Ayer fue noticia que aumentó el precio del pollo, y antes que había aumentado mucho el precio de las verduras. En todos los casos hubo dos explicaciones coincidentes: el impacto que el aumento de los combustibles generaba sobre los fletes y la especulación generada por los intermediarios.
El tema de los fletes se ha puesto de moda y, aunque es real, parece una excusa que se aprovecha para dimensionar cuando las condiciones de competencia son escasas. Y es más preocupante cuando vemos que nuestra estructura productiva quedó primarizada en manos de productores que vivieron siempre del auxilio del Estado que les cubría las diferencias. Hoy dependen de los funcionarios y de los intermediarios. Ambos los estafan.
Resulta casi patético pensar que Mendoza está en receso todo el invierno, pero lo que genera en verano no alcanza para cubrir todo el año de consumo. Las producciones hortícolas de invierno casi desaparecen porque no existen coberturas para proteger de las heladas y hay que depender de lo que viene de Salta u otras provincias. Hoy en Mendoza se vende lechuga originada en Uruguay, de mucha mejor calidad que la local y al mismo precio.
Según los datos disponibles, Mendoza ha sufrido una profunda caída en sus estructuras productivas. Hace 15 años, el PBG de la provincia representaba entre el 3,8% y el 4% del PBI nacional y en 2017 representó el 2,8%. Una profunda caída que, si la medimos en PBG per cápita, representa una caída mayor con una conclusión inevitable.
Mendoza se transformó en una provincia pobre, cuya clase empresarial cayó como el sapo que es colocado en una olla encendida con agua fría y no se da cuenta que se va cocinando. El Estado hace 40 años viene cocinando al sector empresario y, salvo excepciones honrosas, la mayoría se ha quedado sin capacidad de reacción e innovación. Solo son expertos en recitar dramas, problemas y excusas mientras invierten en costosos barrios privados y lujosos autos, como si vivieran en un emirato.
La sociedad civil se ha llenado de organizaciones que traban cualquier iniciativa planteando recursos de amparo, generosamente recibidos por la justicia, que hacen imposible cualquier innovación. Otros quieren volver atrás y que el Estado se siga haciendo cargo de ellos. Nadie pide libertad para producir y competir. Solo se pide protección y subsidios.
El sector productivo agrícola, salvo casos especiales, se encarga de generar productos de poco valor, que no se corresponden con el valor de la tierra, no saben comercializar y siempre piden ayudas estatales, subsidios para luz de pozos o agua a precio regalado.
Así no hay destino. Mientras cada vez más personas viven de salarios estatales (nacionales, provinciales o municipales), cada día se genera menos riqueza. En el esquema actual solo podemos esperar más pobreza y más conflictos sociales. Para vivir dignamente de lo que generamos, sobra 1 millón de mendocinos. O producimos más o algo grave va a ocurrir, incluso para los que creen que la tienen segura.