Estudiar y trabajar no es una misión simple. Y es que el día “solamente” tiene 24 horas, y muchas veces lograr congeniar horarios, rutinas y descansos se convierte en un verdadero rompecabezas en el que no todas las piezas encajan justo. Quizás por esto –sumado a una serie de factores personales y vinculados al contexto socioeconómico- es que no sorprenden los resultados de un estudio realizado por el portal de empleo en América Latina, Bumeran y que evidencia que 71% de las personas que estudian y trabajan en simultáneo no se desempeña en algo relacionado a la carrera. Esto quiere decir que son 7 de cada 10 personas las que se encuentran en esta situación.
“Muchos chicos que estudian y trabajan suelen haber empezado alguna carrera antes y luego la dejaron y están estudiando otra. Son chicos más maduros y que quieren tener más autonomía. Pero la realidad es que trabajan de lo que encuentran. Suelen ser trabajos transitorios, de atención al público en comercios o en call centers. Y en esos espacios notan que las exigencias laborales son fuertes, que son muchas horas y que el pago no es bueno. Entonces lo toman como experiencia”, resume la psicopedagoga especializada en Orientación Vocacional, Mabel Baldasso.
Por su parte, el director General de ManpowerGroup Argentina, Luis Guastini resaltó que en Argentina, 8 de cada 10 jóvenes tienen dificultades para encontrar empleo. “Nuestro estudio ‘Escasez de Oportunidades Laborales para los Jóvenes’ da algunos indicios y recomendaciones a diferentes actores de la sociedad al analizar la articulación entre las organizaciones que demandan perfiles cada vez más específicos y las carreras que estudian los candidatos a nuevos empleos. Según los jóvenes encuestados, los obstáculos que enfrentan durante la búsqueda de empleo son: la falta de experiencia, encontrar un salario adecuado para sus expectativas económicas, la distancia al trabajo, el manejo de idioma, la edad y el nivel de escolaridad o conocimientos”, destacó Guastini. Además, resaltó que en la medida que los mercados laborales se esfuerzan por recuperarse de los impactos de la pandemia, y con una digitalización que avanza a un ritmo acelerado, la demanda de habilidades está en niveles récord. “Las competencias requeridas para los roles más demandados continúan evolucionando rápidamente. Argentina presenta la mayor escasez de talento de los últimos 10 años: 7 de cada 10 empleadores no encuentra el talento que necesita”, sintetizó.
“Estudié Biología molecular porque la investigación es algo que me gustó desde siempre. Pero ya en la facultad me di cuenta que era un ambiente muy competitivo, y lo terminé de confirmar cuando estuve poco más de un año y medio con una ya trabajando. Además me di cuenta de que no me agradaba verme proyectado en esa carrera y que mientras mayor era el crecimiento posible en el rubro, menos me gustaba. Entonces decidí dejarlo y le puse más energía al arreglo de celulares. También fui creciendo y capacitándome en eso, y hoy es a lo que me dedico, además de haber incursionado en el mundo del trading en la bolsa”, destaca por su parte Fernando (37), quien comenzó a trabajar en el arreglo de computadoras y celulares en simultáneo al comienzo de la carrera.
“Me di cuenta de que una cosa es un hobbie y otra un trabajo. Y cuando el hobbie se convierte en trabajo, no está bueno. A mí siempre me encantó investigar, pero hacerlo cuando realmente me naciera. Mi idea es retomar la investigación alguna vez, pero ad honorem. Lo que hago ahora, me encanta y me divierte. Pero si seguía trabajando como biólogo y dependiendo de las becas que un político nos quisiera o pudiera dar para que después viniese otro y las saque, iba a terminar odiando a la profesión también”, continúa.
Distintas causas, un mismo fenómeno
Resulta imposible adjudicar a una única causa el porqué de este fenómeno tan común de estudiantes trabajando en algo distinto a su carrera. Porque, como aclara la orientadora vocacional Mabel Baldasso, muchas veces tiene que ver con jóvenes que necesitan generar algunos ingresos, sumado a que las condiciones no están dadas como para despreciar muchas ofertas laborales.
“Lo que trato de trabajar es que aprovechen esas experiencias para reforzar vínculos laborales, valorar relaciones personales y aprendan a administrar el tiempo entre el estudio y el trabajo. Eso siempre es positivo”, destaca desde el lugar de la pedagogía.
A ello se suma otra característica muy común entre las nuevas generaciones: las breves estadías en puestos o empresas, que llevan a una permanente movilidad. “Estar toda la vida en un lugar tiene sus cosas buenas, pero también las malas. Las buenas son la estabilidad, los beneficios y la jubilación. Pero también hay una vinculación y curiosidad permanente por buscar qué pasa afuera”, destaca.
El auge de carreras como la programación en los últimos años y de la metodología de teletrabajo con la pandemia de Covid-19 también ha llevado a que los trabajadores más jóvenes –y, en especial, aquellos que también estudian- valoren el trabajar desde sus casas o de forma remota. “Existe un pensamiento del tipo: ‘si trabajo todo el día en un solo lugar, yo no voy a tener vida’. Esto también lleva a que trabajar full time sea algo que busca esquivarse. Sin necesidad de irse de la carrera o de la profesión, los chicos hoy están curiosos e interesados en hacer distintas trayectorias”, destaca.
