¿Somos lentos los mendocinos? Hace muchos años nos decían: “Mendocinos, pata a la rastra”, porque arrastrábamos los pies al caminar como si nos costara avanzar. Era entonces una consecuencia de la falta de iodo que padecíamos, que atacaba también a las tiroides y entonces se veían esos señores con el cuello descomedido a quienes llamaban “cotudos”, por el cuello (coto) exuberante. Durante mucho tiempo a los integrantes del Partido Demócrata se los llamó “Los cotudos”.
Y la situación tuvo que ver también en el folclore: muchas tonadas repiten sus versos a los efectos de permitir una mejor respiración al cantante. Y la cueca cuyana, a diferencia de la chilena que es saltada y picadita, es mucho más sosegada. Y en el gato, el zapateo es más bien un escobilleo que acaricia el piso. Parece que nos faltara energía en el zapateo.
Después, con el agregado de iodo a la sal, la cosa se fue emparejando y volvimos a la normalidad, pero quedó aquella referencia a andar con las patas a la rastra.
La siesta fue otro argumento para la definición. Como es sabido en el interior, la práctica de la siesta es algo normal, lógico, en muchos casos impostergable y más en los lugares donde el verano suele provocar estragos con su sol. Alguna vez escribí una poesía que hablaba del tema.
“Pueden sacarnos todo / el agua de las acequias / la nieve de la cordillera / los Nihuiles / el petróleo que nos sacan y no nos pagan / algunos legisladores nacionales a elegir / la sopaipilla, la angarilla y el pericote / pero que no nos saquen la siesta. / No podrán, es algo tan nuestro como el canal Cacique Guaymallén / como el Futre / como la tonada / No podrán, pueblo de soñadores / los mendocinos sabemos que también es posible / soñar después del mediodía / quedarse a soñar aunque sea una hora/ desparramados en sábanas tibias / con la boca abierta / para que tengan sonido nuestros sueños. / Es la siesta / la institución cuyana de la tarde. / Los hombres duermen, las instituciones esperan. / Es la siesta / tranquila o agitada según con quién se duerma. / Es la siesta / lo que no puede quitarnos esta vida moderna. / Es la siesta / la tarde soñada / la mirada invertida / la cama repleta /… es la siesta… / … nada más que... / ... la... / ... siesta …
Dos factores para una definición que ha quedado en el pasado, pero ¿somos lerdos? Si tenemos en cuenta la impuntualidad podríamos decir que el concepto aún sigue vigente. Nos cuesta cumplir horarios. Decididamente somos impuntuales. Un mendocino al hacer una cita le dice al otro: “Mañana a las once, ah” (el ‘ah’ es imprescindible para las citas) y se va pensando que el otro va a llegar a las once y media entonces él llega a las doce.
Por eso se atrasa todo en Mendoza. Hay curas que tienen montadas maternidades al lado de la iglesia por las dudas el casorio se demore mucho. El espectáculo está anunciado a las 22 y vos vas a las 22 al lugar y no están los mozos, ni los artistas, ni los trapitos que acomodan los autos en la calle.
Entonces, si la impuntualidad está ligada con la demora, seguimos siendo de alguna manera “Mendocinos, pata a la rastra”.