Hace ya algo más de dos años, mi hijo consiguió un empleo que lo ha llevado a vivir a El Poblado, una de las 16 comunas en dirección sur oriental que escalan las montañas de la periferia del Valle de Aburrá donde se levanta Medellín. Hasta allá viajé en diciembre del año pasado para pasar el 31 con él.
Como el resto de las grandes ciudades de Colombia, Medellín no tarda en contagiar su efecto embriagador al visitante. Luego de unos días uno se acostumbra demasiado rápido a la idea de que quizá sea el lugar perfecto para vivir. El clima en el caso de esta urbe es uno de los principales atractivos: un promedio de 23 grados día y noche, todo el año. Es como un otoño o una primavera perenne, que solo puede competir con la amabilidad de su gente y el espectacular paisaje.
Lo primero que me llamó la atención fue el predominio del color rosado en la imagen de los barrios populares que rodean al casco de la ciudad. En el caso de El Poblado, se trata de una las comunidades más abundantes en naturaleza de todo Medellín. Se llega por caminos serpenteantes que bordean bosques adornados de flores multicolores agitados por pájaros.
Es un ambiente muy cálido, en cuanto a la gente que vive allí. hay un circuito de atractivos urbanos como la Iglesia San José del Poblado, el Museo El Castillo y los parques Lleras y del Poblado que vale la pena visitar.
En las vísperas de los festejos de Navidad y Fin de Año, los pobladores preparan los "alumbrados", unas extensas redes de luces de distintos colores con las que arman figuras o rodean árboles y estructuras públicas que brillan espectacularmente de noche. Incluso entrelazan con luces las laderas de uno y otro lado del río Medellín, formando puentes oníricos, algunos de los cuales se convierten en pájaros o en las más diversas flores gigantes. Son tan originales y elaborados estos entramados que muchos empresarios de eventos europeos, sobre todo parisinos, se vienen a Medellín en esa época a comprarles las ideas y los diseños para exportarlos.
Además, otro atractivo que despierta fascinación son sus flores, por ello la "Feria de las flores"es imperdible. Colombia es una de las mayores exportadoras del mundo y la actividad tienen su gran fiesta. Las silletas, unas estructuras de madera cubiertas de diversas especies florísticas que se montan sobre los hombros antiguamente servían para la venta hoy desfilan por las calles durante la celebración de julio.
Es costumbre esperar la medianoche del 1 de enero con cerveza y mucho ron. En mi caso, recibí el Año Nuevo en las playas de Cartagena. En esa ciudad también hay alumbrados y todos los pobladores sacan sus mesas a las calles y cenan al aire libre con manteles blancos y platos adornados. Después de las 12, una banda de músicos en cada esquina despierta el baile familiar y comunitario hasta la madrugada.
Entre las comidas caribeñas me gustaron mucho sus famosos frijoles negros, el arroz blanco y el plátano frito que conforma su popular "bandeja paisa" - por el genérico con que denominan a los habitantes de Medellín -. Es una saludable costumbre observar que todo el mundo come frutas a cualquier hora y en cualquier lugar. Además la ventaja de poder comprar un gigantesco vaso de jugo multi frutado en los puestos de cada esquina de la ciudad.
Los colombianos se están recuperando de dos décadas donde reinó el narcotráfico. Con la muerte de Pablo Escobar en el 93’muchos pueblos se han ido rescatando de a poco logrando que volvieran a cultivar la tierra en lugar de permanecer en el negocio de las drogas. Por otra parte, muchas comunidades de la periferia del siglo XVII y XVII, ricos en historias, también se están revalorizando y acondicionando para el turismo.
Actualmente hay un plan de construcción de bibliotecas enormes y populares muy modernas que han conseguido acercar a clases sociales muy distanciadas entre sí. Y además ¡hay 37 universidades privadas y estatales sólo en Medellín!