Acorde a las primeras estimaciones, el nuevo paquete de medidas sería expansivo, puesto que los gastos propuestos superarán a los nuevos montos a recaudar. El gobierno pondrá más pesos en la economía que los que saca vía impuestos. Si así fuese, permitiría una recuperación de ventas, salvo que esa expansión se refleje sólo en precios.
La mejoría en ventas no sería homogénea, sino que favorecería más a aquellos que venden principalmente a personas de menores ingresos, que son los más beneficiados con las nuevas medidas. Se favorecerá más a las ventas de consumo masivo (alimentos). Supermercados y almacenes estarán mejor posicionados. El paquete incluye además el dólar tarjeta, más caro, que desalentaría las ventas en el exterior, favoreciendo las locales.
A ese paquete posiblemente se le sume además otro factor: un dólar oficial que se irá rezagando respecto de la inflación. De esta manera, los salarios promedio podrían aumentar un poco más que la inflación, mejorando el poder de compra de buena parte de la población. Sería otro factor que también contribuiría a impulsar las ventas en general.
Hay un par de riesgos en estas medidas. El primero es que empujará a la inflación, aunque la misma podría verse mermada temporariamente a través de un posible acuerdo en salarios y precios. El segundo es que, al aislarnos del mundo, es posible que el país vuelva a encarecerse en dólares. Volverá a sorprendernos lo barato que es la ropa y la informática en otros países.
Resumiendo, están dadas las condiciones para una reactivación de las ventas comerciales, aunque no libres del riesgo inflacionario. Parafraseando una muy vieja propaganda, quizá volvamos a ser más Grundig: caros pero argentinos.