Los accidentes de tránsito en Mendoza volvieron a desnudar lo mal que se conduce en esta provincia, a juzgar por el saldo penoso de personas fallecidas y heridas en distintos percances durante el año.
Los Andes lo reveló en su edición del domingo 30 de diciembre, ya que hasta el 28 del mes pasado, y cuando faltaban tres jornadas para terminar el año, los caídos en rutas y calles de Mendoza sumaban 216. Un número alto, peligroso, y desafiante de las medidas de seguridad y los controles que la autoridad dice estar implementando.
El cierre del año tuvo el luctuoso y doloroso aporte de dos hechos que golpearon muy fuerte en los sentimientos y la conciencia colectiva de los habitantes. Nos referimos al vuelco de un transporte de pasajeros trasandino en Uspallata con el saldo de tres muertos (dos de ellos menores de edad), y al episodio que ya se denomina "la tragedia de la Costanera", donde en una secuencia, que podría haber sido evitada, se cobró la vida de Agustín (7) y Abril Kruk (3). En este suceso se reportaron conductas inapropiadas en los conductores protagonistas, los cuales ahora están en plena investigación judicial por sus comportamientos. Este drama, que como dijimos nunca debió desencadenarse, está lleno de circunstancias preliminares que asombran: uno de los participantes y principal actor del drama -el conductor de un automóvil Volkswagen Gol- no sólo no tenía licencia de conducir ni seguro obligatorio del vehículo, sino que además ingresó en el sentido opuesto, por una de las calles (Matienzo, de Guaymallén). Y, por otra parte, guiaba bajo los efectos del alcohol, ya que el control que le efectuaron marcó que tenía 0,69 miligramos por litro de sangre.
Habrá condenas seguramente para los participantes de este accidente y la comunidad espera que sean lo suficientemente duras en atención al irreversible daño causado, aunque las vidas de Agustín y Abril se perdieron a una edad temprana. Fue para estos infantes y sus progenitores el final inimaginado de un rato de diversión y alegría en una plaza a la que habían concurrido a jugar en compañía de la mamá.
El desgarro sufrido por los padres no será superado jamás. Y esta es la consecuencia irreparable de que dos o tres individuos manejaran imprudentemente, con el agravante de que uno de ellos lo hiciera alcoholizado, y circulara con total desprecio por el prójimo, incluso por la vida, sin registro y a contramano.
La sociedad quiere que estos casos sean evaluados y juzgados con severidad, con el convencimiento de que ya nada puede volver atrás.
Estos sucesos trágicos seguirán ocupando espacio en los medios de comunicación y golpeando a las familias si no se logra hacer cumplir las normas básicas de manejo defensivo.
Lo que se pretende es mantener la esperanza de alcanzar resultados positivos que permitan reducir o minimizar las consecuencias de esta "enfermedad social" que son los siniestros viales. Y el anhelo generalizado es que esto ocurriera en el corto y mediano plazo.
Pasadas las fiestas de fin de año, familias, grupos de amigos y compañeros de trabajo emprenden diversos desplazamientos de personas y vehículos por la vía pública, que se carga de automotores con los más diversos destinos.
A pesar de que no estamos atravesando un buen momento en materia de tránsito, no podemos dejar de ilusionarnos con el triunfo de la responsabilidad, como conductores aptos, sobre la desidia y el caos. Se debe poner especial atención a que cualquier maniobra o desplazamiento, corto o extenso, resulte sin ser una novedad para nosotros y terceros. Más allá de lo mal que nos fue en este capítulo en 2018, se puede rever el panorama comenzando por un rotundo cambio de mentalidad.
