Al suscribirse los acuerdos para la conformación del Mercosur -el tratado de Asunción, en 1991- se fijaron pautas a respetar por los cuatro países firmantes. Se dispuso la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países miembros, el establecimiento de un arancel externo común, la coordinación de políticas macroeconómicas o sectoriales y la armonización de las legislaciones para lograr “el fortalecimiento del proceso de integración”.
Pero a pesar de los años transcurridos, esos objetivos se han cumplido sólo en parte, porque el arancel externo común tiene excepciones o “perforaciones” ya que cada Estado puede confeccionar una lista de aquellos productos a los cuales ese arancel no se aplica y todos los países pueden actualizarla semestralmente.
También hubo excepciones en lo relativo a la libre circulación de bienes en razón de que en algunos rubros los países intentan proteger sus producciones locales y son esos aspectos los que precisamente generan inconvenientes y planteos entre las respectivas cancillerías; lo que ha afectado esencialmente a Mendoza.
Primero debió aceptar la cupificación de vinos hacia Uruguay a la espera de que ese país pudiera adaptar su vitivinicultura y paralelamente continúan los inconvenientes con Brasil, que no suscribió el Protocolo Vitivinícola por presión de los productores de Río Grande do Sul, que continúan manteniendo viñedos de baja calidad enológica.
Otro de los productos severamente afectado es el del durazno enlatado en razón de que Brasil -también para proteger a sus productores- impuso un cupo, que fue superado en su oportunidad, lo que motivó que ese país impusiera trabas para el ingreso de cinco millones de latas de producto mendocino. La situación motivó que las autoridades locales decidieran avanzar sobre un plan que contemple, por un lado, intentar destrabar el ingreso de duraznos a Brasil y, por el otro, favorecer, a partir de estímulos para el transporte, la inserción del producto a los mercados de Venezuela, Colombia y México.
Mendoza tiene una fuerte Brasil-dependencia para la colocación de sus productos en el exterior. De acuerdo con los datos proporcionados por ProMendoza, en 2010 fue el principal mercado hacia el cual se derivó la papa (por 500 mil dólares), cebollas (14 millones), ajos (76 millones), zanahorias (259 mil), uva en fresco (883 mil), cerezas (1,2 millones), ciruela en fresco (4,9 millones), aceite de oliva (6,4 millones), tomates enlatados (751 mil pesos), aceitunas preparadas (47,7 millones), duraznos adulcorados (el que actualmente tiene problemas, por 2,6 millones) y en el caso de los vinos, figura en el tercer lugar, después de Estados Unidos y Canadá, pero recibiendo vinos mendocinos por 48 millones de dólares.
Brasil es un mercado apetecible para todos los países, por su gran población y por el creciente poder adquisitivo que se observa en los últimos años. De allí que resulte importante la gestión que se desarrolla en procura de mantenerlo para la salida de los productos, pero también debe procurarse abrir nuevos mercados a los efectos de evitar los inconvenientes que actualmente se están produciendo con el durazno enlatado.
Los propios exportadores han coincidido en señalar que es necesario buscar otras opciones pero para ello también deben aplicarse medidas que permitan que los productos mendocinos puedan alcanzar niveles de precios que permitan su competitividad ante la presencia de otros países con menores costos, especialmente en mano de obra, como sucede con China o con aquellos que subsidian las producciones, como pasó -hoy no sucede por la crisis- con los países europeos.
