Mendoza, su cultura y el vino

En esta nueva Vendimia puede resultar útil, tanto para los mendocinos como para los miles de visitantes que vienen a compartir festejos, recordar el significado profundo de la vitivinicultura para nuestra provincia, tanto en lo económico como en lo cultur

Mendoza, su cultura y el vino

La Mendoza moderna, como sociedad y geografía, ha sido moldeada por la vitivinicultura desde las últimas décadas del siglo XIX. El sistema de riego y la legislación del agua posibilitaron el constante aumento de la superficie cultivada con vid y más tarde también con frutales.

Esos cultivos crearon una geografía económica y social. Impulsada por la conveniencia de implantar viñedos y construir bodegas, se fue produciendo un proceso de subdivisión de la tierra que, hasta fines de aquel siglo, estaba concentrado en grandes propiedades, generalmente de familias tradicionales.

Fue surgiendo así, en no muchas décadas, una economía que, usando el agua de riego en una superficie que es una pequeña proporción del territorio provincial, se destacó en el concierto nacional por su pujanza y la particular distribución de la propiedad. Una economía y una sociedad con una cantidad de propietarios agrícolas, sin comparación alguna con otras provincias, salvo San Juan.

También al ritmo del crecimiento rápido de la superficie implantada surgió una institución llamada a tener una significativa trascendencia económica, social y cultural: el contratista de viñas. Una especie de socio del propietario que asumía la responsabilidad de plantar y cuidar el viñedo, recibiendo en pago una suma fija por hectárea y un porcentaje de la uva cosechada. Esta institución, hoy casi desaparecida, permitió a muchas familias convertirse en pequeños propietarios.

Ya en las primeras décadas del siglo XX había bodegas monumentales por su tamaño y arquitectura y propiedades cultivadas de grandes extensiones, conviviendo con otras pequeñas, configurando un paisaje único. Las grandes bodegas contaban con el tren que llegaba hasta ellas, formando una red ferroviaria envidiable. Parte de ella aún existe en estado de abandono o casi. Los apellidos de las bodegas dieron origen y nombre a pueblos y caminos.

Quizás el fruto más importante que produjo la vitivinicultura, en la conjunción de una relación estrecha entre propietarios, contratistas y obreros (prácticamente todos especializados sea en cultivos o el trabajo en bodegas), haya sido una acendrada cultura del trabajo.

Lamentablemente la crisis de las últimas décadas del siglo y los cambios producidos en el país se llevó buena parte de aquella economía, de aquella sociedad, de aquella cultura. Sin embargo, la respuesta de la vitivinicultura a la crisis fue la de reconvertirse y resurgir.

Así, a pesar de que el peso de la vitivinicultura en la economía provincial es hoy mucho menor que hace 40 años, sigue dando su impronta a la provincia, en algunos aspectos mejor que antes. Mendoza es visitada cada año por miles de extranjeros atraídos por bodegas, viñedos y buenos vinos.

Por cierto que es en el producto, el vino, donde se ha producido el cambio más importante; la enorme mejora de la calidad de las uvas y las bebidas, compitiendo hoy en el primer nivel en el mundo lo que sostiene todo lo demás. En torno a esta nueva vitivinicultura surgieron nuevas profesiones y especialidades y se han fortalecido otras antiguas. Estos cambios han abierto posibilidades de trabajo a una nueva generación de jóvenes capacitados y emprendedores.

Hoy es obligación de las empresas ser socialmente responsables, tanto con la gente como con el medio ambiente. Vale recordar que las grandes empresas vitivinícolas de la primera mitad del siglo pasado hicieron aportes a la educación construyendo escuelas, viviendas para el personal, salas de primeros auxilios, maternidad, hospitales, clubes sociales y deportivos.

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