Miedo, temblores, falta de aire: cómo reconocer cuando estás atravesando un ataque de pánico

Pueden provocar un intenso miedo a morir o a volverse loco. Pero esconden un gran cúmulo de angustia que hay que descifrar.

Miedo, temblores, falta de aire: cómo reconocer cuando estás atravesando un ataque de pánico
¿Cómo detectar si estoy teniendo un ataque de pánico?

Es común escuchar entre los pacientes la enumeración de ciertos síntomas: falta de aire, sudoración, temblores, palpitaciones, miedo a volverse loco o a morirse. El diagnóstico suele repetirse como un mantra: usted señor, usted señora, ha sufrido un ataque de pánico. Un auténtico mal de la modernidad.

¿Pero qué está pasando, que de repente todos a nuestro alrededor atraviesan estos angustiantes episodios en algún momento de su vida? ¿Quién no escuchó que un amigo, una compañera de trabajo o alguien de la propia familia pasó por esto?

Variadas son las situaciones de la vida cotidiana que nos colocan al borde de un ataque de esta naturaleza. Un tema que nos concierne como psicoanalistas y que no es para nada nuevo, aunque hoy cobre plena vigencia bajo esta denominación, llegando a ser considerado como un trastorno patológico, signo de enfermedad.

El término pánico designa a veces el miedo colectivo, y otras tantas, un miedo individual que supera lo racional, es decir, lo que podría explicarse por el contexto en que la persona lo experimenta.

Cuando le preguntamos al individuo, como psicólogos, qué es lo que siente, lo que surge es el relato de una sensación insoportable, mientras lo que se revela de fondo es un estado de angustia inmenso.

La angustia repercute en el cuerpo y éste, como caja de resonancia, se combina con perturbaciones respiratorias y del corazón: las que nombramos al principio de la columna y otras como vértigo, náuseas y dificultades digestivas.

Lo notable es que también afecta a los niños y adolescentes, que no pueden quedarse quietos y permanecer sentados, por ejemplo en el aula. En este contexto, llegan a ser diagnosticados, a veces con demasiada premura, con el trastorno de hiperactividad, mostrándose en ocasiones dispersos y sin concentración.

Desde nuestra perspectiva como psicoanalistas, ya se trate de un niño o de un adulto, lo que tenemos en cuenta es que a esa persona hay algo que le trae dificultades en su vida, ya sea en el ámbito laboral, educativo y familiar, y le ocasiona un sufrimiento grande.

La angustia nos agobia y pesa en nuestros cuerpos. Es por eso que silenciarla, tenerla controlada, medicarla y ubicarla bajo el nombre de algún trastorno no resulta, al menos desde mi experiencia, una solución eficaz. Tan sólo me parece una solución rápida, como si no quisiéramos involucrarnos con sus causas. Con las verdaderas razones del malestar.

Un trastorno que puede estar en todos nosotros, aunque siempre cobrará una significación particular y única al estar entrelazado en la historia y en los hechos más íntimos de cada uno.

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