La mejor prevención es la información, la contención familiar y el díálogo. Al menos en eso coinciden los distintos especialistas en psicología infantil y adolescente, que instan a los padres a ayudar y proteger a sus hijos explicándoles por qué el consumo de drogas puede ponerlos en peligro. Este es el primer paso para ayudarlos a estar preparados, les hacemos conocer la información antes de que caigan en una situación engañosa que los ponga en riesgo. Si los niños y niñas no se sienten cómodos hablando con sus padres, buscarán la información por otros medios, no siempre de confianza.
Cuándo sacar el tema
Las drogas no tienen que ser un tabú en la familia. Son muchas las ocasiones en las que, los adultos, esperamos encontrar el momento ideal para hablar, sin embargo es difícil determinar cuál es ese momento. Alejandra Libenson, psicóloga y psicopedagoga especialista en educación, crianza y vínculos, en una entrevista con diario Clarín destacó que es elemental esperar a la pregunta y la curiosidad de los niños. “Cuando no hay pregunta, no hay tema; hay imposición, hay una violencia invisible. Si el tema no aparece como interés, es preferible esperar, por ejemplo, algo que venga del mundo externo, como un comentario o una noticia, retomarlo y tantear el territorio”, explicó.
Esta es la forma de encontrar “momentos de enseñanza” correlativos a lo que ocurre con un personaje en el cine o en la televisión.
Hablar con chicos de 8 a 12 años
Los niños de esta edad suelen seguir deseando hablar abiertamente con sus padres sobre temas delicados. Dialogar ahora con su hijo ayuda a mantener la puerta abierta para cuando crezca, a fin de que siga queriendo compartir sus opiniones y sus sentimientos con usted. A veces, a los niños les resulta más fácil hablar cuando no tienen que establecer contacto ocular, como cuando viajan en coche o caminan junto a otra persona.
Forzar la charla o anticiparse al interrogante puede ser contraproducente, ya que “uno se pone en la posición de bajar línea y lo único que se hace es obturar la posibilidad de un diálogo, ya sea con chicos de 8 o 9 años, como con preadolescentes y adolescentes”, sostuvo Libenson.
El diálogo es fundamental
El diálogo implica escucharles antes de hablar, sólo de esta forma sabemos qué es lo que saben sobre el tema de las drogas y podremos adaptarnos a sus conocimientos y lenguaje. El diálogo es más que hablar, es observar, mostrar interés y crear un clima positivo donde se sientan cómodos para expresar sus ideas, dudas y preocupaciones. A través del diálogo, encontraremos la forma de hablar sobre el tema y hacernos comprender en base a una relación de complicidad y confianza.
Cómo abordar el tema con adolescentes
Es muy probable que los adolescentes tengan conocidos de su edad que consumen alcohol y/o drogas y que tengan amigos que ya conducen coches. Mantener conversaciones sobre estos temas no solo para entender sus opiniones y sentimientos, sino también para hablarle sobre los peligros de conducir bajo los efectos de las drogas o el alcohol es fundamental para que comiencen a entender las implicaciones legales, (como pagar multas o ir a la cárcel), y sobre la posibilidad de que él mismo u otras personas acaben muertos o gravemente heridos por culpa de las drogas.
Una buena forma de generar confianza, proteger a su hijo y a la vez utilizar el momento para fortalecer el vínculo padre/madre e hijo/hija es comprometerse a buscarlos a cualquier hora y en cualquier lugar, sin hacer preguntas, si él lo llama porque la persona encargada de manejar de vuelta tomó alcohol o consumió drogas.
La psicóloga argentina también recomendó que si la sospecha es que un adolescente está inmerso en una situación de consumo “lo importante es no juzgar sino compartir la preocupación y tratar de acercarse desde el mejor lugar: no para retar, sino para que esto no se les vaya de las manos y se empiece a autoflagelar, a vender cosas para juntar plata y consumir o robar dinero de la casa” con el mismo objetivo.
“El dato pasa por no poner en juego el amor, ir por el lado de ‘te quiero cuidar porque te amo’. Todo lo que tenga que ver con miedo, hostigamiento y amenazas no suma, resta. Cuanto más jóvenes se detecta la adicción, más posibilidades hay de recuperación”, afirmó.
Consejos y técnicas para hablar sobre drogas con los hijos
● Claridad. Aunque usemos un lenguaje adaptado, debemos darles a los niños y niñas una información clara, seria y completa.
● No dramatices, ni banalices el tema. No se trata de crear un miedo ni de quitar importancia.
● Evita interrogarles insistentemente sobre si tienen pensado consumir o si han consumido alguna vez.
● Evita entrar en discusiones con ellos, esto puede convertirse en un modo de reafirmarse y desarrollar su identidad por parte de ellos estando a favor de las drogas.
● Aprende a ser flexible, para escuchar y comprender sus opiniones. Si desapruebas sus opiniones, se sentirán juzgados y conseguiremos el efecto contrario.
● Aprende a aconsejar en lugar de imponer.
Desde el Grupo de Trabajo en Adicciones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) destacaron que la prevención comienza “enseñando a los hijos a enfrentar y resolver los conflictos que se les presentan, a usar el diálogo permanente en lugar de la violencia, extendiendo la red familiar a amigos e incluyendo en ella al barrio y la escuela”.
En ese marco, enumeraron una serie de factores que disminuyen la probabilidad de que alguien del núcleo familiar comience a consumir drogas:
● Fuertes vínculos con la familia paar generara un buen nivel de comunicación
● Padres involucrados: saber dónde están sus hijos, qué hacen, con quiénes se relacionan y adónde van; conocer sus problemas, intereses y necesidades.
● Padres informados sobre las drogas y sus efectos.
● Fuertes vínculos con la escuela: buen diálogo con los docentes, desde una postura de respeto hacia la institución escolar.
● Normas claras de conducta dentro de la familia, límites y normas claras junto un trato cálido y afectuoso.
● Fortalecimiento y desarrollo de habilidades personales y sociales de cada hijo e hija: autonomía, autocontrol, autoestima, resistencia a la presión del grupo y capacidad para resolver problemas y conflictos personales.
Cuando los chicos comienzan a consumir
● Dejan de comer.
● Se encierran en el cuarto.
● Tienen amistades diferentes.
● Bajan mucho de peso o tienen otras conductas adictivas (por ejemplo, se llenan de caramelos, helado u otros dulces).
● Se encierran a jugar en línea.
● Duermen de día y están despiertos de noche.
● Están hiperactivos.
● Bajan su nivel de rendimiento escolar.
● Se vuelven irascibles, agresivos e impulsivos.
● Dejan de cuidarse (incluso a nivel sexual).
● Tienen momentos de desaparición de la familia.