Argentina tiene un 31% de la población de niños y adolescentes de entre 7 y 14 años que padecen bullying. El hostigamiento escolar fue en el 2020 uno de los motivos de suicidio adolescente.
El bullying tiene una fuerte influencia sobre el desarrollo de los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA). El acoso escolar puede influir en la construcción de una baja autoestima y distorsión de la imagen corporal, siendo estos factores que contribuyen como desencadenantes de los desórdenes alimentarios.
Según explica la psicóloga especialista en Trastornos de Conducta Alimentaria, Mara Fernández, la burla es la forma de acoso más común, y sobre todo, aquella que se relaciona con la apariencia física y estética, así como opiniones negativas sobre el peso, características faciales y corporales, indumentaria.
Estas críticas relacionadas al cuerpo incrementan la insatisfacción corporal, inseguridad, rechazo a sí mismo y pueden contribuir a desarrollar hábitos alimentarios no saludables.
Los trastornos de la conducta alimentaria son trastornos psicológicos graves que provocan una alteración en la conducta alimentaria. La persona que padece un TCA sufre una fuerte preocupación, por su peso, por su imagen corporal, una baja autoestima, entre otros.
Para que una persona pueda desarrollar un TCA, se debe dar una combinación de cuatro factores:
- El factor biológico: alguien de su familia padece o padeció un TCA.
- El factor psicológico: tiene que ver con el perfil de personalidad de la persona, si sufrió algún evento traumático en la infancia, como el bullying.
- El factor familiar: qué representa la comida para esa familia, si la hora del almuerzo o la cena es un momento tenso o un momento que se disfruta, si se habla de dietas, si el factor estético tiene gran relevancia o no.
- El factor social: éste es el que funciona habitualmente como desencadenante: las redes sociales, los medios de comunicación, las publicidades que se consumen en relación a productos para adelgazar.
La persona que atraviesa un TCA debe realizar un tratamiento con un equipo multidisciplinario (médicos, enfermeros y psicólogos especializados en TCA), para poder sanar esa mala relación con el cuerpo y los alimentos.
Sin embargo, son tratamientos largos y difíciles, ya que un rasgo habitual de estos cuadros es la falta de conciencia de enfermedad por parte de la persona que lo padece.
Esto significa que la persona afectada tiene una incapacidad de identificar las consecuencias negativas de la enfermedad, ni de la necesidad de hacer tratamiento, ni tampoco los beneficios del mismo.
Esta situación complejiza la adherencia al tratamiento en algunos casos. Es imprescindible el papel y el apoyo de la familia y el entorno, informó Télam.