Mauricio Macri es el primer jefe de Estado desde 1916 que no pertenece ni al Partido Justicialista ni a la Unión Cívca Radical.
Nunca antes un representante de lo que llaman "establishment', rico de cuna y graduado en una universidad privada en un país que valora sus universidades públicas llegó a la presidencia por voto popular.
"El mercado va a fijar el tipo de cambio, no vamos a intervenir", se pronunció este año ante los 400 empresarios más poderosos de la tercera economía latinoamericana.
La frase sintetiza el pensamiento de Macri, al finalizar un ciclo de 12 años de kirchnerismo en los que el Estado tuvo una fuerte intervención para regular el mercado y sostener el empleo.
De profesión ingeniero, nació hace 56 años en la ciudad de Tandil, un polo de rica producción agropecuaria en la pampa húmeda. Su padre, Franco Macri, nacido en Italia y nacionalizado argentino, es un influyente magnate.
"Siempre pensé que mi hijo debía dedicarse a dirigente deportivo y a la política. Iba a ser exitoso", dijo una vez Franco Macri al hablar de la carrera de su hijo, que llegó a ser gerente del holding.
El padre era visionario. Mauricio ganó las elecciones internas del popular club Boca Juniors en 1995.
"Yo quería ser el 9 de Boca", confesó una vez.
Comandó la etapa más ganadora de la historia de la institución, con 17 títulos, 11 de ellos internacionales. Fue su trampolín a la política.
En 2003, tras la peor crisis de la historia, Macri fundó un partido conservador. Nadie lo tomaba muy en serio. Perdió una elección a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires (capital) y no se rindió.
Logró ser elegido diputado. En la cámara baja, volvió a ser subestimado. Se quedaba dormido en la banca. "Si no te dormís por aburrimiento, no sos normal", se defendió.
Pero su ascenso proseguía implacable.
Secuestrado
En 1991 fue víctima de un secuestro extorsivo en el que se lo pasó encerrado en un espacio mínimo, soportando condiciones de vida muy adversas.
A las dos semanas lo liberó la policía. La familia pagó seis millones de dólares. Lo había raptado la "Banda de los comisarios", oficiales dedicados al delito.
En aquel tiempo Macri estaba deslumbrado con Carlos Menem, el peronista que llegó al poder en 1989 con el discurso nacional y popular para luego virar hacia el liberalismo y la ola privatizadora.
Casado tres veces, tiene tres hijos del primer matrimonio y una nena de tres años de su última pareja, la empresaria textil Juliana Awada, de 41 años.
"Es mi hechicera", dijo. Se considera a sí mismo bajo un embrujo de amor.
Justicia y poder
Macri arrastra causas con la justicia y de hecho es un presidente procesado.
Salvó la primera en los años 90 por supuesto contrabando, absuelto por la justicia que manejaba Menem.
Las otras causas son recientes. Elegido y reelegido alcalde de la capital, su baluarte político y bastión del antiperonismo, se lo acusó de espionaje a opositores e incluso contra a un cuñado suyo, parapsicólogo, detestado por la familia.
Dicha causa está viva. La que feneció es otra que le atribuía organizar a 'barrabravas' de Boca para perseguir en las calles a mendigos o vagabundos.
La oposición a la presidenta Cristina Fernández Kirchner encontró en él un jefe. Logró el respaldo del radicalismo y formó el frente Cambiemos. Quedó a sólo tres puntos de Scioli en la primera vuelta electoral. Ahora está en la cresta de la ola.
"Cambiar, necesitamos cambio", es su lema. Su asesor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, le aconsejó no dar detalles. Macri impuso su estilo de actos con globos amarillos y papelitos. A veces trata de imitar a su idolatrado Freddy Mercury.
Sus frases hacen historia. "El kircherismo es gente mala", "los salarios son un costo" o "el poder es armar equipos".
El sociólogo Federico González dijo ue "en el pasado era de derecha y se jactaba de serlo. Pero ahora es como el mito del Buda. Salió del palacio y descubrió la miseria y la enfermedad". Ahora está a punto de descubrir el poder.