Francisco Fredes tiene 81 años, la mirada sonriente y la charla vital y activa, como si la edad no arrimara necesariamente achaques y pudiera ser sólo fuente de experiencia.
El hombre es profesor de yoga y va del living de su casa hasta el patio y de allí al salón -donde se reúne con sus alumnos- hablando de filosofía oriental con el entusiasmo de quien recién se inicia, aunque en realidad Francisco lleva 20 años enseñando a meditar y en todo ese tiempo ha formado a una decena de nuevos profesores.
“No se esfuerce por definir al yoga porque está inserto en la vida misma; si usted contempla un cuadro o si lo pinta ya está haciendo yoga.
Ahora que me escucha y toma apuntes para esa nota también hace yoga, porque tiene que ver con contemplar y estar concentrado”, explica con sabiduría y habla de los ocho peldaños del yoga, que van desde la pregunta por saber quién soy hasta llegar a la meditación, pasando por las posturas y el control de la respiración.
Fredes vive en San Martín, comenzó a practicar yoga de grande y se hizo profesor cuando se jubiló como auditor del banco Nación: “Eran otras épocas. El yoga era cosa de mujeres y la Iglesia nos trataba como a una secta”, recuerda sonriente; hoy, a su salón de yoga concurren casi un centenar de alumnos de edades y profesiones diferentes.
Incluso hay algunos ateos porque el yoga que enseña Fredes no tiene a la idea de un dios como centro sino que es la armonía del hombre el objetivo de esa meditación.
Paz interior
Francisco dice que uno tiene decenas de maestros a lo largo de la vida y que algunos de ellos no han tocado un solo libro. Asegura que la verdadera sabiduría está en vivir con el conocimiento recibido y que un denominador común de nuestra sociedad es el vacío y la insatisfacción: “Por eso es que la gente va al yoga buscando paz interior y armonía”.
Fredes practica un yoga terapéutico y advierte que hay posturas que algunos alumnos no deben ensayar, ya sea por edad o por alguna dolencia: “Una persona que tiene presión, por ejemplo, debe evitar posturas que le lleven un golpe de sangre a la cabeza”, dice y sigue: “Hay muchas variantes de yoga y yo recomiendo dos clases por semana y una linda caminata para complementar”.
Francisco integra la Asociación de Yoga del Este y habla de sus diferencias con otras organizaciones similares de Mendoza y el país de las que se apartó casi enemistado: “Hay quienes imaginan que estamos en la India y sostienen, por ejemplo, que un yogui debe ser vegetariano y que no puede tomar vino, estupideces de los que no ven que el yoga evoluciona y se adapta a las culturas”.
Este martes y como parte de las actividades por el Día Internacional del Yoga, en el Este habrá actividades en el terciario de San Martín, en calles Chubut y Balcarce. A partir de las 16 habrá un concierto musical, meditaciones, una muestra fotográfica y también gastronómica, una agenda abierta al público.
-Usted se jubiló del banco hace casi 20 años, ¿piensa jubilarse también del yoga?
-El yoga puede practicarse mientras el cuerpo lo permita pero ni siquiera así se llega a un final porque siempre nos queda la meditación, que podemos practicar hasta el último día.