En la actualidad el cine mendocino pasa por un buen momento en cuanto a las realizaciones y sus logros, las ideas y las ganas de hacer de mucha gente, no obstante las dificultades generales, que también alcanzan al sector audiovisual. Todo a pulmón y con escaso apoyo oficial.
Hay varias películas premiadas a nivel nacional e internacional. No podemos describir en la extensión de esta nota editorial la larga lista de éxitos de productos audiovisuales que registra últimamente el cine vernáculo.
Citemos, a modo de exiguo ejemplo, que la película "Muere, monstruo, muere", del tunuyanino Alejandro Fadel compitió por estos días nada menos que en el Festival de Cannes.
Otra realización, "Buenos Aires al Pacífico", de Mariano Donoso, fue galardonada en el rubro Documental Largometraje en el Festival Internacional de Cine Independiente, de Cosquín.
Sí debemos mencionar que la provincia cuenta con eventos de la temática que trascienden holgadamente sus fronteras, como ocurre con el Festival de Cine Mirada Oeste, que sostiene el municipio de Godoy Cruz desde hace varios años y que el medio cuenta con la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video, nacida en 1990 y cuyos egresados han gestado muy buenos y decorosos productos.
Entonces, si el sector atraviesa por un camino de esfuerzos y logros, la situación debería ser mejor y más apoyada, para que este momento se prolongue en el tiempo.
Tras años de trabajo de muchos integrantes del sector se aprobó la Ley de Promoción Audiovisual.
Los colectivos, además, están desarrollando una sinergia interesante para crear el polo audiovisual, que pueda sostener la industria local.
Más allá del Clúster Film Andes y de Leonardo Favio, por primera vez existe un agrupamiento de cineastas mujeres: Audiovisualas.
En cuanto a la recientemente aprobada Ley de Cine, los especialistas en la materia sostienen que las entidades de la provincia que lleven a la práctica esa norma, tienen que enfocar sus sistemas de convocatorias por concurso abierto a proyectos, que por su diseño de producción, se enfoque a audiencias masivas, pero siempre dentro de los nuevos medios de comunicación.
Los realizadores piensan que debería impulsarse la generación de una industria del cine más libre e independiente, que no requiera como sucede ahora en el Instituto Nacional de Cine y Actividades Audiovisuales (Incaa), donde la intermediación de varios sindicatos exigen la emisión de libre deuda y eso determina presupuestos muy altos de casi $ 10.000.000 para filmar un largometraje.
El comentario de una productora local es indicativa de la realidad narrada: "Tengo compañeros /as de trabajo con más antigüedad que yo a quienes escucho decir: 'Desde los '90 venimos pidiendo lo mismo, o sea que arrastramos una mora de casi 20 años'. A veces pienso que avanzamos dos casilleros y retrocedemos tres".
Igualmente sería beneficioso para la actividad que el Incaa cumpliera efectivamente con su papel de promover y fomentar el cine, ya sea a través de créditos o subsidios.
La realidad es que los planes de fomento dificultan el acceso a la ayuda económica; a los productores del interior les cuesta muchísimo acceder a la financiación del Instituto.
Otra gran dificultad es distribuir la cinta ya realizada, tarea que se convierte en algo artesanal, al ir de cine en cine, de provincia en provincia, tratando de que programen la película que el realizador lleva debajo del brazo.
En síntesis, si se produce bien en materia cinematográfica y en otros formatos modernos, y a pesar de un cuadro de dificultades económicas y recesión, la situación podría mejorar si se dieran algunos de los auxilios que piden los militantes del cine y artes afines.