Mirta (55) es profesora de Educación Física. No sabe si tendrá sexo esta noche pero, por las dudas, se compró ropa interior. Cierto recato mendocino hace que no pueda revelar nada a sus hijos, que creen que hoy saldrá sola al cine. Frente al espejo del baño, ella se lo repite en voz baja: un tipo, esta noche. Dice así, "un tipo", porque por alguna razón la palabra le hace sentir un cosquilleo mientras se pinta los labios y se sincera con Los Andes vía mensaje de voz:
"Lo conocí por Tinder. Charlando. A veces tenés ganas de conversar con adultos. Aunque sea eso, chatear. Es viernes a la noche, ponele, tus hijos salen y vos te encontrás mirando la tele, sin saber qué hacer", revela Mirta.
Cada vez hay más usuarios de Tinder que pasan los 35 años. El mecanismo es simple: si un participante le pone "like" a alguien, y ese alguien también le pone un "like", hay un "match" -una coincidencia, diría Roberto Galán- y pueden empezar el chat.
Otras plataformas, como Happn, hacen de la ubicación por GPS su bandera. Se supone que ahí aparecen las personas "con las que te has cruzado" alguna vez. Badoo tiene fama de ser más informal; en tanto que opciones como Grindr se focalizan en la población gay, bisexual, trans, y queer. Hasta Facebook lanzó Dating, un espacio para coordinar encuentros. En todas esas lides, la camada de maduros y maduras está entrando con fuerza.
Obviamente, ese ingreso no está libre de problemas. "La típica mala experiencia es arreglar con alguien y cuando llegás a la cita te das cuenta de que no tiene nada que ver con lo que mostraba en su perfil", avisa Mirta. "Me pasó con un vago que tenía una foto en la playa. Cuando nos encontramos en un bar, creí que el que venía era el abuelito del señor que salía en la imagen. Yo le dije -porque soy así, te lo digo todo-: 'discúlpame, pero deberías poner una foto actual'. Y no nos vimos nunca más".
"¡Uh, yo ésa la viví!", coincide Cristian (47), electricista y separado, con un hijo que recién está aprendiendo a caminar. "Conocí a una chica por Tinder y me fui a verla a San Martín. Cuando llegué, no tenía nada que ver con la foto. Me hice el choto y me subí al primer micro que volvía a la Capital. Ojo, como me acuerdo de ese mal trago, te podría comentar otras salidas que fueron de diez. De hecho, estuve en pareja varios meses con una chica que conocí por esa app. Vivía en San Rafael".
Abrir la cabeza
¿Cuáles son las estrategias del levante virtual? "La onda es mostrarte positivo, en diferentes lugares, para que se note que sos copado", aconseja Cristian. "Y está bueno que muchas de estas aplicaciones te obliguen vincular el perfil con la cuenta del Facebook. De esa forma pueden ver qué hacés, si sos sociable, etcétera. Y, sobre todo, saber que no estás usando un perfil falso".
Las personas entrevistadas coinciden en que tuvieron que "abrir la cabeza" para sumergirse en el ambiente de las citas on line. "Para nuestra generación -admite Mirta, ya a punto de tomar el taxi que la lleva al centro- esto es un aprendizaje. Es más, al principio tuve que pedir a una conocida que me instalara la app y me explicara, porque yo no entendía nada".
Paula es peluquera, tiene 40 y anticipa que "podría contar mil historias locas" que tuvo desde que empezó con su saga de aventuras en red. "Ay, me río mucho con los hombres. ¡Le dan like a cualquiera!", se suelta, divertida. Su estrategia es enumerar en el perfil las actividades que hace. "Yo puse que bailo tango, por ejemplo, y eso me permitió conocer contactos buena onda", relata.
