Jorge Sosa - Especial para Los Andes
El hombre siempre ha buscado vencer a la muerte. Desde la piedra filosofal hasta los últimos avances médicos, incluyendo tratamientos rejuvenecedores, ese ha sido uno de los grandes objetivos de la humanidad.
Yo creo que el tema es fácil: detengamos el tiempo, inventemos un aparatito que anule a todos los relojes, entonces nada involucionará hasta la muerte. Claro que es embromado el tema. El tiempo es indiferente a lo que nos pasa, solo tiene una tarea: pasar, y la cumple estrictamente a tiempo.
Por lo tanto uno debe seguir festejando los cumpleaños como si encerrara un hecho extraordinario el haber nacido. Uno nace cuando menos lo espera. La vejez es solo un archivo de almanaques.
Sin embargo nos preocupa hasta en las canciones: “El tiempo pasa / nos vamos poniendo viejos”, dice Pablo Milanés sin aceptar que está diciendo una verdad de perogrullo (como todo lo que yo he escrito hasta este punto).
Ya la palabra “tiempo” implica que pasa, que se devora a sí mismo, que nos quita los dientes y nos hace pasar de ser miembros de movimientos estudiantiles a ser afiliados al PAMI.
Miren lo que nos ocurre con este 2016. Todavía resuena en mis oídos la pirotecnia que se puso en el aire en el momento de su iniciación y ya hemos gastado la mitad de él. Estamos en junio, en el sexto mes, ya hemos gastado medio año.
En ese lapso Mendoza ha presentado varias opciones para el asombro, pero tres de ellas, significativamente notorias: los cierres del túnel internacional, el zoológico y el clima.
No tengo las estadísticas pero sí la impresión de que el túnel trasandino que une a Mendoza con el país de Trasán, ha permanecido más tiempo cerrado que abierto. Póngale nevadas, viento blanco, derrumbes, paros, caminos cortados, los motivos son de los más diversos.
Los camiones demorados en ambos lados del Ande se han sumado de a miles. Por momentos Uspallata duplicó su población debido a los camioneros varados. Y no hay solución a la vista, o no hay decisión a la vista. Seguirá ocurriendo.
Para llegar de Mendoza al puerto de Valparaíso hay que recorrer 421 km, pero eso puede significar, tranquilamente, dos semanas. No hay cosa más lenta que la lentitud.
El zoológico fue noticia casi todo lo que llevamos vivido de 2016. Todavía no sabemos bien qué pasó y cuál es, realmente la magnitud del daño. Ahora está cerrado como poto de muñeco pero uno tiene la sensación de que, a los que están adentro, los tratan como animales.
Y en cuanto al clima, el culillito del Pacífico nos trastocó todo a tal punto que no tuvimos otoño. Pasamos del verano al invierno, directamente. Pobre de mí que pensaba cobrar algunos manguitos de SADAIC por la difusión de “Otoño en Mendoza”.
Estimo que con el otoño que hemos tenido, estoy en deuda con SADAIC. Se dio el caso de que llovió en nuestra provincia casi un mes seguido. No es clima para una zona semidesértica con vegetación xerófila y escasas precipitaciones.
La situación produjo, beneficios para los vendedores de paraguas y maleficios en las calles y los techos de las casas. Hay techos que todavía están chorreando y algunas calles agravaron los pozos (porque los pozos ya estaban) a tal punto que, para atravesarlos, hasta las carretelas tienen que ser cuatro por cuatro.
Hace días atrás tuve la oportunidad de asomarme a un bache en una calle de Guaymallén y al fondo del bache vi a un chino que me miraba.
Por lo demás nada distinto a lo que les ha pasado a los argentinos de otras partes: aumento de tarifas, tarifas abultadas y tarifazos. Ya hemos usado medio 2016. No tenemos expectativas de que lo que falta sea mejor de lo ya ocurrido, pero al menos tenemos la esperanza de que no sea peor. Es el año del bicentenario. Doscientos años desde aquel 1916, doscientos ocho si tenemos en cuenta la inflación de mayo.