Una ola de manifestantes a lo largo de Brasil pedían el domingo la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, en medio de un clima de fuerte descontento social por la recesión económica y un megafraude a Petrobras que salpica a la elite empresaria y política del país.
Se espera que cerca de un millón de brasileños dejen retratada su irritación en más 400 ciudades, custodiadas por una operación policial reforzada, durante una jornada de protesta que por primera vez es explícitamente apoyada por partidos de la oposición.
La magnitud de las marchas es un dato sensible para Rousseff, que enfrenta un pedido de juicio político que podría terminar anticipadamente su mandato, previsto hasta 2018, y también para los legisladores que buscan combustible para motorizar ese proceso que está en ciernes en el Congreso.
En Rio de Janeiro, sede de los Juegos Olímpicos en agosto, decenas de miles de personas se apiñaban junto a las playas de Copacabana, una escena repetida desde que eclosionó la crisis económica y política que sacude a la potencia emergente.
"Estoy manifestando porque creo que solo participando se podrá frenar el desperdicio de las riquezas del país", dijo Marcelo Antunes, un ingeniero de 66 años. "Todos los brasileños debemos participar, no podemos quedarnos al costado".
Portando una bandera nacional verde y amarilla, los mismos colores de la camiseta de la emblemática selección de fútbol de Brasil, Maria do Carme, de 73 años, describe su visión del turbulento momento político que vive Brasil cuando recién se cumplió poco más de un año del segundo mandato de Rousseff: "Tenemos que deshacernos de Dilma, del PT, todos ellos. Ya no es más su tiempo", dijo en Rio.
Una avioneta que sobrevoló las playas de la ciudad arrastrando un cartel con la leyenda "No va a haber golpe" fue abucheada por la multitud.
Sao Paulo
En Brasilia, en la explanada central que conduce al Congreso, 20.000 manifestantes se agrupaban en torno a los camiones desde donde los organizadores arengan a la multitud con consignas antigobierno, según dijo la policía militar a la AFP. Las autoridades esperan una asistencia de unas 110.000 personas.
Imágenes de televisión también mostraban copiosas marchas en otras ciudades del gigante sudamericano, como Belo Horizonte (sureste) e incluso en tradicionales bastiones del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), que lleva más de 13 años en el poder, en el estado de Bahia, noreste.
Se espera que, al igual que en las protestas que tapizaron 2015, Sao Paulo, la capital económica e industrial de Brasil reúna la mayor cantidad de personas esta tarde. Un año atrás, cerca de un millón de brasileños se congregaron en esa ciudad, devenida en el corazón de las protestas del agitado 2015.
Allí, participarán líderes de la oposición que quieren ver a Rousseff lejos del Palacio de Planalto.
"Es el momento de llevar los colores de Brasil y bajar pacíficamente a las calles para protestar contra la corrupción del gobierno de Dilma", se puede leer en la página web del Partido Socialdemócrata (PSDB), principal fuerza opositora.
Con una caída de su PIB del 3,8% en 2015 y una proyección similar para este año, un desempleo en alza y las cuentas públicas en rojo, la potencia emergente entró en una espiral negativa que se derramó incluso dentro de la coalición de gobierno y fragilizó a Rousseff.
El ambiente político se recalentó la semana pasada cuando la fiscalía de Sao Paulo solicitó la prisión preventiva del símbolo y fundador del gobernante Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), Luiz Inacio Lula da Silva, tras denunciarle por ocultación de patrimonio.
Rousseff no ocultó su preocupación por posibles actos de violencia en las calles.
"Hago un llamamiento para que no haya violencia. Creo que todas las personas tienen derecho a salir a la calle. Ahora, nadie tiene derecho a crear violencia. Nadie. De ningún lado", afirmó el sábado.
La sombra del impeachment
El sábado, el mayor aliado que tiene el PT en el gobierno anunció que evalúa romper la alianza. El centrista PMDB, la mayor fuerza política de Brasil, decidió debatir durante 30 días si abandona a Rousseff a su suerte o si se mantiene dentro del gobierno.
La convención del partido al que pertenecen el vicepresidente de la República, Michel Temer, el jefe de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, y el del Senado, Renan Calheiros, transcurrió en clima opositor y las marchas podrían impulsar el impeachment mientras se espera que la Corte Suprema descongele el proceso en los próximos días, cuando defina el formato que tendría el juicio político.
En plena tormenta, Rousseff compareció sonriente el viernes y echó mano del carácter glacial que envuelve su biografía: "¿Creen que tengo cara de estar resignada? ¿Creen que tengo genio para resignarme? Yo no estoy resignada ante nada y no tengo esa actitud ante la vida (...) Cuenten, por lo menos, que no tengo cara de quien va a renunciar", instó a los periodistas.