Como argentino, tengo que preferir pasear por mi país. Una vez conocido, debería optar por América Latina. Ésa fue la idea de este viaje.
Vuelo directo
Con la inauguración de los vuelos directos a varios países de América Latina, los viajes se han incrementado a estos lugares. La conexión más directa a los destinos elegidos y las fechas, me hicieron optar por Copa Airlines, a la que no conocía. Me sorprendió muy bien ya que fue absolutamente puntual. A la hora prevista despegamos y llegamos en el horario anunciado: 6 horas y 20 minutos de vuelo, exacto hasta Panamá. En el aeropuerto estábamos en tránsito y dos horas después salimos para República Dominicana. En dos horas más llegamos a Santo Domingo. En el aeropuerto nos esperaba un minibús que nos dejó en nuestro destino. Nos acomodamos e inmediatamente fuimos a conocer el centro. En primer lugar la Catedral, ubicada en una plaza céntrica donde están todas las autoridades comunales. Santo Domingo es una antigua ciudad, la primera como tal de toda América, de 1511, de la cual se conservan numerosos edificios. Es Patrimonio Mundial de la Humanidad, según la clasificación de la Unesco. El país tiene 48.310 kilómetros cuadrados, un tercio de la superficie de Mendoza aproximadamente. Haití tiene el resto de la isla, hacia el Oeste, con 27.750 km2. La población es de 10 millones de habitantes, gran parte de los cuales viven en la capital, Santo Domingo, que es la mitad de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene una altísima densidad poblacional.
Son un pueblo alegre, amigables, con todo el ritmo que tienen los pueblos que no sufren climas extremos. Hasta te contagian y estás todo el día saludando para todos lados, cosa que no he visto en otro lugar del mundo.
Estuvimos alojados en la ciudad Vieja, a media cuadra de una larga peatonal (como 10 cuadras) que conduce al puerto. En el camino al hotel vimos un enorme monumento a Colón, como una gran cruz, que tiene un museo, pero justo llegamos en día feriado así que no pudimos visitar ninguno. Anduvimos en un trencito llamado Chu-chu, que recorre las calles por donde hay lugares para visitar. Entre las innumerables órdenes religiosas que vinieron a evangelizar, están los Jesuitas, Mercedarios y Dominicos. A la única iglesia que entramos fue a la Catedral, donde el arzobispo celebró misa y el lavado de los pies, además de la Eucaristía. Además, un lindo coro que cantó canciones que todos conocemos, por suerte.
La iglesia, primera en América, de 1514, gótica, perfectamente conservada.
No se pueden tocar los frentes de los monumentos, aunque sí hacer reformas por dentro. Me llamó mucho la atención que los frentes de las casas no tienen más de 7 metros y aprovechan las mismas paredes, compartiendo medianeras. Las cuadras son de más de 100 metros y pocas tienen ochava.
No construían más de 3 plantas: planta baja, primero y segundo piso. En la parte nueva, que no conocimos, a lo lejos se pueden ver edificios en torre, como en cualquier ciudad. Si hubiera sabido toda la riqueza que tiene esta ciudad, hubiera planeado quedarme una semana, por lo menos.
Bayahibe
Dos días después viajamos a Bayahibe, a 126 kilómetros aproximadamente, al Este de Santo Domingo, trayecto que realizamos en dos horas en otro minibús. Apenas llegamos y ubicamos las valijas, nos fuimos al agua. El mar es amigable. Así le llamo al que no es helado, no tiene olas grandes y es color turquesa intenso. No es como las fotos sino mucho mejor. Les puedo asegurar que las fotos no están retocadas. Es el color real. Sólo hay oleaje cuando pasan las lanchas con poderosos motores de más de 50 HP. Lamentablemente este destino, al igual que otros de Centro América, son poco promocionados y van abriéndose paso gracias al boca a boca. Hay muchos argentinos, aunque menos que en Playa del Carmen (México), que tiene más prensa. Otra cosa importante: de noche refresca mucho (el pulóver no molesta) y durante el día la temperatura oscila entre 28 y 30 grados. No hace falta el aire acondicionado, cosa que agradezco.
Por la noche fuimos a misa, que celebró un curita que tiene una parroquia en el pueblo. Hubo lecturas en 4 idiomas ya que había franceses, italianos, brasileños y latinos, como dicen por acá. Luego fuimos a cenar a uno de los restaurantes temáticos: Rodeo. Carnes de todo tipo.
