El excesivo y desproporcionado aumento de los costos en la industria vitivinícola en los últimos 10 años me preocupa enormemente, así como la pasividad de los productores y la indiferencia política respecto del tema. Si hago una simple proyección al futuro de los incrementos sufridos en los últimos años, llego a la triste conclusión mencionada en el título: en 18 años nuestra querida actividad dejará de existir e imagino que alrededor de 2028 celebraremos la última Fiesta de la Vendimia.
Hace unos 5 años, el DGI (Departamento General de Irrigación) de golpe y sin mejorar los servicios, modificó los aranceles anuales en forma obscena ya que fueron entre 350% y 500%, siendo la Institución (como muchas otras en nuestra querida Patria) juez y parte al mismo tiempo. Los usuarios/consumidores no tenemos una vía legal para oponernos. Consecuentemente, varios de mis vecinos no tuvieron otra alternativa que “bajar las persianas”, es decir, abandonar los viñedos.
Otra institución, en este caso nacional, el INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) -durante la última etapa de la “década ganada” y por orden kirchnerista- se convirtió en cajera de los sindicalistas. Intencionalmente digo sindicalistas (y no sindicatos), porque el óbolo, que es significativo y se basa en los quintales cosechados, trae muy pocos beneficios a los cosechadores que tenemos. Si esta recaudación no se convierte en una jubilación o en otras prestaciones para los trabajadores, entonces fue y sigue siendo un regalo de Cristina para los “Gordos”. No quiero entrar en la polémica -también gravísima- de los planes sociales que imposibilitan el reclutamiento de cosechadores.
Lo que sí quiero criticar es el perverso hecho de obligar a una institución nacional a actuar como recaudadora para un grupete de gremialistas privilegiados.
En tercer lugar, quiero mencionar los daños colaterales producidos por YPF y otras empresas sacando petróleo debajo de las tierras de nuestros viñedos. Los productos químicos que aparentemente se utilizan, han causado daños irreparables: todas las napas freáticas del agua subterránea están fuertemente contaminadas. Los productores que dependemos de nuestros propios pozos (ya que no tenemos acceso al servicio del DGI) teníamos que enfrentar un costo descomunal para buscar agua saneada a mayor profundidad. Ejemplo: hace 15 años, las napas superiores con una profundidad de unos 70 metros, contenían agua no contaminada; hoy, para tener agua limpia, tenemos que perforar hasta 270 metros. Hoy la inversión en un pozo nuevo se calcula en 120.000 dólares. Un productor pequeño o mediano no tiene los medios para enfrentar esa inversión. Se están perdiendo anualmente miles y miles de hectáreas cultivadas por esta problemática.
El cuarto ítem que perjudica nuestra actividad es el nacimiento (hace 2 años) de un segundo impuesto inmobiliario, en este caso “inventado” por la Municipalidad de Luján de Cuyo. Debemos ser el único lugar en el mundo donde dos gobiernos diferentes (provincial y departamental) cobran el mismo impuesto. Una vez más, los perjudicados no tenemos voz ni voto, ni tampoco la opción de una defensa judicial. Otra institución que actúa como juez y parte.
El último factor, y tal vez el más grave y el más determinante en la matanza, en el exterminio acelerado de los viñedos de nuestra querida Provincia, también es político, sobre todo político. Estoy hablando del súper mega tarifazo de la energía eléctrica. El cambio a una profundidad de casi cuatro veces más ya implicó un aumento que es prohibitivo. Pero los incrementos en el costo de la energía eléctrica sufridos en los últimos 6 meses -y a sufrir en los próximos- hacen nuestra industria lisa y llanamente inviable, imposible. Nadie, y lo digo una vez más y con énfasis, nadie puede enfrentar un costo energético anual de 10.000 pesos por hectárea o de casi 14.000 pesos a partir de marzo.
Llamo a la solidaridad de mis colegas, pero sobre todo quiero hacer un llamado de suma urgencia a nuestro Señor Gobernador: Si no toma inmediatamente medidas correctivas, el grotesco escenario arriba mencionado se convertirá en realidad.