¿Conocés chicas y chicos a quienes les cuesta memorizar datos o seguir instrucciones, que se distraen con facilidad y pierden cosas con frecuencia? Cuando los retamos o les señalamos la supuesta falta suponiendo que responde a problemas de conducta, además de dañar su autoconfianza tal vez estemos incurriendo en un error. ¿Por qué? Porque muchas de estas manifestaciones pueden ser señales de dificultades a nivel del funcionamiento ejecutivo.
Las funciones ejecutivas son habilidades cognitivas, es decir, actividades mentales, complejas y necesarias para planificar, organizar y alcanzar metas. Habilidades de autorregulación esenciales para hacer y relacionarnos con el entorno que nos rodea... Algo así como “el cerebro del cerebro”: un control consciente de nuestras conductas y de nuestro pensamiento.
También usamos estas habilidades mentales para recordar cosas y decidir a qué le prestamos atención; y ellas son las que permiten que el cerebro construya la mejor respuesta emocional ante una situación puntual.
Los alumnos con funciones ejecutivas poco desarrolladas son más desorganizados, pierden mucho tiempo al intentar cosas relativamente fáciles y rara vez terminan aquello que empiezan. A menudo, cuando la escuela no logra identificar cuál es el problema detrás de estas conductas, estamos ante dificultades relacionadas con las funciones ejecutivas.
Los chicos adquieren la capacidad de autorregular sus conductas entre los seis y ocho años, aunque algunas funciones siguen desarrollándose incluso después de los veinticinco. Una buena noticia es que podemos estimular este avance con estrategias específicas, a través del trabajo docente y el acompañamiento familiar.
Los alumnos con funciones ejecutivas poco desarrolladas son más desorganizados y rara vez terminan aquello que empiezan.
Gracias a la plasticidad cerebral, somos capaces de modificar hábitos o conocimientos y aprender cosas nuevas.
A fin de entrenar las funciones ejecutivas, podemos trabajar con juegos de mesa y actividades para desarrollar la memoria y la concentración, brindarles tiempo libre a los chicos para que decidan qué hacer (terminar una tarea, repasar, organizar la próxima materia), trabajar con talleres de arte o ajedrez para entrenar la paciencia, la toma de decisiones y la resolución de problemas. Además, podemos establecer rutinas y trabajar con límites de tiempo, incorporar el uso de una agenda y hacer listados de tareas pendientes.
En el hogar, se puede trabajar el desarrollo de estas funciones aplaudiendo si una afirmación es verdadera y pisar fuerte si es falsa. Decir lo contrario de lo que se escucha. Completar o descifrar códigos, hacer cálculos mentales, laberintos gráficos y juegos de diferencias.
En la trayectoria académica de una persona, el correcto funcionamiento de las funciones ejecutivas son predictivas de su éxito educativo, desde el preescolar hasta la universidad. Brindarles a los chicos las mejores herramientas para su vida adulta es un tema demasiado importante como para no ocuparnos.
El trabajo transversal y sostenido en el tiempo será de vital importancia, así como también alentar a los docentes a profundizar sus conocimientos sobre estos temas para poder ofrecer a los alumnos una educación integral.
*Especialista en Educación, oradora TEDx y autora de La nueva Educación (Santillana, 2020). lewin@abs-international.com.ar Contenido exclusivo de Rumbos.