El lago municipal de Rivadavia, con su espejo de agua, el verde de sus parques y la generosa sombra de sus eucaliptos fue escenario ayer de un gran encuentro de adultos mayores que, por segundo año consecutivo, viajaron a Rivadavia desde toda la provincia para participar de una jornada al aire libre donde hubo música, risas, algunas competencias, además de mucha charla, mates y comida.
“Vine el año pasado y la pasé bien; por eso vuelvo con mi heladerita y algunos sánguches”, dijo Rosa, mientras bajaba de un colectivo que llegó desde Maipú con un grupo grande de jubilados: “Mire, yo ya pasé los 80 y a mi edad no se puede perder el tiempo y hay que disfrutar de las cosas lo más que se pueda”, aconsejó con una sonrisa.
En la comuna contaron que la idea de dedicar a la tercera edad todo un festival nació al año pasado, como cierre de la campaña de "Buen trato al adulto mayor"; agregaron que el proyecto tiene reconocimiento de la Legislatura, como también el apoyo de OSEP y del PAMI: "En el 2016 hubo más de 4.000 personas en el festival y queremos repetir esa cantidad de público", anticipó Fernanda Hermoso durante la mañana del sábado, cuando las primeras delegaciones de adultos mayores comenzaban a llegar al lago.
Fernanda está en Protocolo del municipio y forma parte de la media docena de personas que trabajó el proyecto desde el primer día; una comisión que también integra Alejandra Genna, delegada de la Dirección de Adultos Mayores: "Hay un Día del Niño, hay uno del Padre y también de la Madre.
Bueno, lo que hicimos fue armar un día para que se junten nuestros viejitos a pasarla bien y a divertirse”.
La jornada arrancó con deportes y actividades recreativas en los parques del lago y así se fueron armando grupos de hombres y mujeres que jugaron a la pelota, al tejo, a los naipes e incluso al sapo, ese juego antiquísimo que premia la puntería del lanzador de una docena de monedas: “Hay que tener técnica y para lograrla, hay que practicar mucho”, explicó don Aguilera, gran jugador parado a tres metros de la caja de madera.
Cerca de allí, se jugaba al tejo y otros, a una versión suavizada de vóley; un poco más allá, se armaron grandes y pequeños grupos de jubilados que ya se conocen o que comenzaban a hacerlo y lo que abundaba sobre esas mesas eran los equipos de mate: dio la impresión que todo el mundo llevó el suyo, por lo que se mezclaron las rondas de quien ceba y quien recibe. Yo soy Fermín Agüero y vengo desde Lavalle. En la semana coordinamos por teléfono con los amigos de Rivadavia para encontrarnos en este lago. Nos vemos poco pero cuando nos vemos, la pasamos lindo”.
Aunque muchos llevan su propia comida, no faltan los quioscos de pollos y carnes asadas, y tampoco aquellos en los que se ofrece de todo un poco: desde macetas, plantas y pencas, a budines y pan dulce casero, pasando por artículos de santería.
“Los sombreritos salen $ 20 y cada diseño es original y mío”, dijo Marisa, que vendía unos sombreritos en goma eva muy coloridos. Algunos se animaron, compraron y se los pusieron
El grueso de gente llegó pasado el mediodía, cuando las grandes sombras del parque ya habían sido ganadas por los madrugadores y solo quedaban pequeños retazos de fresco.
Así, según asomaba el sol entre las nubes, muchos pequeños grupos de jubilados iban con sus mesas y sillas de acá para allá, buscando un poco de sombra, que junto con el hielo y el agua caliente estuvieron entre las cosas más solicitadas.
Pasado el mediodía, a la oferta de actividades recreativas se sumaron algunos talleres, como cantoterapia y zumba, y también hubo sobre el escenario distintas propuestas que fueron del humor a la música y del tributo a Cacho Castaña al teatro.
“¿Qué es lo mejor de este festival? Que acá todos queremos lo mismo, pasarla bien con los amigos. Eso no es poco y creo nos vamos a quedar hasta que nos echen”, cerró don Vargas.