Mendoza tiene una particular riqueza viva entre las comunidades de sus pueblos originarios que mantienen los saberes y técnicas ancestrales, transmitidos de padres a hijos. Manos de artesanos que tiñen, que tejen, que crean y en ese proceso, con cada nuevo objeto regalan parte de su cultura a otros.
Recorriendo parajes alejados hay quienes se dedican a llevar a la ciudad lo que los artesanos producen para así ponerlo en valor, rescatar su tradición y colaborar con su economía. Son los que trabajan en el Mercado Artesanal Mendocino (MAM), que funciona en el subsuelo del Ente Mendoza Turismo en la Ciudad.
El espacio, que en noviembre cumple 42 años, está en el corazón de la ciudad y sin embargo muchos mendocinos seguramente pasan por la puerta sin saber, sin sumergirse en ese mundo que conecta con las raíces profundas de nuestra identidad.
En el Mercado Artesanal hay mesas y espacios que muestran coloridos y vistoso tejidos con lana de oveja. Provienen de la zona norte y también del sur, cada uno con su propio estilo y diseño según los telares.
Cuelgan de las paredes objetos trenzados en cuero crudo, muchos de ellos de la zona de Lavalle, mientras que también de comunidades huarpes proviene la cestería hecha en junquillo, objetos ancestrales que conservan técnicas precolombinas.
Claudia Delicio es encargada de venta del mercado, hace 20 año que trabaja en el lugar y asegura que quiere jubilarse allí. "Esto es apasionante y lo más lindo es ir al campo y escuchar a los artesanos y sus historias", dice.
Poner en valor
El que dio vida al Mercado Artesanal es el programa más antiguo creado por ley en la provincia, tal cual destaca el responsable del lugar, Raúl Oribe. En sus espacios se suman los trabajos de unos 150 artesanos, una oferta de productores que llega a turistas y también a mendocinos. Aseguran en el lugar que los primeros compran asombrados.
El Mercado ha identificado y registrado a unos 800 artesanos mendocinos, pero Oribe explica que los recursos no alcanzan para comprarles a todos y especialmente se dificulta llegar a las zonas más aisladas. De todos modos, los objetos a la venta provienen del secano mendocino, especialmente de Lavalle, del Valle de Uco y también del sur de Mendoza, en particular de Malargüe.
Sergio González es oriundo de Asunción, en Lavalle y miembro de la comunidad Paula Guaquinchay. "Trabajo desde los 12 años y ahora tengo 48, desde aquel entonces es que le vendo mis cosas al Mercado", cuenta. Hace aperos para el caballo con trenzas de cuero, tarea que aprendió de su mamá y su papá que son crianceros. "Primero hacíamos cosas para nosotros y después lo vimos como algo para vender; es un aporte económico porque no hay una fuente laboral estable, y es que se necesita tener unas 600 cabras para mantener una familia de entre 5 y 7 miembros", comenta durante la charla.
Dice que como él, así aprenden los niños a partir de los 5 años y que al principio son los adultos quienes hacen las terminaciones. Asegura que los niños están interesados en aprender y que cuando los padres no saben, se aprovechan las capacitaciones que organiza el Mercado en cada lugar.
"No queremos que con el tiempo se pierda este conocimiento", dice. En su comunidad viven unas 450 personas, de las cuales unas 25 trabajan el cuero, mayormente varones, mientras que son unas 30 las que tejen con lana, generalmente mujeres.
Tradicional y folclórico
Oribe detalla que hay dos requisitos básicos para incorporar objetos: que sean tradicionales y folclóricos. Lo primero implica que se haya transferido el conocimiento puro de una generación a otra, cuando se pierde, también se pierde esta calificación. Lo folclórico implica un uso más allá de la ornamentación.
Es que estos elementos son usados cotidianamente por las comunidades: mantas, ponchos, vasijas y aperos para caballos por mencionar solo algunos. Sin embargo y en general, todos ellos adquieren otro uso cuando son vendidos en la ciudad, donde pasan a ser objetos de ornamentación. Por eso Claudia cuenta que un pelero (tejido que se usa para la montura del caballo), en la casa del comprador se trasforma, seguramente, en una alfombra.
Cada objeto a la venta tiene certificado de autenticidad y allí consta quién lo hizo y de dónde es. Ese objeto, único, es precisamente lo contrario de los productos masivos.
Cada pieza tiene un encanto mágico no solo porque es única sino porque lleva muchos días de trabajo y fue realizada por un artesano que dejó allí sus emociones.
"Ni aun queriendo copiar, una pieza puede salir igual a otra; es imposible porque nunca se trata del mismo material, cambia de un día al otro, por el clima y fundamentalmente por el estado de ánimo del artesano", explica Raúl.
“Ellos son diseñadores, son arquitectos y finalmente artesanos”, destaca y agrega: “No hacen un diseño en un papel, lo tienen en su cabeza y si demoran dos meses en hacerlo, la idea no cambia”.
Claudia detalla que desde el sur llegan tejidos con influencia mapuche, que se caracterizan por diseños geométricos mientras que los de telar criollo huarpe tienen franjas.
Para el artesano es el 70% del valor de venta del objeto; el 30% restante es el fondo que se deja el Mercado para logística y comprar nuevos productos. El lugar tiene además 225 objetos de museo, resguardados algunos de ellos desde hace 50 años.
Existe también una delegación en el sur mendocino, ubicada en la ruta 40, estancia La Orteguina, en Malargüe, espacio que funciona desde hace 25 años.
Para visitarlo
El Mercado Artesanal Mendocino es un programa de la Dirección de Economía Social y Asociatividad, del Ministerio de Salud, Desarrollo Social y Deportes de la provincia. Allí se consiguen objetos tradicionales surgidos de las comunidades de pueblos originarios, como tejidos para usar como caminos de mesa a $1.500, frazadas a $ 4.000 y ponchos a $ 2.500.
Está en San Martín 1133, de Ciudad, en el subsuelo del Ente Mendoza Turismo de lunes a viernes de 8 a 13.30. Hasta fines de noviembre se suman los sábados en el mismo horario. Teléfono 4-204239.