Este domingo los ciudadanos mendocinos eligen un nuevo gobernador. Nuestro sistema institucional no admite la reelección y mientras algunos creen que es un defecto, otros lo ven como una virtud. Lo cierto es que quien sea ungido, mujer u hombre, deberá enfrentarse a un modelo cultural que hace que el sector privado dependa en exceso del auxilio del sector público, aunque eso le reste recursos a los que realmente los necesitan.
La situación productiva mendocina tiene problemas de larga data. Hay cuatro oasis donde la urbanización pone en riesgo el agua disponible, mientras el sector agrícola derrocha agua para producir bienes de escaso valor en tierras de alto valor. El concepto de la gratuidad o subsidio retrasan la mejora de la productividad.
Es prioridad trabajar seriamente sobre los sectores más vulnerables que son los niños y las madres embarazadas con carencias alimentarias. Si se consigue sortear esa misión con éxito (una ardua y larga tarea) podrán incorporarse a un sistema educativo antiguo que debe adecuarse a los tiempos. La educación debe ser la piedra angular del desarrollo.
Deberían establecerse metas a largo plazo acordadas entre todos los actores, consolidando una verdadera política de Estado y evitar cambios de dirección cada vez que se modifica el signo político.
El gobernador no tiene muchas herramientas, ya que depende de la macroeconomía, incluso la creación de un banco estatal no le daría niveles de autonomía, toda vez que dicha entidad debe ajustarse a las regulaciones del Banco Central. Podría mejorarse la capitalización del Fondo para la Transformación, lo que le permite mayor flexibilidad ya sea para los destinos financieros como para la producción.
Una de las mayores trabas que tiene la economía mendocina es el elevado nivel de gasto público. El crecimiento del peso del Estado en los últimos 20 años en la economía ha sido incesante y no ha significado mucho progreso para los niveles de desarrollo ni para mejorar la calidad de vida de la población, ya que ha contribuido a poner trabas en el camino. Y esto no se resuelve argumentando que hubo funcionarios malos o buenos.
Lo malo es el sistema.
Con el tamaño del Estado está vinculado el sistema impositivo y es aquí donde hay que poner un especial énfasis. Hay que bajar impuestos, a otros hay que eliminarlos y algunos deben ser reemplazados por impuestos mejores. Hay que juntar todos los estudios disponibles para encontrar el sistema más eficiente pero partiendo de una nueva premisa: el tamaño del Estado debe tener un límite y cuanto más crezca la economía debe ir disminuyendo su peso relativo.
Los nuevos gobernantes se encontrarán con una limitación: la provincia tiene un importante endeudamiento tomado en dólares y habrá que medir muy bien los niveles de cumplimiento. Hay que recordar que cuando Argentina declaró el default en 2002 Mendoza siguió pagando e hizo honor a sus obligaciones. Reputación que no debe perderse
Uno de los desafíos productivos más trascendentes serán las políticas destinadas al cuidado del agua y del ambiente. Los efectos del cambio climático se notan hacen años con temperaturas más elevadas, menos nevadas en cordillera y más lluvias en el llano, con un sistema de distribución y consumo alejados de la escasez. Se debe comenzar a cobrar el agua por litro, en la ciudad, el campo y la industria.
En síntesis, la provincia de Mendoza tiene grandes posibilidades de crecimiento si se comienza a trabajar con inteligencia, con aplicación de tecnologías duras, blandas y de gestión, para mejorar la eficiencia tanto en el sector público como en el privado. Y debe darse una importancia muy grande a la innovación, que debería ser responsabilidad principal del sector privado y a su riesgo.
