Pacífico es un bloque abierto al mundo. Sus empresas deben competir a nivel mundial. Para ello, deben esforzarse en alcanzar estándares internacionales, tanto en producto como en procesos. Esta apertura es muy exigente para las empresas, pero también, reduce sus riesgos: cuando algunos países entran en recesión y dejan de comprar, siempre hay otros en un ciclo mejor y compensan las ventas.
Críticas a la Alianza del Pacífico
La debilidad de la Alianza del Pacífico es la superioridad industrial y tecnológica de las Grandes Potencias con respecto a los países de América Latina. Esta superioridad puede frustrar el desarrollo económico del bloque y tiende a primarizar sus economías. Esa es la gran crítica que le hacen los militantes del Mercosur a la Alianza del Pacífico.
De todos modos, esta norma dista mucho de ser una ley general. La industria automotriz de México ha alcanzado un crecimiento extraordinario gracias al TLC con EEUU. En la Argentina, la industria protegida de Tierra del Fuego es un mero armadero de piezas importadas (solo se fabrica allí tergopol para embalaje).
La subsidiada y superprotegida industria automotriz funciona con 80% de partes importadas. A ello se suma que empresas ícono, como Impsa, no logran mantenerse a flote. Además, la profundización de los acuerdos con China tiende a primarizar la economía del Mercosur: tanto Argentina como Brasil importan productos manufacturados y exportan materias primas al gigante asiático. El fortalecimiento de esta relación de dependencia tiende a agravar esta tendencia.
Objetivo original del Mercosur y su visión económica
¿Cuál era el objetivo del Mercosur y cómo surgió? En la mente de sus impulsores sigue predominando el paradigma de la segunda revolución industrial, con las fábricas de humo y chimeneas.
Entre 1930 y 1980, la mayoría de los políticos y los economistas de América Latina adoptó ese paradigma. Surgió el nacionalismo económico y las economías se cerraron. El resultado fue un sistema proteccionista, con industrias privilegiadas con subsidios y prebendas, que generaban inflación alta, a la larga, estancamiento económico. Junto con los gobernantes venales, los dueños de las grandes fábricas fueron los “niños mimados” del sistema: toda la economía nacional se subordinó a sus intereses; los “capitanes de la industria” gozaron de un mercado interno cautivo al cual le hacían tragar sus productos de alto precio y baja calidad. Abusaron del proteccionismo durante medio siglo. Se hicieron ricos a costa del atraso de todo el pueblo. Este sistema entró en crisis en los ‘80 y se dio por agotado.
Como solución se pensó en una apertura acotada del mercado y ese fue el sentido del Mercosur. Grandes expectativas se generaron en los ‘90 con la creación de este bloque regional. Sin embargo, 23 años después, los resultados son decepcionantes y nuevamente han surgido los síntomas de agotamiento de los ‘80: alta inflación, baja inversión, estancamiento productivo, pérdida de competitividad y fuertes pautas de corrupción.
¿Socios o enemigos?
El punto crítico de la construcción de un bloque regional es la capacidad de crear confianzas mutuas y ensanchar la sensación de pertenencia. Sentirse en un país amigo. Ello implica un esfuerzo grande de homologación de las políticas macroeconómicas para superar los nacionalismos antiguos y ensanchar el horizonte de ciudadanos y empresas.
En la Alianza del Pacífico, esto funciona bastante bien. Las medidas de confianza mutua han generado avances considerables. Las inversiones chilenas en Perú trepan a U$S 14.000 millones y las peruanas en Chile, a 8.000. Los cuatro países están avanzando en la unificación de sistemas financieros y mercados de valores.
En cambio, en el Mercosur los países parecen más enemigos que socios. El corte de los puentes a Uruguay ha generado una profunda herida en el país oriental. Y el trato de las empresas de los países miembro tiene una fuerte connotación negativa: el maltrato sufrido por Vale, segunda empresa mayor de Brasil, en Argentina, la llevó a retirarse del país, con una pérdida de 1.000 millones de dólares. El costo lo terminaría pagando Impsa, dañada en varios cientos de millones de dólares en
Brasil, en forma inmediata.
