Al hablar de sexualidad debe realizarse siempre desde el paradigma de la complejidad, ya que contempla la interacción de múltiples variables. Citaremos textualmente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien plantea que “la sexualidad es un aspecto central del ser humano que está presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Se siente y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones. Si bien la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas ellas se experimentan o expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales”.
Queda claro, entonces, que la sexualidad no se reduce solo a su aspecto biológico, sino que su definición es mucho más amplia.
Marco legal
En Argentina, desde hace 15 años, la Ley Nacional Nº 26.150 de Educación Sexual Integral está en vigencia. Sus planteos van en línea con la definición de la OMS ya que contempla todos los aspectos que abarca. Está sostenida por cinco ejes básicos: reconocer la perspectiva de género, respetar la diversidad, valorar la afectividad, ejercer los derechos y cuidar el cuerpo.
Dar Educación Sexual enfocándose solo en el cuidado corporal, como sostienen los grupos de personas “anti derechos”, atenta contra el abordaje integral. La Educación Sexual Integral (ESI) aún no está implementada efectivamente en todas las instituciones educativas. En muchas de ellas, se abordan contenidos de manera parcial, acotados al aspecto biológico, el funcionamiento físico y la prevención de infecciones y embarazos.
La Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS), en la Declaración de los Derechos Sexuales de las personas, reconoce que estos son básicos, esenciales y fundamentales para lograr los más altos estándares en relación con la salud sexual de la población. En línea con esto, los planteos de la ESI contribuyen a garantizar los derechos de las personas que se encuentran en la niñez y en la adolescencia, tales como el derecho a la identidad, la educación y la salud, entre otros.
Desandar para aprender
¿Cuáles serían algunas de esas transformaciones necesarias a tener en cuenta?. Para empezar, es preciso reconocer el peso que tiene la cultura en la sociedad ya que el sistema sexual binario cisheteronormativo nos atraviesa. ¿A qué nos referimos con estos términos?. El sistema sexual binario sostiene arbitrariamente que sólo existen dos posibilidades “correctas” respecto de las identidades de género y a los sexos: ser hombre y tener pene o ser mujer y tener vulva. Respecto de las orientaciones sexuales, solo admite a la heterosexualidad como “normal”.
Este binarismo se basa en una lógica arbitraria cisheteronormativa. Esta palabra está compuesta por tres términos: “cisgénero”, “heterosexual”, “norma”. Las personas “cis” son aquellas que se autoperciben con el género que les fue asignado socialmente en base a sus genitales y son heterosexuales quienes sienten atracción por personas de un género diferente al autopercibido. De esta manera, la normativa social presupone erróneamente que todas las personas son cisheterosexuales, invisibilizando y violentando a las personas trans y/o a quienes no sienten atracción heterosexual. En este sentido, una transformación sumamente necesaria es deconstruir esta forma tan limitada de pensar y reconocer que, en términos de sexualidades, existen mucho más que dos posibilidades siendo, todas ellas, igualmente válidas.
Otra transformación necesaria es incluir efectivamente la perspectiva de diversidad y género en el ámbito educativo. Ya no podemos hablar del aparato reproductor femenino y masculino, confundiendo los conceptos de sexo con género. Hay que hablar de cuerpos con vulva y cuerpos con pene, cuerpos con capacidad de gestar y con capacidad de fecundar, así como también de cuerpos intersexuales, garantizando la inclusión de la diversidad corporal y dejando en claro que sexo no es lo mismo que género y que las genitalidades, de ninguna manera, definen ni determinan las identidades de las personas ni tampoco sus orientaciones sexuales. Es crucial incluir a travestis, trans y a personas con identidades no binarias.
Otra transformación necesaria es, justamente, poner el foco en las “formaciones”. Es decir, sería sumamente productivo que, quienes desempeñen tareas docentes, pudieran capacitarse con contenidos científicos, válidos y actualizados para poder educar de manera integral. Sería interesante contemplar que no sólo tienen que saber ESI quienes enseñan esos contenidos, sino todo el equipo docente y el personal de las instituciones educativas. En línea con esto, sería favorable que, además de incorporar conocimientos teóricos, pudieran ponerlos en práctica, enseñando con actitudes y ejemplos cotidianos. Además, hay que tener presente las capacitaciones en relación a la sexualidad de las personas con discapacidad a las que, la mayoría de las veces, no se las incluye al hablar de ESI.
Siguiendo con las transformaciones necesarias, es básico garantizar la transversalidad de los contenidos de la ESI, ya que no es del todo útil que sólo haya un par de talleres al año. Sería muy enriquecedor que estos saberes atravesaran a todas las materias y que, de una u otra forma, las sexualidades sean visibilizadas a lo largo de la currícula académica.
Las modificaciones a realizar son muchas. Otra transformación necesaria incluyendo los niveles de educación superior es posibilitar la transdisciplina. Así como la sexualidad nos atraviesa como personas y como sociedad, también sería efectivo atravesar con conocimientos sobre ESI a las distintas carreras, ya que no sólo una persona que se dedica a la docencia tiene que saber sobre estos temas, también le es útil a quien estudia comunicación, sociología, trabajo social, psicología, medicina, ingeniería, derecho, diseño y muchas carreras más en las que, de una u otra manera, hay incumbencias asociadas a la sexualidad.
Rupturas y desafíos
¿Es fácil lograr las transformaciones planteadas?. Claramente que no, porque nos implica cuestionarnos, y esto nos trae algunos desafíos personales. Por un lado, el hecho de romper mitos, prejuicios y falsas creencias que hemos incorporado y probablemente naturalizado. Por otro lado, se pone en evidencia la necesidad de una educación laica, libre de sesgos morales y religiosos que culpabilizan, castigan y patologizan a la sexualidad. Además, tendremos que lidiar con personas que no han recibido educación sexual integral, no tienen interés en aprender y, desde su ignorancia en el tema, promueven la vulneración de derechos.
Pensar en un cambio social a gran escala es prácticamente imposible. ¿Y si empezamos a cambiar en nuestros ámbitos más cercanos?. Probablemente, de a poco, nos acerquemos a la meta.
Claudio Pilot es Licenciado en Psicología con estudios de Posgrado en Psicoterapia Sistémica, Sexualidad Humana y Consejería en Sexología Clínica y Psicoterapia Breve con Orientación Ericksoniana, socio adherente de la Federación Sexológica Argentina (FESEA) y docente en la Licenciatura en Psicología de la Universidad del Aconcagua y la Universidad de Congreso donde, también, dirige la Diplomatura en Sexualidad.