Mendocinos presos en Chile: “No me gustan las bandas; yo pasaba la droga por mi cuenta”

Desde la cárcel de Los Andes (Chile), un pequeño traficante de marihuana oriundo de Bermejo cuenta su modus operandi y por qué le convenía ser un “emprendedor” más que una mula. Y el increíble modo de cómo lo detuvieron. “Perdí por una foto”, asegura.

Mendocinos presos en Chile: “No me gustan las bandas; yo  pasaba la droga por mi cuenta”

Hacia el 17 de setiembre de 2013, Carlos Alarcón, mendocino de 27 años, había pasado más de veinte veces a Chile por el complejo fronterizo Los Libertadores. Entraba un día de semana y regresaba a Mendoza una o dos jornadas después. Eso lo hizo por más de dos años. Pero desde el mediodía de aquel 17 de setiembre ya no volvió a su provincia.

Fue el día en que los agentes de la PDI de Chile descubrieron que en el colectivo en el que Alarcón viajaba, llevaba 1,200  kilos de marihuana y que eran de su propiedad. Desde entonces, Carlos está preso en el Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP) de Los Andes, Chile, condenado por narcotráfico a cinco años y un día.

En poco más de dos años debería quedar en libertad. "Mientras tanto, estudio y aprendo un oficio que no conocía: hacer carteras y monederos de cuero con chaquetas viejas", dice el preso mendocino.

"Aquella vez yo traía, como siempre, marihuana de Mendoza a Santiago, la llevaba escondida en el baño del bus", rememora Carlos, que sonríe siempre y habla con voz finita.

“Che Carlos” -así le llaman en el penal chileno- ya había tenido un traspié narco en una de las terminales de Santiago, cuando cayó con una dosis menor de la misma droga. "Estuve unas horas preso y me dejaron volver, pero tenía que regresar una vez por mes a Chile para firmar en el juzgado". Lo que no dice es que muchas veces en las que viajaba para firmar llevaba algo de droga consigo para hacer su negocio.

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Alarcón es reticente a dar demasiados detalles de su accionar, algo que, por no incriminarse aún más, les es común a los que se dedican a este negocio ilegal. De todos modos, el joven otorga algunos datos. "Yo siempre trabajé por mi cuenta en esto. A mí no me van las organizaciones porque no conocés bien a nadie y porque además pagan muy poco por el kilo que pasás".

“Che Carlos” saca cuentas mentalmente mientras fija la mirada en el techo de la cárcel pintado recientemente de colores pasteles. "A ver, (las organizaciones) te pagan 200 dólares por pasar un kilo; bueno, yo por mi cuenta me llevaba dos mil 300 dólares, con la misma cantidad y con el mismo riesgo".

El mecanismo no es complicado: "En Mendoza conseguía mi platita y compraba mi kilo o medio para pasar. Siempre lo hacía en buses. Con 100 o 150 dólares me hacía del bagayo (cargamento) y después sacaba el pasaje en una empresa de buses (tratan de alternar, no viajan siempre en la misma) y llegaba a Santiago, donde ya tenía mis contactos: les dejaba el paquete, me daban la plata y me volvía a Mendoza uno o dos días más tarde, después de dormir en un hotel de una estrella".

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Los viajes frecuentes sin explicaciones válidas constituyen uno de los indicios que llevan a los investigadores a sospechar de esos periplos. "Una vez que se detiene a un particular con droga, desde la Fiscalía pedimos el registro de viajes que el sospechoso ha hecho entre Mendoza y Chile por la vía que sea, y casi siempre sale a la luz que antes de ese viaje, ya han hecho muchos más antes de ser detenidos", trae a colación el fiscal general de Los Andes, Ricardo Reinoso, en entrevista con este diario.

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Después de un proceso bastante corto, Che Carlos fue condenado a la pena de cinco años y un día. El martes 17 de setiembre de 2013 el joven de Colonia Segovia, de por entonces 27 años, terminó apresado. Su captura resultó bastante absurda y se debió, entre otras cosas, "a cierto relajamiento que les invade a quienes se acostumbran a que les vaya bien con ese comercio y se relajan. Creen que siempre les va a salir hasta que los pillan", cuenta el subcomisario Luis Belmar, a cargo de la Brigada de Narcotráfico de la PDI.