Particular incidencia tienen estas prácticas para la economía de Mendoza, en ramas clave como fruticultura y vitivinicultura: cada vez que hay desencuentros entre la Casa Rosada y Brasilia, la primera víctima son los vinos y frutas cuyanas.
El Mercosur es un bloque cerrado sobre sí mismo. Depende del mercado interno y regional. Y si esa dependencia se construye con un mercado tan poco confiable, evidentemente, se crea un ambiente de alta vulnerabilidad
Además, cuando la economía nacional se enfría y Brasil entra en recesión, las empresas argentinas se encuentran en problemas porque no pueden compensar esas bajas con otros mercados debido al encierro que fija el bloque.
Esta situación se agrava todavía más ante la falta de voluntad de coordinar las políticas macroeconómicas. El punto crítico fue la devaluación de Brasil en 1999: el real pasó de 1 a 2 dólares. De golpe, el mercado brasileño se cerró para los productos argentinos, lo cual agravó la crisis y condujo al default del 2001. Muchos olvidan el rol fundamental que tuvo Brasil en esa debacle.
¿Qué le conviene a Mendoza?
¿Qué puede hacer Mendoza en este escenario? Evidentemente, no puede cambiar por sí sola la política nacional. Pero puede abrir el debate y poner estos temas en la agenda. Para ello, tal vez, como Costa Rica, Uruguay y Paraguay, Mendoza podría solicitar el ingreso a la Alianza del Pacífico como observador. Ese solo hecho sería un llamado de atención poderoso para los gobiernos de Argentina, Brasil y Venezuela.
Fruticultura y Agroindustria
En el Mercosur las trabas impuestas complican la viabilidad de estas actividades. En cambio en la Alianza del Pacífico se dan las condiciones macroeconómicas para el crecimiento sostenido.
Chile es un buen ejemplo: exporta vinos por 2.500 millones de dólares y ya ha desplazado a Australia como cuarto mayor exportador del mundo. En fruticultura ocurre otro tanto, con exportaciones del orden de los U$S 3.000 millones. Esas actividades son viables en lo económico y muy relevantes en lo social, al generar 600.000 empleos.
Calidad institucional
También se suma la calidad institucional y gestión del Estado. Los países de la Alianza del Pacífico, a fuerza de firmar tratados con los países avanzados, han ido incorporando normas y prácticas que llevan al mejoramiento de la gestión del Estado. En esos tratados se incluyen cláusulas de calidad ambiental, social, laboral, comercial, económica y financiera, que empujan el sistema hacia arriba.
La certificación de Buenas Prácticas Agrícolas es un ejemplo significativo. Son grandes paquetes legales que la Alianza del Pacífico adopta para obtener el acceso a los mercados, y conllevan distintas normas que limitan el poder discrecional de los gobiernos y los empresarios.
Por ejemplo: las licitaciones públicas del Estado dejan de ser cajas oscuras, funcionales a la corrupción. Casos escandalosos como los de Petrobras en Brasil o las licitaciones truchas de Lázaro Báez en Argentina, ya no pueden ocurrir en la Alianza del Pacífico porque se adoptan sistemas de mayor transparencia y control. Se reducen los márgenes de corrupción para gobernantes venales y para empresarios amigos del poder.
¿Cómo puede explicarse que Lázaro Báez, cajero del Banco Santa Cruz hasta que los Kirchner llegaron al poder, le haya ganado durante 14 años todas las licitaciones a Impsa, empresa de prestigio mundial? ¿Cómo puede explicarse que Impsa haya ganado varias licitaciones y luego se las hayan adjudicado a otros, que presentaron ofertas de peor calidad? ¿Cuáles fueron las condiciones políticas y culturales que hicieron posibles estos escándalos que terminan por poner a la centenaria empresa mendocina de alta tecnología al borde del abismo?
Esta tendencia a las licitaciones oscuras se tiende a profundizar a partir del nuevo Tratado con China, que no solo no va a mejorar la calidad institucional argentina sino al contrario, tiende a debilitarla aún más, con la suspensión de facto de las leyes nacionales para autorizar contrataciones directas de empresas chinas y el empleo de mano de obra de aquel país no sujeta a leyes laborales argentinas.
El Mercosur, invocando el nacionalismo y la soberanía, ha logrado mantener el Estado en manos de los caudillos de turno y asegurar la reproducción de la corrupción.