Se desestimó el impuesto al vino pero sigue vigente el comentario del señor ministro Nicolás Dujovne, respecto del vino como "bebida no saludable".
Es lamentable que nuestros representantes no se preocupen por conocer los beneficios de nuestros cultivos. El vino, como medicina, se remonta al antiguo Egipto, donde se empleaba como infusión de distintas yerbas medicinales.
Hipócrates menciona su uso como desinfectante de heridas o vehículo de drogas. Galeno lo ordena como tonificante y estimulante de la digestión, facilitando la asimilación de proteínas cuando se comen carnes, pescados o quesos.
Desde hace cuatro décadas el campo médico viene estudiando otras virtudes, como control de infecciones del aparato urinario, colesterol, presión arterial, alivio de calambres, y propender al aumento de estrógenos. Además, mejora la actividad cerebral. Claro que todo ello en un criterioso uso de no más de 300 cc. diarios.
También se aprecia actividad sobre el músculo cardíaco. Recordemos las recomendaciones del doctor Favaloro, dando al vino proyecciones protectoras de la salud.
Según la Biblia el vino es uno de los dones incluidos entre las bendiciones que Jehová dio a los hombres. "El vino regocija el corazón de los mortales.
Los pone de humor alegre". La expresión "sentarse bajo la propia vid y la propia higuera" indica prosperidad bajo la justa gobernación de Jehová. El consumo de vino en forma sacramental está directamente ligado al judaísmo.
En el cristianismo su uso en la Eucaristía se origina en el relato de "La última cena". Y en los evangelios se cuenta que Jesús compartió pan y vino con sus discípulos y ordenó "haced esto en memoria mía" (Evangelio según San Lucas, 22/19).
Ana S. Gelfman
DNI 1.760.301