Con una clase abierta al público que no tendrá costo, la Universidad Nacional de Cuyo inaugurará su nueva propuesta de posgrado sobre Emociones en Educación. Para ello convocaron a la renombrada María Zysman, especialista en bullying, trastornos del aprendizaje, autismo y otras problemáticas vinculadas al desarrollo.
María Zysman es licenciada en Psicopedagogía por la Universidad del Salvador, tiene un posgrado en autismo y trastornos generalizados del desarrollo, y otro en déficit de atención y trastornos de aprendizaje, ambos de la Universidad Favaloro. Además, preside la asociación civil Libres de Bullying y es autora de “Bullying, Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar” y de “Ciberbullying. Cuando el maltrato viaja en las redes”, los dos de Editorial Paidós.
También cuenta con vasta experiencia clínica en instituciones y en consultorios, es asesora en diferentes organizaciones e instituciones educativas y ha dictado numerosos cursos, talleres y conferencias sobre los temas de su especialidad en diversas universidades de Argentina y el exterior. Participó como expositora y panelista en diversos congresos, jornadas, charlas.
En diálogo con Los Andes, Zysman se refirió a estos temas, sobre todo, a cómo impactó la pandemia en los establecimientos escolares y en sus protagonistas. Como dijo durante la entrevista, se explayó sobre “lo que se puso en juego” y brindó miradas sobre el posible abordaje de las problemáticas que surgieron. También enfatizó sobre las formas en que reapareció el bullying, entre otros temas.
El esfuerzo de conectar
-María, el taller que vas a dar en Mendoza se llama “La emoción de educar” e inevitablemente tengo que preguntarte sobre cómo han intervenido las emociones durante este tiempo de pandemia y de distancia social en la educación.
-Ésta es la actividad inicial de una diplomatura que va a abordar con mucha profundidad el tema de las emociones. No desde el lugar clásico, sino desde otros espacios. En este caso, vamos a abordar las emociones desde lo que vivimos en los últimos dos años, tratando de encontrar qué se puso en juego a nivel emocional en la continuidad pedagógica, el esfuerzo que implicaba conectar con otras personas por una pantalla.
Vamos a ver qué paso desde el inicio de encierro total, al aprendizaje de clases por zoom, las burbujas y a poner el cuerpo totalmente. Esto nos parece interesante ponerlo sobre la mesa y hablarlo. También para saber qué se capitalizó en los docentes, en los estudiantes y en los padres.
Hablamos de cuerpos modificados, con distancia. Y allí vemos qué les pasó a los chicos, cómo se vincularon desde el hábito de no estar con el otro, a un cuerpo ajeno que transpira o que huele. Además, en ese no estar en contacto con el cuerpo de otro surgen conflictos cuando se regresa. Por ejemplo, el no saber hasta dónde puedo jugar por protocolo, pero también porque el otro es el otro.
-¿Cómo pueden los docentes trabajar las emociones en el aula? Se han vivido casos muy fuertes con el regreso a la presencialidad y muchas veces hubo que dejar de lado el contenido duro de las materias para trabajar esta temática.
-En este último bimestre llegaron muchas consultas que tienen que ver con la pérdida del conocimiento respecto a saber cómo vincularse. Y esto, en las escuelas, si no se trabaja aparece como bulliyng. También se ha mirado mucho en cómo ponerse al día con los contenidos como si nada hubiese pasado y esto tiene consecuencias.
Igual creo que 2022 tiene mejores posibilidades de trabajar el contenido si se trabaja desde la emocionalidad saludable. Debe entenderse que no es que hay más bullying ahora, pero sucede que lo que no se pudo hablar antes, aparece en este tiempo. Y si no hay palabras, esto desemboca en actos de avasallamiento.
Por eso, volver a las aulas es un proceso. A muchos chicos les costó pasar de la burbuja al grado con todos sus compañeros y para más de un niño el ruido es ensordecedor. De hecho, muchos prefieren la burbuja porque se acostumbraron a ciertos cuidados cuando están abrumados.