Por su parte, Guastini (de ManpowerGroup Argentina) no atribuye las falencias en cuanto al talento a cuestiones coyunturales, sino a la necesidad de las empresas de digitalizarse, ser más ágiles, nuevas habilidades demandadas, sumado a las nuevas expectativas que hoy tienen las personas. “Además, las cuestiones estructurales vinculadas a la competitividad del país y esquemas regulatorios como el actual, que están basados en modelos productivos centenarios, no favorecen a la generación de empleo. Estamos convencidos de que tenemos un enorme desafío para repensar cuestiones que hacen al empleo relacionadas a cambios urgentes en nuestros modelos educativos y laborales para mejorar la competitividad y acelerar el desarrollo de las habilidades requeridas que este nuevo mundo digital está demandando”, se explayó.
En ese sentido, recomendó a los jóvenes que comiencen a trabajar antes de terminar sus estudios, realizando prácticas profesionales o pasantías para adquirir experiencia, así como también aprender inglés y tomar cursos complementarios para adquirir las habilidades más demandadas por los empleadores. “Las compañías debemos convertirnos en creadores de talento a escala, promoviendo la diversidad, la equidad, la inclusión y el sentido de pertenencia y mejorando la empleabilidad y la prosperidad para todos. Debemos fortalecer la inclusión laboral, promover modelos de trabajo alternativos y flexibles, y ofrecer puestos de trabajo temporales o pasantías. A su vez, capacitar a todos los colaboradores, incluidos los jóvenes sin experiencia, para desarrollar sus habilidades humanas y ofrecerles desarrollo profesional”, sostuvo.
En primera persona
Hugo Arrarás tiene 35 años, vive en San Martín y se recibió de licenciado en Higiene y Seguridad. Sin embargo, una vez recibido descubrió el trabajo que lo hace feliz y al que dedica hoy su vida: la herrería.
“Siempre hacía cosas de metalúrgica. Y cuando estaba terminando de estudiar Higiene y Seguridad, hice las prácticas en una empresa grande. En ese momento me di cuenta de que el encargado de seguridad, con más de 400 empleados a cargo, tenía muchísimas más responsabilidades y con un sueldo muy básico. Eso me desmotivó, sumado a que para cobrar bien, lo único que te queda es aspirar a empresas petroleras. Y eso implica quedarse sin vida. Por eso mismo opté por ir la metalúrgica”, repasa Hugo sobre ese momento, hace 9 años ya.
No obstante, fue hace recién 9 meses que decidió abandonar por completo aquello que había estudiado para dedicarse en el oficio al que hoy dedica su vida. “Me di cuenta de que, trabajando solo los fines de semana en esto, ganaba más que lo que ganaba toda la semana en Higiene y Seguridad”, agrega el sanmartiniano, que le puso “El jabalí” a su herrería. “No volvería a seguridad en higiene”, concluye.
Aunque estudió Periodismo y Comunicación Social, Shaira (33) no está trabajando en el rubro. De hecho, cumple funciones como asistente comercial en una sucursal bancaria mendocina. “Empecé a estudiar Periodismo en 2004 - 2005 y en 2016, cuando me quedaban algunas materias para recibirme de licenciada en Comunicación Social, se dio la posibilidad de entrar al banco. La idea era hacer algo relacionado a prensa y comunicación, pero las cosas se dieron de otra manera y entré a atención al público” destaca la mendocina.
Precisamente esa idea de hacer una vinculación entre el banco y la comunicación sigue en pie y Shaira se entusiasma con la idea de poder llevar el conocimiento adquirido en el banco al plano de la comunicación. “Apenas entré al banco, sentía algo de pudor. Tal vez era por eso de tener que aceptar que estaba trabajando en algo que no era lo que había estudiado, y era una frustración. Pero por suerte le encontré la vuelta y hoy me encanta lo que hago”, sintetiza.
“Estudiar una carrera tiene una presión social. La gente que te pregunta qué vas a estudiar o qué estás estudiando, y uno siente la necesidad de tener el título. Después te das cuenta de que para ser alguien en la vida, no hace falta tener un título”, cuenta el biólogo molecular Fernando, quien ha centrado su trabajo en el arreglo y la venta de teléfonos celulares, además de las inversiones.
En el caso de Fernando, se ha ido capacitando en tecnología y también en comercio para mantenerse actualizado. “Mucha gente me ha dicho que tiré a la basura los 5 años de facultad, pero yo prefiero haber tirado esos 5 años y no 20 o 30 años de vida al estar trabajando en algo donde no me veía. Además, haber estudiado te da herramientas que no adquirís de otro modo. Y, de ser necesario para futuro –si quiero volver a investigar por mi cuenta o dar clases-, sé que el título lo tengo”, concluye.