En el período transcurrido entre fines de 1974 y 1978 se terminó de consolidar al seleccionado argentino como prioridad, tanto para la AFA, los clubes, los entrenadores y los jugadores como para el hincha. Hasta el Mundial’74, la cultura futbolera argentina tenía más puntos de contacto con las camisetas de cada equipo que con la albiceleste, excepto en el período fundacional ubicado en los primeros torneos sudamericanos.
Una representación improvisada en el Mundial’34 más la no participación en los Mundiales ’38,’50 y ’54 sirven como ejemplo, en todos los casos por cuestiones vinculadas a las altas esferas políticas que comandaban al Estado en los citados momentos y su vínculo con las máximas autoridades del fútbol nacional.
En Alemania’74 fue la eclosión definitiva; la bisagra que marcó un antes y un después en la consideración masiva de qué significaba la representación a nivel internacional. Argentina había llegado con un triunvirato de entrenadores (Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka) y con un plantel rico en individualidades debió volverse en segunda fase luego de ser goleada por Holanda (4-0), derrotada ajustadamente por Brasil (2-1) y empatado contra un equipo de segunda línea como Alemania Oriental (1-1).
El cambio revolucionario fue comandado por César Menotti, quien debutó como entrenador de la Selección el 12 de octubre de 1974, cuando en la cancha de River se enfrentaron Argentina y España (1-1). El “Flaco”, debido a los pocos días de trabajo, armó un equipo que combinaba a jugadores de los tres mejores equipos del momento (Boca, Huracán e Independiente). En esa formación, además del mendocino Roberto Rogel (autor del gol albiceleste), figuraba Vicente Pernía, quien más allá de sus limitaciones técnicas estaba llamado a convertirse en “el jugador del pueblo” debido a su entrega y sacrificio en cada partido, cualidades que lo convirtieron en un ídolo para los hinchas de Boca.
El “Tano” Pernía inauguró una camada de futbolistas identificados por la gente como prototipo de integrantes de la Selección. Parecía predestinado a convertirse en el lateral derecho del equipo nacional en el Mundial’78, casi sin derecho a la discusión. Sin embargo, el temperamento terminó jugándole en contra un año antes, cuando la AFA organizó una serie de compromisos relevantes con varias de las selecciones más poderosas de Europa en ese tiempo.
Así, en 1977, el ciclo de seis partidos se disputó en la Bombonera y el defensor xeneize fue titular en tres consecutivos (3-1 a Polonia, 1-1 con Inglaterra y 1-1 ante Escocia). Frente a los escoceses, precisamente, no pudo contenerse emocionalmente en una acción en la que se enfrentaba al delantero Willie Johnstone, a quien golpeó con alevosía y recibió la tarjeta roja inmediatamente; antes de irse del terreno, lejos de ofrecer disculpas o ayudar al adversario, le lanzó un escupitajo. Tal reacción le significó la exclusión definitiva del seleccionado.
Más allá de seguir siendo considerado “el jugador del pueblo”, lo cierto es que Menotti improvisó como marcador de punta derecho a Jorge Olguín (zaguero central de San Lorenzo), a quien le ratificó la confianza en el Mundial’78 más allá del clamor popular por Pernía. Fue tan presionante la situación, que hasta hubo un sketch televisivo en el cual el humorista Mario Sapag captaba la tendencia masiva de la tele audiencia imitando al DT con una frase inventada que se transformó en un latiguillo: “Pernía es triste, Olguín es alegre”. El entrenador mantuvo su posición con firmeza.
A Carlos Bilardo hubo situaciones similares que lo ubicaron en el ojo de la tormenta durante los Mundiales ’86 y ’90. En el primero, como “el jugador del pueblo” estaba consagrado unánimemente entre todos los sectores – ni más ni menos que Diego Maradona – se instaló en el inconsciente colectivo argentino la contrafigura del diez, en este caso el criticado hasta el hartazgo. Se trató de Ricardo Giusti, aquél volante derecho que se transformó en una pieza vital para el “Narigón” por su ductilidad para ocupar espacios defensivos en la zona del mediocampo.
Cuatro años después, aún con las espaldas cargadas de gloria por el gran logro en México, el técnico se vio cuestionado por las no convocatorias de dos ídolos de Boca y River, respectivamente, como Alberto Márcico (brillaba en Francia) y Ramón Díaz (goleador consolidado en Italia). En este caso ya no hubo uno sino dos “jugadores del pueblo”, pero el DT sostuvo su decisión y no los convocó.
Si bien Alfio Basile y Daniel Passarella sobrellevaron sin tantos inconvenientes las designaciones para los Mundiales ’94 y ’98, respectivamente, el llamado “jugador del pueblo” y su contrafigura reaparecieron previo a Japón 2002, cuando Marcelo Bielsa no le dio lugar a Juan Román Riquelme y sí, en cambio, llevó a Claudio Caniggia, quien se hallaba en una merma de rendimiento notoria. El propio “Cani”, quien no llegó a jugar siquiera ni un minuto, fruto de la impotencia se fue expulsado durante el juego Argentina 1 Suecia 1 (el partido que determinó la eliminación en primera fase) por una protesta desmedida cuando se hallaba en el banco de suplentes.
José Pekerman carga una mochila cargada de piedras desde el Mundial 2006, a partir de haber suplido a Riquelme en el segundo tiempo contra Alemania y, sobre todo, por no haberle dado minutos en cancha a Lionel Messi, quien venía de haber rendido satisfactoriamente en octavos de final frente a México y ya se había convertido en “el jugador del pueblo”.
Independientemente de que el equipo nacional haya perdido en cuartos de final frente a los locales, por penales, esa tarde en Berlín se clausuró la permanencia del DT en el puesto y su desvinculación fue anunciada apenas una hora después de finalizado el encuentro en el Estadio Olímpico de Berlín.
A Diego Maradona se lo cuestionó por la convocatoria de Ariel Garcé y las presencias de Jonás Gutiérrez y en menor medida de Nicolás Otamendi, pero no recibió críticas por la ausencia de un eventual “jugador del pueblo”. Distinto es el caso de Alejandro Sabella, quien tiene delante de sí un problema llamado Carlos Tevez, encima de un rol protagónico creciente en la liga italiana y en un equipo de la elite europea como la Juventus.
Sabella, en Rumania, volvió a cerrarle las puertas a “quienes no han sido convocados durante este proceso” y el caso parece cerrado. El DT sabe que el peso simbólico de “el jugador del pueblo” está encarnado en Tevez, a quien nunca aceptó la base del plantel. Y tuvo que optar, hasta que tomó la decisión que excluyó a uno para satisfacción de otros.