Memorias del Caribe

Llamada La Heroica porque nunca pudo ser vencida por sus enemigos, la ciudad adorada de Gabriel García Márquez se rinde a la conquista de sus visitantes. El mar es el anzuelo pero la historia, la cultura, la música y los sabores, son los que cautivan para

Memorias del Caribe

Un primer avistaje nos sitúa inequívocamente en Sudamérica: vegetación exuberante, color profundo en la piel, arquitectura colonial, rasgos vivaces de sangre latina y un cierto caos que nos es familiar.

Una mirada más aguda confirma que llegamos al Caribe: calor agobiante, humedad, sol tenue que se filtra en el cielo brumoso, olor a sal, a mar, a frutos tropicales, a frituras callejeras de pescado.

Con el correr de los minutos, balcones que derraman buganvilias de colores, aromas de café y de coco, gritarán desde todos los rincones que estamos en Cartagena de Indias, una de las principales capitales turísticas de Colombia.

El paisaje bivalente permite pasar de las construcciones modernas, brillantes y espejadas de la península de Bocagrande -donde se ubican las cadenas hoteleras internacionales, las playas turísticas, las avenidas anchas, las luces de neón y los centros comerciales-, junto a Castillo Grande y el Laguito, hasta el Casco Histórico, donde conviven, dentro de la imponente muralla de calicanto de once kilómetros, la memoria del origen, los circuitos turísticos tradicionales poblados de visitantes de todo el mundo, y la autenticidad inalterable de Getsemaní.

Factores comunes unifican los dos mundos: sones de cumbia, vallenato, salsa y reggaetón, el asecho de vendedores ambulantes que obligan a especializarse en el arte del regateo y un acento amable con frases simpáticas que nos recordarán a las telenovelas de la tarde.

No se asuste si le ofrecen "un tinto" a las 10 de la mañana: lo están invitando a beber el café que los hizo famosos en el mundo. En uno y otro extremo de la ciudad, algún nativo se acercará solícito susurrando "a la orden" y tras nuestro "gracias" dirán "con gusto".

La Llave de Indias en los tiempos de García Márquez

Declarada en 1986 Patrimonio histórico y cultural de la Humanidad por la Unesco, Cartagena es hoy sede de varios de los encuentros culturales más importantes del país: el Festival Internacional de la Música, el Hay Festival, el Festival Internacional del Cine y el Mercado cultural del Caribe. En 2007, alojó el Congreso Internacional de la Lengua Española, donde fue homenajeado el Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez.

Si bien no nació en esta ciudad ?sino en Aracataca-, la cuidad de las murallas es la tierra de los amores de Gabo, donde inició su carrera periodística en El Universal y donde creó la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano, que realiza numerosos talleres de periodismo, destinados a formar profesionales de todo el continente.

Además, la antigua Llave de las Indias, fue la inspiración donde el escritor ambientó dos de sus novelas más reconocidas: "El amor en los tiempos del cólera" -años más tarde también se filmó en sus calles la película basada en el libro, protagonizada por Javier Bardem- y "Del amor y otros demonios".

Durante el paseo por la ciudad vieja o en un city tour, cualquier taxista mostrará orgulloso la casa rojiza frente al mar, donde actualmente reside el novelista, y ofrecerá detenerse para tomar una fotografía. Advertirá al turista curioso: "Es imposible alcanzar a ver si está adentro o no".

El paseo de la verdad

Hay que destinar un par de días para perderse caminando en los laberintos de la ciudad amurallada. Ella se esmera por conservar y compartir los relatos de colonización y de victoria que guardan las enormes paredes construidas entre los siglos XVI y XVIII, y alberga las plazas, monumentos, claustros, conventos y catedrales centenarias, verdaderos testigos silenciosos de la historia de Cartagena.

Cualquier mapa o guía turística identificará uno a uno los hitos, museos y referencias para el recorrido obligatorio: la Catedral de Santo Domingo, la Iglesia de San Pedro Claver -en honor al sacerdote español conocido como el Apóstol de los Negros por su lucha en defensa de los esclavos-, el Castillo de San Felipe de Barajas. La arquitectura nos recuerda a Valparaíso, Colonia del Sacramento, Lima o México DF y no permite en ningún momento desentendernos de nuestra herencia hispánica.

