El 2015 fue declarado el año internacional de la luz por Naciones Unidas. Lo hicieron para recordar que la luz es un requisito indispensable para la vida de todo ser humano, de animales y de plantas. Cuando los días son cortos, dependemos aún más de la luz artificial, y para el cuerpo la falta de luz puede hacerse muy poco llevadera. Pero con pequeños cambios es posible lograr una gran diferencia.
- Más luz: lo ideal es tener muchos "puntos de luz". En el escritorio, en la mesa del comedor, en los rincones de lectura y cerca del sillón de la sala de estar. En los meses más oscuros del año, no está de más colocar al menos dos lamparitas adicionales en cada ambiente.
- Iluminación indirecta: hace una gran diferencia tener en cuenta que toda fuente de luz es demasiado fuerte para nuestros ojos, por lo que se recomienda utilizar pantallas o montar las lamparillas de modo que la luz nunca pegue directo en la vista. También se recomienda comprar lamparillas pequeñas o LED, por ejemplo, para los estantes.
- El tono de luz correcto: hay luces LED más cálidas, pero en la mayoría de los casos irradian un brillo azulado que no es bueno y hasta puede ser perjudicial para la vista porque dificultan la lectura. Las lámparas de ahorro y las LED suelen tener un índice que va del 80 al 90.
Los especialistas explican que en las fuentes de luz verdaderas y cálidas, como las velas, ese valor se sitúa muy por encima de lo que indican las LED: está en 100. Y dado que eso precisamente tiene un efecto en nuestro ánimo, genera serenidad y bienestar, se recomienda optar por fuentes cálidas como las lámparas halógenas, en particular para el comedor y la sala de estar.
Si bien las lámparas halógenas son las que aportan la luz más agradable, tienen una desventaja crucial en relación con los diodos: consumen bastante más energía.
Por eso se recomienda utilizar LED en los ambientes en los que uno estará o trabajará más, ya que, por otro lado, los tonos más fríos de esas fuentes también activan y despiertan el cuerpo.
Como alternativa se pueden elegir lámparas de luz diurna, que se supone que ofrecen una iluminación que se asemeja a la de la luz del
día, tal como dice su nombre, y resultan muy agradables. Hay quienes aseguran que casi ni se nota que es una luz artificial.
- No exagerar: a largo plazo ni la luz artificial ni la luz demasiado fuerte son buenas para la salud. Estar expuesto durante demasiado tiempo a fuentes no naturales muy potentes puede repercutir en el sistema hormonal. No intente colocar la misma cantidad de luz en todo el ambiente.
En líneas generales, el ideal sería poder aproximarse lo más posible al ritmo pautado por la naturaleza, es decir, prescindir de los estímulos lumínicos muy fuertes en las horas de la noche.
En ese sentido, por la noche se recomienda encender luces muy cálidas y más bien bajas, es decir, que tengan como máximo 3.000 kelvin. Los kelvin son una unidad referida al color de la luz. Entre 2.700 y 3.000 kelvin la luz resulta acogedora, mientras que los modelos que simulan luz diurna pueden tener 5.300 kelvin o más.