Puede resultar que sean varios los factores que se concatenan, pero lo cierto y lo concreto es que Mendoza es una provincia "cara" en lo que a precios se refiere. Una situación que debería ser considerada por los actores de las diferentes actividades que se desarrollan y que terminan combinando el plano del turismo con el de la población en general que reside habitualmente en la provincia.
En los últimos meses, los mendocinos hemos sido testigos de los reclamos permanentes de parte de las entidades empresariales ante la diferencia de precios existentes entre Chile y la Argentina. Un tema que alcanza no sólo a Mendoza -en Buenos Aires se ofrecen paquetes especiales de compras en el vecino país- pero ocurre que la actividad local resulta más afectada en razón de que a los mendocinos nos queda "muy cerca" el poder acceder a los negocios chilenos. No por casualidad en la localidad de Los Andes, a sólo 270 kilómetros de nuestra ciudad, los emprendedores chilenos erigieron un mall (shopping) que suele permanecer atestado de mendocinos que van y vuelven en el día logrando importantes beneficios finales. Los comerciantes locales han denunciado que existen amplias ventajas competitivas a favor de sus pares chilenos, especialmente en el ámbito impositivo y laboral. Razones no les deben faltar porque situaciones similares se han planteado en Buenos Aires. Pero habría que explicar también por qué motivo los precios de muchos artículos están más caros en Mendoza que en provincias vecinas, como San Juan o San Luis, por ejemplo.
Una situación similar a la planteada se da en el caso de la hotelería y la gastronomía. Por diferentes cuestiones, en las que el snobismo tiene algo que ver, hay actividades deportivas, como las que se desarrollan con la nieve o turísticas, como el enoturismo, que superan en valores a las que puedan practicarse en otras zonas, como las sierras de Córdoba, por señalar un caso. En referencia a la nieve, esos precios pueden responder a que las empresas deben mantener una importante infraestructura, especialmente en lo relacionado con los medios de elevación y que la inversión es demasiado grande como para ser explotada a full durante dos o tres meses. Respecto del turismo del vino también es dable destacar que las bodegas han realizado importantes inversiones para la recepción de visitantes, aunque en este caso se combina el negocio gastronómico con la fidelización del consumidor respecto de determinadas marcas. Es real también que muchos -o al menos en su gran mayoría- asistentes a las bodegas son extranjeros para quienes un menú de tres platos, con un costo de 50 dólares, está dentro de los valores internacionales, o tal vez más bajos. Pero el mayor inconveniente se centra en el hecho de que los valores altos no se dan sólo en los restaurantes que funcionan en las bodegas sino que se expanden al resto de la actividad gastronómica. De manera tal que al mendocino medio se le hace muy difícil concurrir a almorzar o a cenar afuera, mucho más en el caso de una familia.
Con relación a nuestra principal industria, es sabido que quien viene a Mendoza compra un vino para regalar en su retorno de las vacaciones. Pero se encuentra con el hecho de que los precios de los vinos en las vinerías mendocinas son superiores a los que puedan encontrar en negocios similares de Tucumán, como señaló un habitante de esa provincia.
La industria del turismo en la Provincia ha crecido exponencialmente en los últimos años y Mendoza se ha convertido en uno de los principales centros turísticos del país. Esa distinción no es fruto de la casualidad sino del trabajo desarrollado por diferentes emprendedores. El desafío pasa entonces por lograr que ese turismo se multiplique y una forma de captar visitantes es a través de los precios. De lograrlo, el beneficio no sólo será para los turistas sino que también llegará al mendocino en general.