No existe posibilidad de encuentro si no hay lazo social. La historia de las interacciones humanas comienza con hacer lazo con el otro y ese otro hace un lugar para que se pueda ser y, así, existir. Los niños y adolescentes, en especial, al igual que los adultos, necesitan esta posibilidad de encuentro, necesitan encontrar un lugar en donde les den “asilo”.
Una vivencia inédita
La pandemia ha generado una infinidad de experiencias que son y serán investigadas y que dejarán una marca en las generaciones de niños y adolescentes, también de los adultos. Una de ellas ha sido el aislamiento, como medida de protección. Si bien es contradictorio, necesitar aislarnos para cuidarnos y cuidar al otro, fue necesario. Atravesar esa situación ha generado una gran cantidad de interrogantes en la vida de las personas, en especial adolescentes. Sujetos que viven una edad “decisiva”, según el psicoanalista Juan Mitre. Y es el mundo digital, virtual, o como quieran denominarlo, el que generó la posibilidad del encuentro. Por eso, la pregunta que nos plantea esta realidad es: ¿podemos hacer lazo social en la era digital?.
Es una pregunta compleja que no tiene una única respuesta. Pero es necesario iniciar un recorrido para poder responderla. Padres y madres, docentes, niños y adolescentes son atravesados por este interrogante, según la edad y el momento de la vida en el que estén. Y muchos tienen que habitar espacios de encuentro como Meet, Zoom, entre otros. Las clases, el trabajo, la vida, al menos por momentos, pasan por estos espacios. Tiempo atrás, el filósofo Michael Serres (2001, Le Monde) decía que lo “virtual es la misma carne del hombre”. Es decir, lo virtual es un acontecimiento humano.
Por otro lado, es frecuente que las personas acudan a un analista o a las instituciones (por ejemplo las educativas) “desubjetivados”, es decir, sin hacer lazo, en una experiencia de soledad y culpa muy difícil de vivenciar. El hacer lazo tiene que ver con posibilitar lo que, algunos, llaman encuentro. Hay un vínculo que se establece a partir de lo que algunos llamamos transferencia. Esta posibilita el lazo social y esto es posible en cualquier espacio en donde sean factibles las relaciones humanas. En lo virtual las personas, independientemente de la edad, se vinculan. Pueden expresar lo que les pasa, pueden generar modos de vinculación en los que se comparten y generan experiencias. Incluso, estos espacios evitan muchas veces las experiencias desubjetivantes que arrojan a las personas a la soledad del desamparo, muchas veces atravesada por la angustia. Los llamados “nuevos” espacios de vinculación, desde lo virtual o digital, deben transformarse en sitios en donde se permita un trabajo de re-subjetivación que permitan, a las personas, ser personas, aunque parezca una obviedad. Por eso, el lazo social es la posibilidad de hacer algo ante las experiencias de desamparo. Las mismas se dan en cualquier espacio y son frecuentes en la virtualidad. ¿Cómo posibilitar el lazo social?, ¿qué hacer frente al desamparo?.
Construir lazo
Abordar el desamparo o los efectos del desamparo es generar un espacio de asilo o sostén para aquellos sujetos que no han vivido la experiencia de “ser cuidados”. De alguna forma, donde no se posibilita el lazo, emerge la violencia y el maltrato. Esta puede ser consecuencia de la excesiva presencia o ausencia de otro. Se trata de una experiencia límite, en donde se llega al borde de la soledad y el abandono.
Los nuevos espacios de vinculación virtual pueden ser posibilitantes del encuentro si dan un lugar, un sitio en donde ser tratados como sujetos. Lugares donde ser escuchados y la palabra haga lazo. Espacios familiares, de amistad, educativos y hasta terapéuticos que permitan reconocer al otro desde lo que vive y sueña. Una experiencia simpática que escuché de un niño pequeño, a partir de la pandemia y el aislamiento, era una hora de juego en la que él llamaba el “zoom de juegos”. En ese espacio, generado por docentes con fines educativos y lúdicos, ese niño conoció a otros chicos y chicas de su edad, de distintos lugares del mundo. Una vez a la semana y en un horario pautado se reunía a jugar allí. Mientras contaba todo lo que allí hacía y disfrutaba, siempre animado y supervisado por adultos, fue interesante escucharlo decir que a su cumpleaños quería invitar a sus compañeros y compañeras de juego virtual. Lo virtual no era un espacio que impidiera el lazo social en el medio del aislamiento. Por el contrario, era lo que lo había posibilitado.
La centralidad del vínculo
¿Cuál es el riesgo?. El riesgo es pensar que la tecnología es el único y privilegiado espacio de vinculación, en donde todo es posible. Toda realidad de encuentro humana ofrece el límite de que no todo es posible, que siempre hay una limitación. Me animo a decir que esta limitación es la que posibilita que sigamos buscando un encuentro con otro que nos complete. Es, además, fundamental recordar que esa incompletud, muchas veces negada y temida, es lo que nos hace hermosamente humanos y desde la cual podremos encontrar qué es lo posible en nuestras vidas. En el ejemplo del niño, cuando no era posible salir a jugar, salía a jugar al “zoom de juegos”.
Para terminar, recordemos que el lazo social es necesidad de vinculación humana. No es posible pensarnos fuera de este lazo, no es posible pensarnos fuera de un vínculo con otro que nos permita ser.
Fernando Bertonati es Licenciado y Profesor en Psicología, Profesor de Filosofía y Diplomado en Docencia Universitaria.