"Mi caso fue curioso -sigue Che Carlos-. Yo había ido con un amigo que viajaba en otra butaca del bus. Pero la noche anterior, a este flaco se le había pasado la mano con el trago y escondió su parte de la droga, pero lo hizo muy mal. El tema es que cuando llegamos a la aduana chilena, no tardaron nada en encontrarle el bagayo y lo agarraron; creo que todavía estaba en pedo cuando pasó eso. Previamente, cuando nos hicieron bajar del colectivo en Argentina, yo cometí mi error: nos sacamos fotos con mi amigo por más que durante el viaje no mostrábamos que íbamos juntos".

Cuando los detectives de la PDI detuvieron al amigo de “Che Carlos” se dieron cuenta de que en la cámara digital aparecían fotos de minutos atrás, en las que los dos jóvenes salían abrazados y sonrientes bajo los copos de nieve en la alta montaña. De inmediato volvieron a revisar el bus.

"Entonces fueron para el baño y encontraron mi paquete; llevaba casi un kilo que estaba camuflado entre el papel higiénico del baño". Según el expediente, el falso papel confort tenía manchas marrones -como de restos de excremento humano- con la idea de que nadie lo tocara. "Además, le había puesto algo de una grasa de esa que confunde a los perros rastreadores".

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"Eso es lo malo de traficar marihuana. Uno cree que esa plata fácil va a ser siempre fácil, y eso es un error. Si ganás plata fácil te la gastás fácil y decís: no importa, total después la hago de vuelta. Pero eso lo aprendés una vez que estás encanado, como estoy yo".

Una vez libre, “Che Carlos” tiene en mente no volver a la Argentina y dedicarse "a poner un negocio rentable por mi cuenta. Es difícil que te den trabajo como empleado cuando tenés antecedentes como los míos", cuenta al tiempo que el encargado de prensa de Gendarmería de Chile, Sergio Calvo, le indica que en Chile se está gestando un programa "limpiar los papeles" para que las personas con antecedentes penales en cierto tipo de delitos no aparezcan con la mancha de "con antecedentes", que tan complicada les hace la reinserción a muchos ex convictos.

“Che Carlos”, además, no es padre, algo de lo que está casi orgulloso. Y deja un consejo: "Menos mal que no tuve hijos, la gente como yo, no debería tenerlos. Por lo menos hasta que organicemos nuestras vidas de calle y de descontrol. Acá veo niños que vienen a ver a sus padres presos y es una güevada verlo.

Mi papá también estuvo preso; los menores ven lo que hacen los mayores y eso es una mala influencia; uno ve cómo se toma un traguito y después otro. Luego te mandás una cagada como hice yo y quedas marcado para siempre", dice mientras maldice aquel mediodía en que se desató una nevada y los copos caían con lentitud sobre las cabezas de él y su amigo, invitando a sacarse una foto como la que lo envió a la cárcel donde está ahora.

"Se portan bien"

En Los Andes, la primera ciudad que aparece después de la frontera, ubicada a 32 kilómetros de Los Libertadores, está el Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP), que entre varones y mujeres imputados y condenados suma 42 detenidos extranjeros de un total de 300; de esos, 18 son de Mendoza, y están detenidos por delitos vinculados con el narcotráfico.

El penal está bajo el mando del comandante Walter Muñoz. Se trata de un centro de detención de seguridad mediana (no hay presos peligrosos allí).

"En líneas generales, los detenidos de Mendoza no generan problemas -opina el comandante-, además la mayoría de ellos están enmarcados en las distintas actividades que tenemos acá. Por ejemplo, todos ellos estudian porque saben que con eso hacen conducta para acceder a algún futuro beneficio".

Del mismo modo, Muñoz indicó que un total de tres detenidos oriundos de Mendoza no volvieron de sus salidas transitorias.

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