Excursión a la isla Saona
El cuarto día hicimos una excursión a la muy promocionada isla Saona. Consiste en un viaje en catamarán de dos horas por el mar en dirección al Sur Este, donde está esa isla. Durante la travesía aprovechan para venderte vinchas con los colores de la República Dominicana; pañuelos con la misma bandera y también con dibujos de calaveras como usaban los piratas. Aprovechan para sacarte y venderte fotos. También ofrecen todo tipo de merchandising, como collares, fundas impermeables para celulares, etc. Llevan un equipo de animación para entretenerte. También convidan gaseosas, ron y una picada con queso y jamón cocido. Llegamos por fin a la isla, repleta de palmeras, muy pintoresca pero no salimos de esa playita con la misma agua que en Bayahibe. Ahí nos dieron de almorzar y, luego de otra zambullida, nos llevaron, luego de un viaje en lancha rápida de media hora, a una "piscina natural", que está a metros de la costa. Se trata de un lugar con una profundidad uniforme de 1 metro con 20 centímetros de 500 metros por lado. Solamente eso. Pero la gente se baña contenta y comprueba que es realmente algo novedoso. Bajan un bar "flotante" y seguís bebiendo gaseosas y ron.
El mar es igual, aguas mansas y templadas, igual que frente al hotel. La playa es chiquita, con piedras grandes que hay que evitar so pena de quebrarse un dedo. La comida no es mejor que en el hotel; yo diría que peor. Lo único que me queda es el paseo en catamarán y en lancha rápida.
Además, hay que tener ganas de gastar 65 dólares por persona para un “paseo” de 7 horas.
Nuestro último día en Bayahibe tuvo varias aristas: Buen tiempo hasta el mediodía aprovechado a full. Además, al hacer una caminata nos encontramos con que iba a haber un casamiento civil en la playa, de gente alojada en el hotel vecino, de 5 estrellas. El marco era muy bonito y los mirones éramos más de cien. Ja ja. Como si nunca hubiéramos visto casamientos. El entorno no era el del Registro Civil o el casamiento civil durante una fiesta. Era en la playa, pegadito al agua cristalina y turquesa. No había viento y todo salió muy bonito, con canciones en vivo, con artistas guitarreros y brindando con champagne.
En Panamá
También fue la primera vez que visitamos este país, transformado completamente desde que tomaron la posesión y administración del famoso canal, desde el 1 de enero de 2000. Los panameños están muy orgullosos y lo disfrutan. Las inversiones se cuentan por cientos de millones de dólares por año, cambiando totalmente el panorama económico. El desempleo bajó al 3%; tienen un nivel de vida, ahora, ampliamente superior a nuestro país.
Parece un enclave árabe tipo Dubai en Centroamérica. Hay que estar allí para verlo. Las torres se cuentan por cientos. Ninguna tiene menos de 40 pisos y no son moles inmensas aburridas y rectangulares sin gracia. No hay un edificio igual a otro y no tienen nada que envidiar a Barcelona y sus nuevos edificios. Cada torre tiene un diseño original en el que impera el arte por sobre la opulencia.
Desde las ventanas de nuestro hotel, uno de los más modernos de hace 40 años, el más alto de aquella época, con 16 pisos, vemos el Hard Rock, de 62 pisos. Tiene un bar en el mirador, que sirve tragos todo el día. Los que tienen miedo a las alturas y a las oscilaciones de los edificios, abstenerse.
Aprovechamos a full el día haciendo un tour de 5 horas, incluyendo la Vieja Ciudad, Patrimonio Universal de la Humanidad. También un monumento conmemorativo del avistamiento del océano Pacífico en 1513, por Vasco Núñez de Balboa. Recorrimos también una iglesia del Siglo 16 con un altar muy bonito, con láminas de oro, salvado de las pillerías del pirata Morgan. El broche de oro fue la visita al canal de Panamá. Es una obra monumental que ya tiene 114 años desde su comienzo. La administración del mismo proporciona una recaudación de 7 millones de dólares por día y da trabajo, en total, a 10.000 personas. Punto final para esta historia y con la pancita llena de tantas emociones y recreos para la vista.