Las puertas, accesos estrechos y abovedados, conducen la ciudad del realismo mágico: allí se vuelve tangible y verdadera la belleza que leímos en las palabras de romance y demonios. Calles adoquinadas muy angostas, puertas altas, tejas de barro, paredes de colores y balcones de Santa Rita que compiten en belleza -de hecho existe un concurso que premia a los más floridos- son pasillos misteriosos que arrojan a los rincones buscados por los visitantes.

La Plaza de los Coches, el Portal de los Dulces, donde mujeres morenas con frutas en la cabeza y vestimenta típica ofrecerán sus confituras de papaya, coco, piña o tamarindo; la robusta y sensual Gertrudis de Botero, que espera en su pedestal de la Plaza de Santo Domingo a miles de turistas que se detienen a manosear sus desnudas redondeces de bronce, y terminan sorprendidos por juglares que se acercan a cantar alguna melodía caribeña.

En la zona norte, el Paseo de las Bóvedas hoy es un circuito comercial de artesanías, pero antiguamente fue usado por los españoles como cuarteles y por los independentistas, como cárcel.

Artesanos, mercaditos y tiendas de souvenirs conviven en el Casco Histórico con diseñadores internacionales y restaurantes de cadena como el Hard Rock Café, versionados al estilo colombiano y fundidos en el paisaje legendario. En esta zona es posible hospedarse en alguna casona reciclada convertida en hotel boutique, con vista a las plazas y cúpulas que definen el escenario y patio con aljibe.

Quienes prefieren escapar del turismo masivo, adoran Getsemaní, barrio colonial a pasos de la torre amarilla de la Plaza del Reloj, que muestra la Cartagena real en la zona cultural que mejor ha sabido preservar la identidad de la ciudad y su gente. Allí solían vivir los esclavos traídos desde África, y de su interior nació un grupo de héroes gestores de la independencia de España, dos siglos atrás.

Paredes con graffitis, comercios de oficios, cafés, panaderías, hostales alejados del lujo destinados a mochileros, autos viejos o bicicletas circulando en sus calles, y puestos de comida, exhiben con modestia la autenticidad de su tierra, en esta área donde el ritmo cotidiano no se ve afectado por el paso de los visitantes y los locales viven su día a día como ignorando que habitan uno de los principales polos turísticos de América.

Actividades turísticas

Bocagrande concentra todos los beneficios para el turista que busca confort: hoteles de cinco estrellas, cadenas de fast food internacionales, centros comerciales, vida nocturna agitada y proximidad con las playas. La mayoría de los hoteles ofrece tours al casco histórico y otras excursiones dentro y fuera de la ciudad.

Se puede comprar un city tour que incluye una visita a un cultivo de esmeraldas; paseos de un día entero a las ciudades vecinas de Barranquilla o Santa Marta. Los hoteles all inclusive cuentan con restaurantes dentro del complejo y muchos ofrecen la opción de reservar en la ciudad vieja para cambiar el escenario a la hora de la cena.

Por la noche, una alternativa divertida es salir de rumba en Chiva: este paseo que también se puede comprar en los hoteles, invita a recorrer la ciudad en una suerte de trencito similar a los infantiles, con músicos de vallenato y cumbia a bordo y ron casi sin límite, parando en las diferentes plazas donde se reúne la gente a bailar y beber, y acabando la noche en alguna discoteca. Luego de la rumba, el ritual termina saboreando arepas.

Las playas de Cartagena probablemente desilusionen al visitante desprevenido que ansíe descansar en un paisaje de ensueño: la arena es gris oscura y el mar es azul plomizo. Unas aves negras llamadas María Mulata aportan un poco de gracia al paisaje.

Pero zarpando en catamarán, a 40 minutos, se encuentra el archipiélago de las 27 Islas del Rosario, un Parque Nacional Natural en el que se han registrado 1.300 especies de flora y fauna.

Éste es el escenario ideal para nadar en aguas cálidas y turquesas, practicar buceo y snorkeling contemplando peces multicolores y corales y disfrutar la arena blanca y suave entre pescadores y sus balsas, unos pocos artesanos y alguna canción conocida de Bob Marley flotando en el aire.

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