Desde estas columnas hemos abordado en numerosas oportunidades el crecimiento exponencial que ha logrado la actividad turística en la provincia, a punto tal de convertirse en una de las fuentes principales de ingreso de divisas. Ese nivel alcanzado no es fruto de la casualidad. Surge de un fuerte impulso de la iniciativa privada que advirtió las bondades que ofrecía la provincia desde sus diferentes aspectos, naturales y económicos y los aprovechó al máximo, favorecidos por gestiones gubernamentales que acompañaron y no pusieron trabas a esas iniciativas.
El crecimiento del turismo responde a una tendencia mundial, a punto tal que se la ha considerado como la actividad económica que crece con mayor rapidez. Según la Organización Mundial de Turismo, el volumen de negocios iguala e inclusive supera a las exportaciones de petróleo, productos alimenticios o automóviles, convirtiéndose en uno de los principales actores del comercio internacional. Se asegura que en las últimas décadas se ha producido un crecimiento sostenido, a lo que suman las bondades de la actividad en el sentido de la expansión de la cantidad de empleos que genera, señalando en este aspecto que por cada visitante están "involucrados" entre 6 y 7 personas, comprendidas entre el alojamiento y las distintas actividades que desarrolle el turista.
Mendoza supo subirse al tren en el momento oportuno, con fuertes inversiones del sector privado, favorecidos por leyes que alientan la actividad.
Cabe recordar que hasta no hace mucho tiempo el aporte que la provincia ofrecía para atraer turistas se centraba en el parque General San Martín, el Cerro de la Gloria, el Aconcagua y las actividades que se desarrollaban con motivo de la Fiesta Nacional de la Vendimia. El cambio que se produjo fue constante y abarcó a todo el territorio provincial. En el Sur, San Rafael ha logrado insertar su nombre propio -como Carlos Paz o Mar del Plata- aprovechando sus virtudes naturales y convirtiéndose en pionero del turismo aventura. El crecimiento en el resto de la provincia ha sido más reciente, pero explosivo. Comenzó con el aprovechamiento del denominado turismo enológico -o enoturismo- cuando las bodegas advirtieron que la recepción de visitantes permitía alcanzar un doble objetivo, fidelizar la marca y ampliar la capacidad de negocios. Y lo que comenzó siendo un simple merchandising se amplió luego a la actividad gastronómica y concluyó con la construcción de hoteles junto a las bodegas. Debe advertirse también que en general se trata de una actividad con una demanda sostenida por sectores de alto poder adquisitivo, amantes del buen vino y de la naturaleza.
Ese prestigio alcanzado por la provincia ha permitido también generar que Mendoza se convierta en una plaza importante para la realización de congresos y eventos corporativos, lo que provoca un impulso extra al sector hotelero, tal como lo señala una reciente nota publicada por este matutino, en la que se indica también que sólo uno de los hoteles cinco estrellas tiene veinte congresos confirmados para el año en curso. Según señalan referentes del sector, los hoteles y emprendimientos enoturísticos de lujo finalizaron 2017 con ocupaciones de entre un 70 y un 90 por ciento, con un incremento del 20 por ciento respecto de 2016. El beneficio alcanzó también a complejos turísticos de alta gama ubicados en el Valle de Uco o en zonas vitiviníferas con importantes emprendimientos bodegueros.
Es mucho lo logrado y muy alto el prestigio alcanzado, por lo que el desafío también es superior y consiste en mantener esos valores. Con un agregado: intentar establecer los mecanismos para que haya mayor permeabilidad y el beneficio a los turistas alcance a los distintos estamentos sociales de acuerdo con su poder adquisitivo. Si nos atenemos a lo que a diario observamos en el radio céntrico, podremos advertir que resulta fundamental continuar con los caminos establecidos.