¿Más soberanía o más globalización?

La pasada celebración del Día Mundial del Medio Ambiente representa un marco propicio para reflexionar sobre algunas de las amenazas que se ciernen sobre los ecosistemas de mayor diversidad biológica de Argentina: fragmentación y degradación de hábitat

¿Más soberanía o más globalización?

De éstos, por la extensión, rapidez y magnitud del impacto, la modificación de hábitats y paisajes ocasionados por el rápido avance de la frontera agrícola ocupa un papel relevante. La superficie sembrada en la Argentina, pasó de 19,6 millones de hectáreas en 1993/94, a 32,6 millones en 2007/08. El 95% de este aumento está explicado por la soja, según un informe de Flacso (http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-131226-2009-09-05.html).

El cambio en la complejidad estructural de selvas y bosques naturales como son los ecosistemas del Gran Chaco y la Selva de Yungas, significa, entre otros, la pérdida (extinciones locales) de especies, de representantes únicos (endemismos) a escala mundial. La desaparición de especies significa, entre otros, la pérdida de funciones que ellas prestan dentro de la dinámica del ecosistema. A modo de ejemplo digamos que casi el 50% de las especies amenazadas de mamíferos de la Argentina ocurren en la región del noroeste, hoy fuertemente impactada por los distintos factores previamente mencionados.

Entre algunos de los impactos asociados a la expansión agrícola, mencionemos la contaminación por herbicidas. Por ejemplo, los denominados compuestos "inertes" del herbicida glifosato dañan -entre otros- a las células humanas, tal como lo reporta Scientific American (23 de junio, 2009, Weed-Whacking Herbicide Proves Deadly to Human Cells), una de las revistas más importantes de divulgación científica.

La expansión de monocultivos limita severamente la superficie para desarrollar y mantener la diversidad agrícola-ganadera, vulnerando la cultura agrícola rural, estimulando el arriendo de campos y expulsión de pequeños productores. En otras palabras, se debilita la seguridad alimentaria (más detalles en: M. Altieri y W. Pengue, Grain 2006 N° 47, y referencias allí citadas; W. Pengue 2004, Rev. Iberoam. Econ. Ecol., 1:46-55; M. Teubal 2003 Encrucijadas, Rev. UBA, año 3, N° 21, entre otras).

En síntesis, nuestra relación con la naturaleza se asemeja fuertemente a un modelo de desarrollo no sustentable, cuyos resultados conducen inevitablemente a la pérdida de diversidad biológica, degradación ambiental, socio-cultural y pérdida de autonomía en la política de manejo de los recursos naturales.

Partiendo del trilema que plantea el economista Dani Rodrik, e imaginando un triángulo y en cada uno de los vértices las palabras: globalización (léase aquí soja, o biocombustibles u otros), en otro soberanía, y en el otro, democracia. Si partimos de que es imposible maximizar los tres vértices simultáneamente, la pregunta es a cuál de los tres dar mayor peso sin afectar demasiado a los otros dos. ¿Al vértice de más globalización, o a los de más soberanía y democracia?

Sirva este ejercicio conceptual para plantearnos si decidimos como país soberano y en democracia el ordenamiento, producción y administración de nuestro territorio, recursos naturales y biodiversidad, o lo dejamos en manos del mercado global de los agronegocios (o pasta de celulosa o megaminería, entre otros).

Puesto en términos más dramáticos, ¿cuánta biodiversidad -incluido el hombre y su diversidad sociocultural y productiva- estamos dispuestos a perder?

De cómo respondamos a este trilema dependerá gran parte de la sustentabilidad biológica y socioeconómica de nuestros ecosistemas.

Estamos en el umbral de serios conflictos ambientales-sociales a escala mundial y esto exige una visión holística, abarcativa. De cómo restauramos y jerarquizamos los organismos y cuerpos técnicos del Estado (ej. administraciones de recursos naturales y medio ambiente, áreas protegidas, etc. ); de la decisión y capacidad para recrear foros de discusión con amplia participación social; de cómo reforzamos y reformulamos el sistema científico-tecnológico y universidades; de cómo transferimos nuestros mejores conocimientos a las esferas de toma de decisión; de cómo consolidamos y ampliamos la concepción de los bloques regionales (ej. Mercosur, Unasur), y de cuán soberanas sean nuestras decisiones territoriales, entre otros. De todo eso dependerá el futuro de nuestra región y sociedad toda.

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