Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar
“Equilibrio”, esa es la palabra que como una especie de mantra debería repicar en la cabeza de Alfredo Cornejo y sus colaboradores hasta los comicios legislativos; pues de la mesura, el manejo de tiempos, la administración de recursos y suficientes acuerdos políticos dependerá la suerte del oficialismo, al menos en términos electorales, en 2017.
La cena del lunes pasado en Olivos, donde el presidente Mauricio Macri recibió a la cúpula de la UCR (tres gobernadores –entre ellos Cornejo- y el vice de María Eugenia Vidal), autoridades partidarias y el omnipresente Ernesto Sanz, significó la bajada de bandera de la carrera electoral para los radicales.
Antes de esa instancia, en el entorno de Cornejo ya sabían que sin gestión no hay gobierno, y que por ende, el primer equilibrio a cumplir es el de las cuentas públicas, en un contexto de reactivación económica incierta. A fuerza de endeudamiento, el Ejecutivo ha ido sorteando obligaciones, y buscará este año afinar los números en cada ministerio para que en el balance general al final del mandato, en 2019, pueda hablarse de un “aprobado”.
Cumplida esa premisa, que incluye las obligaciones del Estado (desde el funcionamiento del sector público hasta los aportes coparticipables a municipios, el pago a proveedores y la acreditación oportuna de haberes a los estatales), ha de avanzarse también en la eficiencia de la prestación de los servicios. Otra obsesión del gobernador, hasta ahora con resultado dispar y que incide seriamente en cómo se percibe popularmente el acierto de una gestión.
Por ende, en el Gobierno estiman que deberá haber un equilibrio en la negociación paritaria a fin de no repetir errores recientes que condicionen el múltiple abanico de las tareas del Estado. De allí la premura y la meticulosidad con la que el Ejecutivo da pasos firmes en la conversación con los estatales. La receta es simple: 17% de aumento, mejora de adicionales que engrosen la propuesta y si no hay acuerdo, la vía decreto que los gremios aborrecen pero que el Ejecutivo está dispuesto a transitar como ya hizo en 2016.
Por ello, el Ejecutivo deberá tener pie de plomo con los estatales, tan proclives a la funcionalidad del discurso opositor. La tensión del año electoral complicará ese vínculo y se prevé un serio incremento de la beligerancia. Por lo pronto, ya hay recaudos. Mientras a nivel nacional la CGT anunciaba el endurecimiento de la protesta y medidas concretas para marzo, Cornejo recibía a la cúpula cegetista local. Gestos de tiempista que el gobernador no abandona.
Ante ese escenario posible, Cornejo deberá también cuidar en extremo su equilibrio con la oposición, en especial, con los intendentes del PJ que le han permitido gestionar casi sin sobresaltos ni reveses significativos en la Legislatura. Con el agravante que la urgencia diferenciadora del PJ también lo obliga a levantar su perfil opositor, abandonando cierto tono colaborativo para agudizar su faz combativa.
Otro equilibrio por demás trabajoso será con el resto de los poderes, en particular con la Justicia. Su cruzada contra la Corte significó el mayor dolor de cabeza en su primer año de gobierno. En 2017 se pondrá también a prueba si la designación del procurador Alejandro Gullé y del supremo José Valerio han cumplido el papel de contrapeso que el Ejecutivo imaginó al designarlos. Sin embargo, el estilo sigiloso que impera en el Palacio de Justicia no garantiza que no haya nuevas sorpresas que vuelvan a tensar la relación interpoderes.
El equilibrio con la Nación parece ser tal vez el ejercicio menos dificultoso. El aceitado vínculo entre el Presidente y el Gobernador, así como entre sus respectivos ministros y funcionarios augura la continuidad en los mismos términos al menos por este año de necesidades electorales mutuas. La reciente refinanciación, esta semana, de una deuda por casi mil millones de pesos recibida como adelanto de coparticipación es un claro ejemplo de eso.
En el mismo sentido, el equilibrio interno puertas adentro del oficialismo también parece controlado. El sacudón que significó la renuncia de Rubén Giacchi es un tema superado para el Gobierno. El radicalismo mendocino, como definió la ministra Claudia Najul, está encolumnado con el liderazgo de Cornejo. Sin embargo, la definición de candidaturas augura sordas disputas. Por ello, también, la elección en Santa Rosa la semana próxima, es considerada una prueba de fuego y templanza de cara a lo que vendrá.
El equilibrio con sus socios será algo mucho más complejo. Otro de los puntos acordados en el asado presidencial fue la conformación orgánica de Cambiemos en todo el país y la recomendación de desactivar internas. Mendoza es uno de los lugares vacíos en el organigrama nacional de Cambiemos como tal. Con los socios que comulgan fe nacional (Pro y PD) el asunto no es dramático pero sí tiene particularidades. Aquí, el sucedáneo Cambia Mendoza fue la versión local del frente nacional, pero con agregados que hoy hacen ruido por su rol opositor a Macri: el Frente Renovador de Massa, Libres del Sur (referenciados con Stolbizer ahora aliada del tigrense) y el Partido Socialista (socios pero en crisis con los radicales en Santa Fe).
Macristas y demócratas aspiran a salir favorecidos en el reparto local de espacios en las listas, pese a que Mendoza es uno de los pocos distritos donde la UCR puede imponer condiciones. El Pro se muestra firme pero negociador, mientras que los gansos ya amagaron a constituir listas propias para sopesar fuerzas en las PASO: justamente, otro de los escenarios que los comensales del lunes coincidieron en evitar para llegar fortalecidos a las generales.
Como contraparte, también aparece como imposible que los socios exclusivamente locales se sumen a Cambiemos. Massa apuntará (ya sea por afuera o por adentro) a quedarse con el liderazgo del peronismo y Stolbizer deberá definir si es funcional a la interna del PJ, o si apuesta a darle una nueva chance con los socialistas al Frente Progresista de magra cosecha en las presidenciales. Esas decisiones impactarán en la conformación local, si bien renovadores y progresistas (al margen de alguna disidencia puntual) también se muestran satisfechos con su participación en el oficialismo local.
La llave para destrabar el embrollo la tiene el propio Cornejo que como el resto de los gobernadores de Cambiemos, fueron también empoderados para ser los grandes electores en sus territorios con discrecionalidad incluso para cerrar aportes que respeten las realidades locales. Claro está, eso deberá hacer el menor ruido posible con el armado nacional. Lo que se dice, equilibrio.
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