Hace unos días se realizaron en Mendoza ejercicios aéreos para actuar en casos de desastres naturales. ¡Excelente! Si Mendoza fuera castigada por un sismo de grado 7, o más, de esperar ayuda exterior deberíamos contar con suficiente capacidad hospitalaria y con la cantidad necesaria de material sanitario. La herencia que los sucesivos gobiernos han dejado nos encuentra con hospitales degradados y falta de elementos básicos.
Hay muchos locales con gran afluencia de público: restaurantes, salones para fiestas, etc, que funcionan en centenarias construcciones o en bodegas abandonadas y con algunas paredes apuntaladas. Ante un terremoto de gran magnitud, los concurrentes no tendrían posibilidad alguna. No existe ninguna ley municipal o provincial que permita habilitar estos locales. ¿Se puede pensar, entonces, que mediaron favores “en efectivo”?
Contribuyen a maximizar el problema muchos edificios y locales comerciales que carecen de luces de emergencia, señales de escape y cuyas puertas de salida abren hacia adentro. Hospitales, clínicas y centros de salud ¿cuentan con grupos electrógenos con capacidad suficiente? Los matafuegos han pasado de moda. Salvo algunas excepciones, en las paredes se ven nada más que los soportes.
He visto que algunos supermercados tienen tapada la salida de emergencia con montañas de mercadería y muchos boliches tienen la puerta de emergencia cerrada con candados.
Cuando se publicó la primera carta, nunca pensé que algún funcionario saliera disparado a impartir órdenes para clausurar en forma inmediata lo que para mí son bombas de tiempo. Pasados 7 meses, intenté por todos los medios conseguir una breve audiencia con el director de Defensa Civil, Marcelo Dapaz; jamás obtuve respuesta. Pensé que estaría muy ocupado (?) o convencido de que un terremoto es igual a una tormenta granicera.
También contemplé la posibilidad que perteneciera al club de funcionarios que, durante cuatro años, nunca miraron más allá de sus narices y bolsillos.
Conozco muy bien la provincia y no es descabellado pensar que si un sismo de gran magnitud ocurre un día viernes, sábado o domingo, las víctimas indirectas podrían superar a las causadas por el efecto directo del mismo.
Sugiero a Los Andes una consulta con especialistas del Cricyt y luego publicar el resultado.
Por último, hago un llamado al Arzobispado para que pida una revisión de varias parroquias. Quedó demostrado en 1985 que los desastres naturales no profesan ninguna religión.
Santos Isgró
DNI 6.898.411