-Y respecto del bullying, en lo que sos especialista, ¿qué situaciones observaste que surgieron con la modalidad virtual? ¿Son nuevas o se profundizaron viejas prácticas? ¿Cómo se puede trabajar ante una eventualidad así cuando falta el contacto directo?
-Se profundizaron. Pero también cambiaron la presentación en el sentido de las excusas. Ahora aparecen frases como “no me quiero juntar porque la mamá tuvo Covid”, pero siempre son excusas. De lo que antes era la nacionalidad o la gordura. Lo que está de fondo es la discriminación, el odio, la falta de espacio y las formas de canalizar aspectos emocionales con otro. El bullying aparece porque vuelve la presencialidad. Pero antes era ciberbullying a través de todas las aplicaciones que usan los chicos. Y en la presencialidad aparece con más torpeza por la falta de costumbre de estar con otro.
Y hay cosas que uno va regulando, pero cuando estuviste aislado con acompañamiento adulto es fácil que ahora esto aparezca porque se pierde la conciencia de lo que se puede y de lo que no. En ese sentido, muchos chicos volvieron muy angustiados por la falta de la palabra. Pero eso se pone de manifiesto en miradas y gestos. Muchos hablan de que todos se han vuelto más susceptibles, pero es así y tiene relación con esto. Y así reaparecen modalidades de bullying.
-¿Qué deberían cambiar quienes comandan las instituciones, más allá de los docentes, respecto de las emociones, de los vínculos?
-Es clave saber que, si esto no se aborda, el aprendizaje más duro no se puede dar. Hay que abordar lo individual que se pone en juego y también lo colectivo. Sabemos que la escuela no es un centro terapéutico, pero se pone en juego el proyecto de grupo. Hay que revisar no sólo lo que puede haber afectado a los adolescentes, sino también a los adultos, a los padres o a los docentes. Para ver cómo estamos lastimados como institución.
Hay que hacer un chequeo emocional para incorporarlo a la dinámica cotidiana. No es sólo dar una charla. Porque eso no garantiza nada. Después hay que tomar ejes de trabajo y pensar estrategias antes de que los problemas se presenten. Prevenir sabiendo cómo proceder cuando hay un pedido de ayuda, dándole entidad. Escuchar esa demanda para ver qué está pasando y ver de qué manera lo alivianamos.
Así, educación y salud deben estar articulados; ya activarnos todos juntos. Es muy importante la posvención y tomarlo con la seriedad que amerita. Estamos todos rotos y chocados, y eso hace que sea necesario aumentar la mirada. Las situaciones críticas son precipitadoras de cosas previas.
-¿Esta etapa marcó, para vos, otra forma de hacer docencia? ¿Nos obligó a pensar el aula, y no solo el aula sino otros espacios escolares, de una manera distinta? ¿Qué papel creés que deberían cumplir los espacios de apoyo docente?
-Siempre son insuficientes los profesionales. Son muchas las cosas que pasan en las escuelas y debe haber mucho personal disponible. Es decir que no se tienen los recursos que son ideales, pero no podemos llegar a lo ideal. Hay que trabajar con lo que hay. Lo bueno es que hay muchos profesionales preocupados y muchas cosas para repensar y reformular para compartir con otros.
Entonces se deben abrir espacios fundamentales para permitir que los docentes puedan ver qué les pasa a los estudiantes y vincularlos con otras personas de la escuela. Es importante poder armar una red con todas las instancias jerárquicas.
-¿Y el rol de los padres? ¿Qué papel juegan en todo esto?
-Lo primero que les surge a los padres, siempre, es una cuestión de defensa o de actitud protectora, o de falta de herramientas que los hacen buscar culpables. De todas formas, algunos padres sí pueden empezar a tener una mirada reflexiva. A trabajar con la escuela para acompañar situaciones adversas frente a un caso vulnerable. Hay que posicionarse desde la parte en que uno estuvo involucrado y juntarse.