Paula no es conservadora pero le gusta saber con quién va a salir. Para eso apela a estrategias de equipo. "¿Cómo? Con mis amigas. Mirá, a veces hemos estado las dos chateando con un mismo flaco. Lo hacemos a propósito, sin que él lo sepa. Le vamos preguntando cosas -si tiene esposa, hijos- y ahí vemos si pisa el palito. Hacerlo tiene riesgos. ¡Una vuelta el flaco nos gustó a las dos y terminamos saliendo con él un fin de semana cada una!".
Hay quien no quiere saber nada con casados, escuchar temas de hijos o anécdotas de nietos. Palo y a la bolsa. Otros y otras buscan algo estable. Y en tiempos de elecciones, están quienes aclaran que no tolerarían compartir la intimidad con adversarios políticos.
"Soy anti K" o "cárcel para los K" puede leerse en algunos perfiles. "Si sos Macrista ni me escribas", rezan otros. Hasta hay grupos de Facebook que -bajo el título Tinder K- intentan ayudar a que se formen "parejas peronistas".
Para Paula es comprensible. “Muchos llegamos a estas redes porque nos cansamos de que te presentaran ‘candidatos’ que no funcionaban. Amigos de amigas, recomendaciones y demás. Por eso acá aclarás tu postura de entrada y te ahorrás el problema”, resume.
¿Habrá tenido Mirta su noche de sexo? Al cierre de esta nota, el dato se desconoce. Será cuestión de pedirle que comparta los detalles por Whatsapp. Mirta está grabando un audio.
¿Conocerse en la calle o en una app?
Daniel Mundo es docente en la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Ciencias Sociales. Consultado acerca de la relación entre las app de citas y los adultos mayores, advierte que en general "los vínculos virtuales siguen confesándose como vínculos con menos valor que otros vínculos, como si fuera 'mejor' comenzar en la parada del colectivo que en Tinder".
Sin embargo, aclara, esa dicotomía absoluta ente lo real y lo virtual es una fantasía. "Si pudiéramos aceptar que hay una realidad subjetiva dependiente —es decir, si fuéramos capaces de suspender nuestra creencia en el libre albedrío—, entonces seríamos capaces de revalorizar nuestros principios existenciales y éticos", opina. En otras palabras, nunca estamos libres de condiciones ni de tecnologías. Ni en Tinder, ni en la calle, ni en ninguna parte.
-Usted ha sugerido que estos nuevos modos de vincularse coinciden con el aislamiento, y que "nos ayudan a seguir soportando la explotación constante". ¿Cómo funcionaría esto? ¿Cree que a pesar de ofrecernos "conocer gente" las aplicaciones se basan en la idea de que en el fondo sigamos solos?
-No hay manera de torcer esta disputa tecnopolítica que conduce a la soledad y el aislamiento con promesas de felicidad y exigencia de satisfacción. Ni siquiera si logramos la satisfacción podremos torcer esta disputa, porque la satisfacción es y no es el objetivo de este dispositivo. Hay que aceptar que el otro, otra, otre, representa siempre una perturbación, una inquietud, una reflexión, mientras que en nuestro imaginario las escenas de felicidad y satisfacción poco tienen que ver con todo esto, como si la felicidad o el goce fueran irreflexivos (…).
-De todos modos, hay parejas que se arman en Tinder y terminan siendo matrimonios "más allá de la perturbación"…
-No estamos preparados para la soledad, o en todo caso es una preparación amateur en comparación con los dispositivos elaborados para vincularnos en soledad. No es absurdo que los consumidores de las apps para citas casuales terminen en pareja. No me parecería absurdo que a los pocos meses tengan una mascota o un hijo e incluso abandonen el sexo. Lo que pasa es que solemos tener ideas muy confusas sobre la sexualidad (…).
-¿Se consolidarán alguna vez apps programadas para generar "encuentros serios", más allá del sexo ocasional?
-No hace falta, porque el deseo del sexo ocasional cumple otra función: se fantasea -sin aceptarlo conscientemente- como un prólogo o una intro para otra cosa, que lógicamente termina en vínculos que duran más (…).