El mendocino que lo entrevistó

El mendocino que lo entrevistó

Rodolfo Braceli pudo charlar con Gabo.

El periodista que se inició en

Los Andes

le hizo una larga entrevista en la que el colombiano habla de su obra y su vida pero también de sus miedos. Fue publicado en revista Gente.

Fue galardonado, en 1996, con el Premio PLÉYADE, que otorga la Asociación Argentina de Revistas. Un fragmento:

-¿Qué le sugiere la palabra Dios?

–No me pregunte eso, porque cualquier respuesta que yo dé alegrará a muchos y disgustará a muchos. Y realmente no es algo que me inquiete tanto a mí, pero en cambio sí inquieta a mucha gente.

-Por estos días escucho en Colombia una canción con un estribillo que dice: "Adónde irán los muertos / quién sabe adónde irán...". ¿Cómo responde usted a la pregunta de la canción?

–Yo pienso que es como que se apaga la luz. Yo he estado anestesiado para mi operación y no he sido consciente de eso sino cuando desperté. Si no me hubiera despertado, jamás me hubiera dado cuenta de eso. Lo que es muy inquietante es la idea del tránsito, el paso de...

–La idea del túnel que va desde el aeropuerto al avión.

–Así es. ¿Sabes? Yo le tenía terror al avión. Pero ahora tengo más terror a los aeropuertos. Son horrendos: ¡cómo se sufre, cómo se desespera uno allí! Y no tengo dónde esconderme... Pero si uno se pone a pensar en los aviones se da cuenta de que en ellos está a salvo de una enorme cantidad de peligros de tierra firme... Un infarto te da en cualquier parte; un carro te puede atropellar; un tipo te ve y te puede pegar un tiro; también un techo se te puede caer encima. También en tierra firme puede haber un terremoto. La única parte donde estás a salvo de un terremoto es en un avión. Esto, por supuesto, no te quita el miedo al avión.

–Hablando de miedos, ¿cuál es su gran miedo?

–El mayor de todos mis miedos, generalmente el único que me preocupa, es el miedo al ridículo... ¡Uf!, soy terriblemente tímido. Me aterroriza presentarme en público, hablar, entrar en un salón lleno de gente. Es que yo soy un tímido esencial. Es más, me han sucedido cosas para las que no estaba preparado.

Me he ido preparando para escribir, para ser escritor, pero no he estado preparado nunca para la fama. Y no soy hipócrita en eso: es muy agradable la fama. Pero más allá del afecto, hay un límite en el que uno no sabe qué hacer con eso.

Yo, al menos, me he propuesto siempre ser amable con todo el mundo, y eso es mucho más agotador. En fin, yo me preparé para ser escritor, pero no tomé en cuenta la fama. Esto lo sintetizo con una boutade: yo hubiera sido feliz de que mis libros fueran póstumos. Es decir, feliz de haberlos escrito pero no de tener que sufrirlos.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA