Las instituciones conforman reglas de juego creadas por el hombre para regir la vida de relación. Los distintos poderes del Estado, sus organismos, leyes, prácticas sociales, usos y normas consuetudinarias, organizaciones formales e informales constituyen parte del tramado que sostiene cualquier proceso de desarrollo de una sociedad.
Los mendocinos nos jactamos de nuestra institucionalidad. Nos caracterizamos por la “no” reelección de gobernador, el Departamento General de Irrigación, el horario de comercio, la Fiesta de la Vendimia y así una larga lista cuya extensión dependerá de la visión que tenga quien lo medite.
Pero la calidad institucional se mide por sus resultados. Y en este aspecto no creo que exista mendocino que no haga un análisis crítico frente a nuestra realidad y no tenga el gusto amargo en la boca de que podríamos y deberíamos estar mucho mejor, en todo sentido.
Precisamente el gran desafío que nos espera es de naturaleza institucional.
Desde hace ya un largo tiempo se habla del desarrollo de Vaca Muerta como la solución a muchos de los problemas que nos aquejan. La pérdida del autoabastecimiento, la falta de divisas para sostener el funcionamiento de nuestra economía. Todo el mundo opina, políticos, economistas, periodistas, es tema de conversación en reuniones de todo tipo.
Vaca Muerta es una formación geológica que, según los estudios actuales, contiene importantes volúmenes de recursos de petróleo y gas. Aclaro que hablo de recursos y no de reservas, entendiendo por tales cuando son posibles de ser producidos de manera rentable. Pero para que ello ocurra no son sólo necesarias condiciones económicas determinadas sino fundamentalmente condiciones políticas y estratégicas. Por esta razón es tan importante lo que ha de ocurrir con nuestro país y provincia el próximo año.
Tenemos la buena noticia que gran parte de Vaca Muerta yace bajo el suelo mendocino.
Tenemos la buena noticia que hay un horizonte muy importante para el desarrollo de los hidrocarburos convencionales.
Tenemos la buena noticia que bajo el suelo mendocino hay importantes volúmenes de recursos minerales, en particular metalíferos.
Todos sabemos que en Mendoza no es viable cultivar soja ni trigo ni maíz y tampoco desarrollar ganadería a escala. No somos parte de la Pampa Húmeda. Estamos fuera de esa otra gran economía.
Es una estupidez absoluta insistir en que es posible atender las necesidades que el crecimiento poblacional de Mendoza exige, mirando sólo los mismos escasos 4 % de territorio cultivado que históricamente han sido el artífice de esta provincia catalogada a nivel nacional como “rica”.
Es tarea de la clase dirigente, en su conjunto, articular los mecanismos para acceder a las condiciones necesarias para un desarrollo masivo de todos estos recursos, y como les agrada decir a algunos, con inclusión social.
Y cuando cito lo de inclusión social entiendo no sólo el caso de chicos con limitados recursos sino también de aquellos que, habiendo podido llegar a un nivel de trabajo y especialización, por posibilidades y fundamentalmente por esfuerzo, buscan horizontes fuera de Mendoza porque nuestra provincia no brinda posibilidades de despegue. Es importante que los hijos de esta tierra tengan posibilidades pero también es importante que, llegado el momento, no nos abandonen.
Es que el problema no es la escasez de recursos sino la escasez de buenas políticas de Estado a largo plazo e instituciones que funcionen. Para ello es necesaria una dirigencia a la altura de las circunstancias.
Líderes con audacia, con agallas, si se quiere hasta con cierto grado de vehemencia y osadía; candidatos con decisión de cambiar las cosas; partidos políticos que sean el espacio para la discusión de las ideas que luego se propongan a la sociedad; empresarios decididos a arriesgar, a poner una ficha más al progreso de esta tierra; entidades empresarias proclives a la construcción de propuestas de estrategias y no entes críticos esperando que venga todo del Estado; sindicatos que no agoten su misión en la pelea por el salario, discusión que se da especialmente en países con inflación descontrolada como el nuestro, sino en procurar una mejor calidad de vida de sus afiliados; estatales más comprometidos con sus responsabilidades y no piqueteando eventos internacionales dejando una estela de desprestigio difícil de remontar; universidades compitiendo por su calidad académica ofreciendo a la sociedad cuadros sólidamente formados; colegios profesionales, entes intermedios, todos pero todos, en forma individual y colectiva, tenemos un fuerte compromiso con Mendoza.
Hace poco hemos asistido, muchos como espectadores, y muy pocos como protagonistas, a la discusión que se abrió con motivo del tratamiento, en la Legislatura provincial, de la declaración de impacto ambiental de un pequeño proyecto minero en el sur provincial. Vimos asombrados cómo se generó una discusión interdepartamental con argumentos variados.
Que el agua... que el saqueo..., un verdadero diálogo de sordos que concluyó con cortes de ruta y un impresentable debate en la Legislatura. Chau proyecto.
Mientras tanto, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia mira de reojo el problema y dilata el pronunciamiento sobre la constitucionalidad de la ley 7722.
Me pregunto cuándo pondremos esta misma energía y encolumnarnos todos detrás de proyectos trascendentes para nuestra provincia que cambien su rumbo, como la concreción del proyecto Potasio Río Colorado; la construcción del dique Portezuelo del Viento que permitirá el trasvase de aguas del río Grande al río Atuel con un incremento en 100.000 has de cultivos bajo riego en la zona de San Rafael y, en particular, en General Alvear; la construcción de las obras complementarias del sistema Potrerillos condenado a pocos años de vida útil; la pavimentación de rutas provinciales como 180 y 182 en la zona de Malargüe, que permitirá la integración productiva de la zona más rica de Mendoza con Malargüe, hoy asediada desde Neuquén con oferta empresarial y laboral importante; el paso Las Leñas; la conclusión del paso El Pehuenche; la concreción del Parque Industrial de Pata Mora recientemente anunciado; el dique Los Blancos.
En Mendoza todo es muy lento, el tiempo pasa y pasa, miramos con envidia cómo la pequeña San Luis genera obra pública de importancia; los sanjuaninos con su desarrollo minero dando trabajo a empresas mendocinas que migran en busca de mejores horizontes y próximos a licitar el paso de Agua Negra; Neuquén que la vio venir hace tiempo y hoy su empresa provincial de energía tiene cerrados 55 contratos de asociación con empresas energéticas para proyectos en la provincia; ni hablar si miramos para el lado de Chile.
Nuestra institucionalidad nos pesa.
El correcto funcionamiento de las instituciones es un requisito central y piramidal para el crecimiento de una nación, de una provincia, pero éstas deben ser de calidad, y ninguna de éstas, aunque exhiba calidad, puede ser relevante si la sociedad y cada uno de sus integrantes no la reconocen y respeta.
Las provincias hemos delegado la capacidad de decidir entre lo que hay que hacer y de qué manera hay que hacerlo en manos del Estado central. Las leyes aprobadas y sancionadas en materia hidrocarburíferas como la estatización de las acciones de YPF, mal llamada de soberanía energética, y la reciente ley 27.007, derivada de un supuesto acuerdo de gobernadores, son una clara demostración de ello habiendo dado por el suelo con las facultades reconocidas por la Constitución y la Ley 26.197 llamada también Ley Corta. Todos nuestros legisladores, sin distinción partidaria, son responsables de ello.
La sociedad mendocina en general, y sus dirigentes en particular, debe pensar responsablemente de qué manera se avanzará hacia adelante. No sólo Iglesias, Cobos, Jaque y Pérez son los responsables de esta realidad... ¡¡somos todos los mendocinos!!