Era la época en que las ideas revolucionarias habían impactado en la sociedad y las ideas políticas. Buenos Aires presentaba un panorama convulsionado: la necesidad de terminar con el sojuzgamiento y la dependencia de la corona española tomaba cada vez más fuerza, haciéndose eco en los territorios dominados por las ocho intendencias y cuatro gobernaciones que formaban parte del Virreinato del Río de La Plata.
En ese contexto, la vida de los mendocinos que formaron sus familias en este suelo no transcurría ajena al cambio y, de hecho, la mayoría debió aferrarse al cultivo de la tierra en pequeñas parcelas, tomando como eje principal el sistema de regadío que había sido heredado de los Huarpes.
A 203 años desde el hito histórico de la Revolución de Mayo que se conmemora hoy, pocos son los documentos que quedaron en la historiografía en relación a la forma de vida del hombre común (es decir, que no formaba parte de una élite determinada) de nuestra provincia. Sin embargo, algunos historiadores han indagado desde distintas posturas en cómo se desarrollaba la economía de Cuyo, que por entonces pertenecía a la Región de Córdoba del Tucumán, una de las más importantes de la colonia española.
Algunos sostienen que la revolución impactó de manera contundente en la economía de los mendocinos y, de hecho, hablan de una crisis que hizo descender la productividad como consecuencia del bloqueo realista existente en las rutas hacia el Este y el Oeste y la necesidad de mantener a las tropas destinadas a luchar en la guerra.
Años difíciles
En realidad, los tiempos difíciles por estas tierras habían comenzado varios años antes. Ocurrió que los frutos secos y el vino que Mendoza trasladaba en carretas hacia el litoral -desde donde importaba yerba mate y ganado que luego vendía a Chile- no podían competir con los productos que comercializaba España.
"Mendoza no podía producir vinos lo suficientemente buenos y económicos para competir con los españoles y el contrabando seguía funcionando", indicó Eugenia Molina, doctora en historia. Luego, con la Revolución -explicó la especialista- se sumó el bloqueo de los circuitos económicos hacia el Norte y el Este.
Cultivo de subsistencia
Quienes habitaban suelo mendocino, de acuerdo a los documentos de la época, se aferraron a la tierra para sobrevivir. Así es como se consolidó, por ejemplo, la zona que hoy conocemos como Valle de Uco. "Las zonas cercanas a la ruta de Uspallata también eran tierras que se utilizaban para el engorde de ganado;esto ayuda a movilizar la mano de obra", agregó Molina.
De este modo, la configuración del territorio local como lo conocemos ahora comenzó a configurarse. Hacia el Este, de hecho, el cultivo del trigo como así también los frutales dieron de comer a las familias de Rivadavia y Junín, donde se habían asentado los núcleos de población inmigrante en Rivadavia y San Martín.
"Al igual que Luján de Cuyo, estas zonas se sostuvieron en el trabajo agrícola". En el actual departamento de Godoy Cruz, por su parte, se propició el cultivo de árboles frutales y el olivo. Así, los pequeños y medianos productores habían ganado terreno a los grandes latifundios. Pese a ello, existen archivos que dan cuenta de que aquí también había esclavos nacidos en África, que eran explotados para trabajar la tierra, con un promedio de cinco esclavos por productor.
Con lo justo
El historiador mendocino Luis Alberto Coria, autor del libro "La evolución económica de Mendoza en la época colonial", explicó que "si bien no había grandes fortunas en comparación con Buenos Aires, a la gente le alcanzaba para vivir y cuando había una crisis subsistía de su chacra y la cría de animales".
El 63% vivía de la agricultura, 13% de la industria (herreros, artesanos, plateros y zapateros, entre otros), 17% al comercio, 5% al comercio y el resto a la construcción y los servicios personales. La moneda que regía en esta época colonial era el peso español de ocho reales (equivalente a una onza de plata de unos 28 gramos). "También se usaban cuartillos, reales y monedas de oro para transacciones grandes", apuntó el investigador.
Juan Carlos Garavaglia, otro de los exponentes que indagó en la crisis de aquellos tiempos, indicó que Mendoza tenía hacia inicios del siglo XIX unos 13.700 habitantes. "Al momento de la Revolución de 1810, su población no había crecido sino que, incluso, había descendido.
Esto es un indicador evidente de que la situación mendocina, a fines del siglo XVIII, distaba mucho de ser buena", aseguró el profesor de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona (España) y destacó el impacto que tuvo en el marco de la revolución la participación de los vecinos que, unidos por el sistema de regadío, tenían un intercambio fluido, lo que colaboró a instalar la discusión de las ideas revolucionarias.