Más solidaridad con los bomberos voluntarios

Los cuerpos de bomberos voluntarios siguen actuando contra viento y marea. Sin embargo, el Estado y la comunidad deberían apoyarlos más dado el valor solidario y altruista de su misión.

Más solidaridad con los bomberos voluntarios

Los bomberos voluntarios de la provincia constituyen una fuerza solidaria de auxilio frente a las más diversas contingencias: desde el incendio de una vivienda al rescate de personas atrapadas en incidentes, por citar una pequeña porción de sus múltiples tareas.

En nuestro medio, estos hombres y mujeres están atentos a secundar a la policía y a los medios oficiales en las más diversas circunstancias, y muchas veces llegan primero a la emergencia debido a la estratégica posición geográfica de sus cuarteles.

No obstante su gran vocación y entrega, las unidades bomberiles, especialmente las ubicadas en lugares más alejados de los principales centros poblados, no la pasan del todo bien y no siempre pueden mantener y reponer su equipamiento.

Todas las maquinarias y equipos que poseen sufren un gran deterioro al cabo de las diferentes acciones a las que son convocados mensualmente, y la posibilidad de mantenimiento y reposición de elementos -como cascos, guantes, mangueras y ropa antiflama- no alcanzan los niveles necesarios. Es por ello que las conducciones civiles de los cuerpos voluntarios demandan al Estado toda la ayuda material posible, lo que no hacen por capricho sino para disponer de un servicio que enfrente con ventajas las distintas contingencias que produce la vida moderna.

Pensemos qué difícil sería para la Nación hacerse cargo de los 900 cuarteles de bomberos voluntarios y de sus 40.000 efectivos. En esa línea de pensamiento, se estima que este año los servidores de la fuerza civil contribuirán con alrededor de $ 600.000, provenientes de una contribución destinada a los bomberos voluntarios de todo el país mediante un aporte que se deduce de los seguros generales de todas las compañías; un auxilio interesante pero insuficiente.

Existe el caso de entidades como la de Luján de Cuyo que viene recibiendo apoyo del grupo SPAI (Zapador Bombero para la Ayuda Internacional) de Francia, que ha donado rodados, equipamiento y principalmente capacitación.

El mantenimiento de los vehículos es estratégico. Adquirir una unidad 0 kilómetro cuesta entre 3,5 y 4 millones de pesos.

En muchos departamentos, los cuerpos reciben una contribución que se deduce de los servicios municipales y que los municipios derivan a las tesorerías bomberiles. Solamente los gastos de un cuartel de mediana envergadura superan los $ 200.000 mensuales. Hay que destacar, por otra parte, que de los 1.200 a 1.400 litros de gasoil que normalmente se gastan mensualmente, el Ministerio de Seguridad aporta 400, que son bienvenidos pero no alcanzan en modo alguno para cubrir los requerimientos operativos. Además, vestir a un bombero con equipo nuevo demanda alrededor de $ 50.000 por cada hombre o mujer alistado.

Por eso, los dirigentes bomberiles federados insisten con que el Estado debería contribuir en mayor proporción para mantener activas sus dotaciones.

Por ser un trabajo voluntario, es decir no remunerado, a estos trabajadores del rescate y de la vida debería dárseles el lugar que se merecen en la comunidad. Con frecuencia, ellos venden rifas para poder costear parte de sus insumos. Tal vez los vecinos deberían apoyarlos en una forma más organizada o sistemática y las empresas podrían apadrinarlos económicamente en forma rotativa porque su labor beneficia a la comunidad toda. No son muchas las personas que arriesgan la propia vida para salvar las de otros.

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