Más de 265.000 brasileños, muchos vestidos de verde y amarillo en honor a la bandera nacional, exigieron en las calles la salida de la presidenta Dilma Rousseff, hartos de la triple crisis económica, política e institucional que sacude al país.
Hasta ahora la tercera gran protesta contra el gobierno en seis meses parece haber congregado a menos o igual número de manifestantes que ediciones anteriores: un balance del portal G1 informó que unas 265.000 personas marcharon en 101 ciudades de Brasil según la policía, mientras los organizadores estimaron unas 405.000.
Pero estas cifras no contabilizan aún la manifestación que colmó gran parte de la avenida Paulista en San Pablo, centro económico de Brasil y su mayor ciudad, con 11 millones de habitantes.
Agitando banderas de Brasil o vestidos con la camiseta “verdeamarela” de la selección de fútbol, los manifestantes cantaron el himno nacional, “¡Fuera PT!”, “¡Fuera Dilma!”, y levantaron pancartas que leían “No a la corrupción”, a raíz del colosal escándalo de sobornos que costó al menos 2.000 millones de dólares a la petrolera estatal Petrobras.
“Vamos a marchar hasta el fin. Hasta que la presidente salga del gobierno. Tiene que irse definitivamente y dejar este país en paz y libre de esa mafia del Partido de los Trabajadores”, dijo Patricia Soares, una funcionaria pública de 43 años en Brasilia.
Por primera vez, el senador y líder de la oposición (PSDB, centro) Aecio Neves, que perdió en octubre el balotaje contra Rousseff por apenas 3 puntos porcentuales, participó en la protesta de Belo Horizonte vestido con una camiseta polo amarilla.
Los manifestantes, en su mayoría de clase media y convocados a través de las redes sociales, esperaban superar la cifra de las protestas de marzo (entre un millón y tres millones, según diferentes cálculos). Otra protesta en abril convocó a unas 600.000 personas.
"Están saqueando Brasil"
En Rio de Janeiro, sede de los Juegos Olímpicos de 2016 y donde se disputó ayer el evento test olímpico de ciclismo de pista, decenas de miles colmaron la avenida Atlántica frente a la célebre playa de Copacabana en un perfecto día de sol. Algunos manifestaban en bikini o pequeños shorts, otros cargando sus tablas de surf o haciendo skate.
“Están saqueando Brasil, se están robando todo”, lamentó Jorge Portugal, un jubilado de 63 años que antes trabajaba en marketing.
Los manifestantes piden la renuncia o el “impeachment” (destitución tras juicio político en el Congreso) de la presidenta de la séptima economía mundial, una opción que podría darse si el Tribunal de Cuentas juzga finalmente que usó de manera indebida fondos de bancos públicos para tapar agujeros en el presupuesto.
Un impeachment requiere la aprobación de dos tercios de los diputados y un proceso especial en el Senado.
“Nuestro objetivo es cambiar Brasil. Ya no aguantamos más esta corrupción, los niveles de miseria y sufrimiento. No pueden haber millones de reales desviados al año”, dijo a periodistas Rogerio Chequer, líder de 'Vem pra Rua', uno de los organizadores de las protestas, durante la marcha en Sao Paulo.
En medio de la tormenta, hay partidos que abandonaron la coalición de gobierno, mientras varios legisladores son investigados por la fiscalía de la república por la red de corrupción en Petrobras, incluidos los presidentes de ambas cámaras del Congreso.
La justicia brasileña examina asimismo si Rousseff financió su campaña con fondos ilegales provenientes del escándalo que estalló en la mayor empresa de Brasil, lo cual podría terminar con una anulación de las elecciones de 2014.
“Las protestas no fueron tan fuertes, al menos no aumentaron. Está muy bien que la gente salga y proteste y hasta que pida la salida de la presidenta, pero ¿para poner a quién?”, se preguntó André Perfeito, economista jefe de la consultora Gradual Investimentos en Sao Paulo.
“¿Para llamar de nuevo a elecciones? En el empresariado y en la élite hay una idea de que sería aún peor si ella saliera. No es que esté a favor de Rousseff, pero en este contexto, sacarla sería aún más riesgoso”, estimó Perfeito.
"No voy a caer"
La mandataria de izquierda fue electa por primera vez en 2010, cuando Brasil creció un espectacular 7,5% y cautivó al mundo sacando de la pobreza a más de 40 millones de personas. La población total de Brasil es de 202 millones de habitantes.
Pero hoy, a siete meses de haber comenzado su segundo mandato, su popularidad ha caído a cifras de un dígito tras cuatro años de frágil o nulo crecimiento económico y la confabulación de escala épica en Petrobras.
La economía según todo pronóstico cerrará 2015 en recesión y la inflación está en su máximo anual en 12 años (9,56%). Esta debacle ha puesto en riesgo el sello de buen pagador del país -su grado de inversión bajó al último escalón para las agencias de calificación-.
Rousseff, una exguerrillera que luchó contra la dictadura, se aferra a su silla en el Palacio de Planalto: "No voy a caer", asegura.
Juez héroe para manifestantes
“¡Viva Sergio Moro!”: un grito repetido en las masivas manifestaciones de este domingo en Brasil para apoyar el trabajo del juez que juzga con mano de acero el megaescándalo de corrupción en Petrobras, el mayor de la historia del país.
En las protestas convocadas en varias ciudades contra el gobierno hubo decenas de pancartas con inscripciones como: “Gracias Sergio Moro”, “Je suis Sergio Moro”, “Todos somos Moro” o “Fuerza Sergio Moro”.
“Juez Sergio Moro, el ciudadano brasileño está orgulloso de usted. Fuera Dilma, fuera PT”, se leía en otra inmensa pancarta en la neurálgica avenida Paulista de San Pablo.