-¿Y respecto de la elección vocacional? ¿Todo esto influye en las decisiones que los estudiantes van a tomar para su futuro?
-Siempre se piensan a futuro, esto viene de hace tiempo, pero la pandemia y la ilusión de ir a la universidad no coincidió con sus expectativas. Entonces, muchos tuvieron un inicio complicado, porque tenían la expectativa de la presencialidad para vivir lo que es ser universitario.
Lo cierto es que lo que nos atraviesa a todos es la posibilidad de proyectarnos y mantener los proyectos considerando la transitoriedad de esto. A esta altura trato de revisar qué cambió en estos años, que pasó desde el encierro total a lo híbrido y a la presencialidad y veo que de acá en adelante no vamos a seguir igual.
Entonces, si bien la elección vocacional siempre es complicada, ahora se complica más porque el momento que consiste en ir a los lugares, en recorrer el lugar donde vamos a estudiar no se pudo hacer. Y aunque los chicos se adaptaron a eso más rápido que nosotros, falta la parte emocional del asunto. De ver qué siento yo adentro cuando voy a la universidad. Estas cosas deben ser postergadas y es un desafío. Debemos encontrar recursos y apostar a la creatividad. A las alternativas que nos permiten conectar con lo que uno quiere conectar. Y a algunos eso les cuesta más.
Tiempo y espacio para reconocerse
Para finalizar, Zysman reflexionó sobre la emoción de los reencuentros pero también en los cambios, los espacios y los tiempos necesarios que hacen falta para volver a reconocerse.
-Hay emoción en los reencuentros, pero también vemos que amigos que uno quería ver los encontramos cambiados. Por eso hay que dar un espacio y un tiempo para reconocerse. Para saber quién sos, cómo sos y en qué cambiaste. Hay etapas donde los cambios fueron mucho más grandes. Por ejemplo, los chicos que empezaron en jardín y hoy están en segundo. Ahí el cambio es enorme. Hay chicos que volvieron a la presencialidad que ya no se sienten amigos con los de 2019. Y en esto, para mí, el colegio tiene que dar los tiempos y espacios necesarios para que esto aparezca.
Para que los estudiantes se reagrupen, se reconozcan, se cuenten cómo vivieron y para poder contar cómo estamos y cómo lo estamos llevando. Y allí también aparecen otras historias. Es desde dentro del aula que aparece esta demanda y hay que saber canalizarla. Debemos ser capaces de ponerle contenido a estos dos años.
Clase abierta sin costo
Con una clase abierta al público que no tendrá costo, la Universidad Nacional de Cuyo inaugurará su nueva propuesta de posgrado sobre Emociones en Educación. Para ello las facultades de Filosofía y Letras y Educación convocaron a María Zysman -especialista en bullying, trastornos del aprendizaje, autismo y otras problemáticas vinculadas al desarrollo-, para dictar el taller que inaugurará la Diplomatura.
En este primer encuentro, Zysman dictará un taller teórico vivencial acerca de “La emoción de educar”. Estará abierto al público y especialmente destinado al personal de los servicios de Asesoría Pedagógica y Orientación de escuelas primaria, secundarias y unidades académicas de la UNCuyo; es decir, los inscriptos en la primera cohorte de la Diplomatura que autoridades universitarias decidieron priorizar para cursar esta propuesta de posgrado. Durante los primeros meses del 2022 se abrirá la inscripción a la segunda cohorte.
La cita es el sábado 4 de diciembre a las 9, en el Aula Este-Oeste de la sede centro de la Facultad de Educación, en Sobremonte 81 de la Ciudad de Mendoza. Los interesados podrán inscribirse en el formulario on line a continuación, ya que los cupos son limitados. Link a formulario. Click aquí.