Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
La provincia de Mendoza está estancada en una situación compleja que no le va a permitir despegar con la velocidad que todos quisieran y esto deriva de las erráticas políticas anteriores que han generado un déficit estructural que llevará tiempo corregir, pero que primero debe ser identificado, aceptado y tomado en cuenta.
En los últimos treinta años, la provincia ha sufrido un retraso notable y, salvo pequeñas excepciones personales o sectoriales (como un sector de la vitivinicultura), el resto de las actividades viene mostrando un retraso notable que ha hecho perder a la provincia el liderazgo regional y la mística de trabajo que dejaron los inmigrantes.
En estos últimos años, hemos perdido calidad dirigencial, tanto en lo político, en lo gremial como en lo empresarial, y eso es el producto de la decadencia cultural. Pero lo esencial fue que la decadencia fue la aplicación de políticas proteccionistas y populistas que tiraron por tierra el empuje que había hecho crecer a Mendoza durante 100 años.
Aunque parezcan elementos que no tiene relación, Mendoza debe comenzar a solucionar en forma urgente dos temas vitales; la educación y el ordenamiento territorial.
La quiebra educativa
Mendoza está ante una situación de virtual quiebra de su sistema educativo, un sistema organizado para beneficio de los actores que solo toma a los alumnos como excusa para justificar la existencia de miles de privilegios. Es verdad que hay una gran cantidad de docentes que tienen verdadera vocación, pero la mayoría se sienten frustrados por un sistema basado en reglamentos y mecanismos obsoletos y muy estructurados que no le dan al docente la libertad de crear y motivar a sus alumnos al aprendizaje.
Los alumnos viene súper motivados por el impacto de la tecnología y el aprendizaje no formal supera en cantidad y atractivos al aprendizaje formal. Además, y como efecto de la modernidad, esos niños jóvenes han sido abandonados por sus padres y dejados en manos de una nueva niñera: la tecnología, que vino a reemplazar a la televisión, que cumplía ese rol hace 30 años.
El problema es que la información no formal necesita ser encausada para transformarla en conocimiento y que ciertas ciencias como física, matemáticas o química solo se pueden aprender estudiando y no a través de las redes sociales. El reciente fracaso en los exámenes de ingreso a Medicina o Ciencias Agrarias son la muestra más palpable del fracaso.
La educación es el factor fundamental de integración social y por eso debe apuntar a los más altos estándares, no solo en los conocimientos sino también en los valores y actitudes que se les transmitan a los alumnos. De esto va a depender su futuro en la sociedad.
El problema es más grave si hacemos una proyección del futuro. Si en un futuro mediato Mendoza recibe inversiones, que implican mejoras tecnológicas en los sistemas productivos, necesitará recursos humanos formados para poder ocupar los puestos de trabajo potenciales. Pero el dilema es que, si no existen eso recursos humanos capacitados, es posible que las inversiones no lleguen pues no tendrá quien las opere. Por lo tanto, el futuro de las inversiones dependerá de la calidad del sistema educativo. Se dará, en forma ineludible, el principio de que la calidad de las empresas de un país depende la calidad de las escuelas del país. Esto es aplicable a la provincia.
Y en este caso es lamentable la ausencia de los empresarios, como demanda genuina, marcando los conocimientos necesarios actuales y futuros que pueden requerir a los postulantes a ocupar cargos en sus empresas. Hasta ahora los empresarios casi no se han involucrado y no se dan cuenta que ellos y sus empresas no podrán crecer con el resultado actual del sistema educativo.
El desorden territorial
Mendoza presenta un peligroso cuadro de desorden territorial que les está costando perder valiosas tierras productivas en manos de una urbanización desordenada que pone en riesgo el delicado e inestable ecosistema de los oasis mendocinos, sobre todo el del norte, que es el que está en una situación crítica.
Este desorden requiere urgentes medidas y no se aprecia de parte de la dirigencia política el nivel de compromiso y convicción necesarios para ponerle freno, más allá de discursos que ya nadie cree. Solo algunos municipios tibiamente han puesto algunos frenos pero han sido eludidos fácilmente con la figura de los fideicomisos y se ha seguido avanzando.
El origen del problema es que no se ha legislado en Mendoza sobre la Unidad Económica Mínima, para evitar que se siga subdividiendo la tierra por efecto del sistema de las herencias obligatorias del Código Civil. Así, nos encontramos en el cinturón productivo con una gran cantidad de minifundios no rentables cuyos propietarios optan por venderlos a valor inmobiliario, con los cual obtiene mucho más que como tierra productiva.
Y el problema no solo se podrá ver en el terreno económico, en la existencia de canales de riego que ya no tiene destino productivo sino para regar jardines, en la caída de la producción de hortalizas que abastecían a la población, sino que impactará en la salud pública. El avance sobre tierras productivas generará un aumento de la temperatura del oasis y una mayor contaminación del aire, con su secuela sobre enfermedades alérgicas y respiratorias, como mínimo.
Hasta ahora se mantiene dormida una reglamentación en la Legislatura, sobre la cual peronistas y radicales se echan culpas por no haberla aprobado. Mientras tanto, los desarrolladores inmobiliarios avanzan sin pérdida de tiempo, mientras a nuestra clase política no le interesa este tema en absoluto.
Sin un ordenamiento territorial serio no habrá condiciones para atraer empresas a instalarse y con ello no vendrán inversiones. Es muy grave la limitación que la falta de esta norma genera para pensar en el futuro desarrollo de la provincia.
Educación y ordenamiento territorial son las grandes debilidades que el sistema institucional mendocino debe abordar en forma seria y como Políticas de Estado porque las decisiones que hoy se tomen tendrán efectos a largo plazo.