A mayor educación, mejores trabajos

Cuantos más conocimientos uno tenga, podrá aspirar a mejores salarios, y por qué no, a otros empleos o cargos. La combinación de educación y trabajo es clave para dinamizar la movilidad social ascendente.

A mayor educación, mejores trabajos
Cuantos más conocimientos uno tenga, podrá aspirar a mejores salarios, y por qué no, a otros empleos o cargos. La combinación de educación y trabajo es clave para dinamizar la movilidad social ascendente.

Quienes alcanzan los niveles educativos más altos logran mejores salarios. Esta afirmación, que podría basarse en el sentido común, se desprende de una investigación del Observatorio Argentinos por la Educación y la Universidad de San Andrés.

En nuestro país, el ciclo de educación obligatoria concluye con la finalización del secundario. El resultado de este estudio es que por cada año adicional de educación después del secundario la persona tiene la posibilidad de incrementar sus ingresos de manera significativa durante toda su trayectoria laboral. O sea que quienes obtienen un título universitario cuentan con salarios superiores a los de quienes sólo pueden exhibir el título del secundario.

Siempre habrá excepciones a la regla. Profesionales jóvenes que no acceden a un empleo acorde con sus competencias, de modo que ganan un salario menor al que merecerían. Estudiantes universitarios avanzados que abandonan sus estudios porque el mercado les ofrece un tentador sueldo y priorizan el presente al futuro. Especialistas en algunas disciplinas que no pueden transformar su saber en un ingreso por falta de mercado. O como contracara, personas sin estudios avanzados que logran buenos ingresos por otras capacidades.

Pero la importancia de la investigación que destacamos radica en que marca una tendencia general y la confirma por distintas vías. Por ejemplo, analizando los datos de ingresos de la Encuesta Permanente de Hogares, una estadística oficial y periódica a cargo del Indec. Lo que nos dice este estudio es que invertir el tiempo personal en un proyecto educativo determinado nos puede generar beneficios económicos. Cuantos más conocimientos uno tenga, podrá aspirar a mejores salarios, y por qué no, a otros empleos o cargos.

La combinación de educación y trabajo es clave para dinamizar la movilidad social ascendente. Hasta no hace mucho tiempo, era habitual señalar que hacía falta crear nuevos puestos de trabajo para rescatar a la gente de la pobreza. Pero las más recientes indagaciones detectaron una problemática interesante: un cierto porcentaje de pobres tienen trabajo, pero sus ingresos son demasiado bajos porque realizan tareas que no demandan grandes competencias o habilidades. En otras palabras, como no tienen estudios, no pueden postularse a otros empleos.

Esto es lo que vive gran parte de nuestra juventud, por ejemplo. Recordemos que uno de cada dos adolescentes no termina el secundario a la edad pautada por el sistema. Ante esa situación, entran al mercado laboral a puestos de baja calidad y bajos salarios, muchas veces de manera informal, o bien quedan excluidos (los “ni-ni”, aquellos que ni estudian ni trabajan).

En los primeros años de la universidad, la deserción es muy alta. En consecuencia, una ínfima minoría alcanza la titulación universitaria. Pero los salarios del último trimestre del año pasado demuestran que el esfuerzo vale la pena: un graduado universitario percibió, en promedio, 236 pesos por hora, contra los 184 pesos que recibió, en promedio, un trabajador con secundario completo. Un 22 por ciento de diferencia.

Quienes sostienen que el secundario debe preparar al estudiante para ingresar al campo laboral debieran repensarlo. Lo que necesitamos es prepararlos para la vida universitaria.

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