Por Fabián Galdi - fgaldi@losandes.com.ar
Floyd Mayweather y Cristiano Ronaldo son las estrellas más sostenidas por la industria del deporte como la imagen que fuera de los cuadriláteros y de las canchas, respectivamente, combinan aspectos de su personalidad tales como la arrogancia, el engreimiento y el narcisismo en una matriz egocéntrica que exponen sin ánimo alguno de esconder. Es más, gustan de exponer públicamente su riqueza con una ostentación del lujo que no reconoce límites. La vanidad y el desprecio al otro suelen acompañar la mayoría de sus actos. Conjugan el verbo ser siempre en primera persona: yo, yo…y yo.
Nunca quedó en duda que sus aptitudes en sus respectivas actividades los pusiera en un plano de relevancia, situándolos en el podio de los mejores del planeta en el boxeo o en el fútbol. Negarlo no resistiría ningún análisis. Se trata, en cambio, de interpretar con qué necesidad se muestran al mundo en actitudes que los terminan degradando en la transición que va desde la sorpresa inicial hasta el rechazo frente a tamaña exposición de comportamientos propios de la soberbia.
El púgil estadounidense, si se quiere, es menos diplomático que el jugador portugués a la hora de declarar ante la prensa o de subir a las redes sociales imágenes que ya dejan de resultar excéntricas para transformarse en grotescas. Ha mostrado su colección de automóviles cuyo costo por unidad es de 2 millones de dólares, aproximadamente, además de centenares de zapatos sin estrenar, joyas costosísimas, series de perfumes que podrían cubrir una casa entera y –según publicó su ex asistente Tasha Robinson en un libro – cada vez que retira dinero de su cuenta para gastos comunes, la suma orilla los 100 mil dólares. No en vano, eligió como apodo pèrsonal la palabra “Money” hace algunos años.
Mayweather, de acuerdo a un informe de la revista Forbes, es el deportista mejor pagado de todos los tiempos. Hasta el combate con Pacquiao, llevaba ganados 400 millones de dólares y ahora, aunque aún no se conozca el monto concreto, agregará entre 150 y 180 millones de dólares por la sumatoria de la bolsa que le corresponde más el porcentaje de los derechos provenientes de la televisación. En este combate, por ejemplo, cada mueca permitió mostrar el protector bucal valuado en 25 mil dólares y que estuvo cubierto de diamantes y oro además de relleno con billetes de 100 dólares.
El norteamericano, por otro lado, fue condenado tres años atrás por la justicia de su país a seis meses de prisión por agresión y violencia doméstica contra su ex pareja, Josie Harris, madre de sus tres hijos. Ante la evidencia, el púgil se declaró culpable para reducir cargos y llegar a un acuerdo judicial, por lo que tuvo que pasar tres meses en la cárcel, con otros 90 días en suspenso. Además, cumplir con un programa terapéutico por un año y realizar 100 horas de trabajo comunitario.
En otro de los hechos negativos, se recuerda el combate en 2011 contra el estadounidense de descendencia mexicana Víctor Ortiz, cuando éste le dio un cabezazo en la pera y el árbitro ordenó el break ante la agresión. En la continuación, cuando su adversario le pidió disculpas, Mayweather lo sorprendió con la guardia baja y lo noqueó ante los abucheos y la silbatina del público presente en Las Vegas , debido a la actitud antideportiva.
Como en una inmensa cantidad de boxeadores y de futbolistas, la vida de Mayweather tuvo complicaciones a temprana edad. Sin embargo, la de Manny Pacquiao fue exactamente igual o más compleja, y su personalidad es absolutamente diferente a la del estadounidense. No se discute aquí la capacidad boxística de "Money", por lejos uno de los mejores pugilistas de la historia, sino que el comportamiento cada vez más despectivo hacia quien no le cae en gracia – dentro y fuera del ring – lo termina convirtiendo en un sujeto peligroso y de escasa confiabilidad.
Desde lo deportivo, los principales analistas boxísticos coinciden en que Mayweather ha vencido a los grandes oponentes que se le pusieron enfrente, entre ellos a un referente como Oscar de la Hoya y también en los dos combates contra el "Chino" Maidana, pero que por otro lado ha escogido a sus adversarios cuando aún no estaban fogueados por completo o, por el contrario, cuando ya venían en declive de sus respectivas campañas.
En tanto, Cristiano Ronaldo no pierde oportunidad para mostrar su porte atlético en modo metrosexual, como suele calificarlo la prensa de espectáculos. Es más, está mucho más medido últimamente tanto en sus declaraciones como en la muestra de sus actitudes dentro y fuera del campo de juego. Sin embargo, no pudo sobre actuar y demostró realmente qué lugar le deja a sus compañeros cuando la semana pasada se enojó porque Álvaro Arbeloa marcó un gol y él no lo pudo hacer, en ocasión del 3-0 al Almería por la liga española. Queda para el recuerdo cuando descargó su furia pateando el balón ya dentro del arco, mientras los demás jugadores de Real Madrid corrían a celebrar el tanto con el defensor. Una situación que puso en ridículo a un fenomenal futbolista – tampoco vale la pena menoscabarlo – que no puede manejar su egocentrismo.
En lo que va de esta temporada, los reproches de CR7 a compañeros del "merengue" se multiplican: dos veces a Gareth Bale y una a Iker Casillas, en los tres casos con gestos ofensivos, se suman a cuando se acomodó sus partes bajas frente al árbitro Mateu Lahoz y a sus desplantes contra el público en el Bernabeu, además de su fastidio cuando él no consigue goles a pesar de que su equipo esté ganando o haya ganado un partido. Ahora, con su "hat-trick" al Sevilla, tuvo la delicadeza de invitar a sus compañeros al festejo de los tantos. ¿Hecho natural o premeditado para borrar los murmullos de desaprobación?
Los desplantes del portugués están a la medida de su gigantesco ego, aún negando sus magros pasos con la Selección portuguesa en los Mundiales 2006, 2020 y 2014, además de su flojo desempeño en el Mundial de Clubes 2014 y la escasa participación en la final de la Champions 2013/2014, cuando solo se hizo ver con un penal para cerrar el 4-1 al Atlético de Madrid y luego se dedicó a posar ante las cámaras sin su camiseta y mostrando su físico como si le importara más su propio cuerpo que el celebrar con sus compañeros.
Floyd Mayweather y Cristiano Ronaldo, el símbolo del narcisismo en estado puro. Lo saben. Y no les importa cambiarlo.